
Durante los diez meses de bloqueo político, don Felipe había restringido sus viajes oficiales y, excepcionalmente, había acudido la pasada semana a Cartagena de Indias para hacerse presente en la XXV Cumbre Iberoamericana a la que acudieron 22 países hispanoamericanos y en la que siempre había estado presente el jefe de Estado.
El principal motivo del viaje es una importante operación empresarial entre Navantia y el Gobierno saudí. El acuerdo se ha cerrado por más de 2.000 millones de euros para la construcción de cinco corbetas y, aunque las autoridades islámicas todavía no han dado el visto bueno, los informes técnicos están prácticamente terminados.
En enero de 2015, Felipe VI viajó a Riad para asistir a los funerales del rey Abdalá, que falleció a los 90 años de edad, y estaba previsto que el pasado mes de febrero volviera para cerrar unos importantes acuerdos comerciales. Sin embargo, ante el bloque político existente en el país, el monarca prefirió cancelar el viaje. Desde Podemos, denunciaron entonces que no “era razonable” que la Casa Real realizara una visita oficial «a un país en que las mujeres ni siquiera pueden conducir, se reprime a los defensores de los Derechos Humanos y se ejecuta a condenados».
Una de las noticias más sorprendentes del año fue la inclusión en la Comisión Defensora de los Derechos Humanos de la ONU de Arabia Saudí. La dictadura musulmana, que ha batido el régimen de ejecuciones públicas, aplica la sharia al mismo nivel que el Estado Islámico, pero cuenta con el respaldo de las élites internacionales.
De hecho, la ONU cedió ante Riad y eliminó al país de una «lista negra» que señalaba originalmente a la coalición árabe de Arabia Saudí que actúa en Yemen como responsable de ataques contra niños y la situaba en un informe junto a grupos terroristas y gobiernos acusados de esos mismos crímenes.
Promotora del wahabismo a nivel mundial
Las autoridades saudíes llevan años financiando la expansión del wahabismo, una de las versiones más radicales del islam, por todo el mundo y cuentan con especial preeminencia en Francia. La evidente islamización que vive el país ha provocado que el régimen de Riad considere el territorio francés como el escenario ideal para difundir su particular visión del islam. Hace apenas unas semanas, Pierre Conesa, ex alto funcionario de Defensa francés, desvelaba los 8.000 millones aportados por las autoridades saudíes para difundir la “palabra de Mahoma” por todo el mundo.
El fenómeno se repite a menor escala en España. El ejemplo ideal es Madrid donde la conocida como ‘mezquita de la M-30 es un lujoso complejo de más de 12.000 m2 y 6 plantas construidos íntegramente con dinero saudí. De hecho, el país árabe entregó unos 12 millones de euros para erigir un templo al wahabismo en España con muros de mármol, un enorme minarete y exposiciones acerca de la vida del profeta Mahoma.
La Brigada Al Ándalus encontró en el centro saudí el lugar ideal donde lograr financiación para sus acciones terroristas. Sorprendentemente, los dirigentes de la mezquita no alertaron a las autoridades españolas sobre lo que allí estaba ocurriendo. Los yihadistas utilizaban las horas de culto para recaudar dinero en favor de la guerra santa.
La Fundación Clinton y el Estado Islámico
Por su parte, Julian Assange confirmó que el movimiento terrorista del Estado Islámico ha sido creado «mayoritariamente» con el dinero de varios países de Oriente Medio que proporcionan recursos monetarios a la Fundación Clinton.
En este sentido, Assange señaló que, según se desprende de un correo electrónico de la candidata demócrata, Hillary Clinton, enviado en 2014 a John Podesta, jefe de su campaña electoral, el Estado Islámico es «financiado por los Gobiernos de Arabia Saudita y Qatar», cuyo dinero es difundido «por todas partes, incluidas las instituciones mediáticas».
Las lagunas del 11-S
El 11-S es otro de los episodios oscuros de Riad. A mediados de julio, la Casa Blanca difundió el informe oficial de la Comisión de Investigación del 11S, que fue creada por el Congreso y estuvo formada por varios expertos independientes. El punto clave del informe -publicado con censuras en algunos párrafos y frases- fue la participación de Arabia Saudí en los atentados.
Según la investigación, agentes de los servicios de inteligencia del país de Oriente Medio cooperaron con varios de los secuestradores del 11S. Además, el líder de Al Qaeda Abu Zubaidah tenía en su poder el teléfono de una empresa encargada del mantenimiento de una de las residencias oficiales del embajador saudí en Washington cuando fue arrestado en 2002. El embajador era el príncipe Bandar, cercano a la familia Bush y uno de los personajes más influyentes de la capital estadounidense en la década de los noventa.
Los documentos divulgados también prueban que Bandar entregó varios cheques a financiadores del 11S. Pese a que las alegaciones no indicaron que el régimen saudí cooperara con la organización terrorista, sí señalaron que los terroristas estaban conectados. En este sentido, certificaron que Arabia Saudí no estaba demasiado interesada en cooperar en la búsqueda.
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