El seguro le niega la quimioterapia pero le receta pastillas para el suicidio asistido

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Stephanie Packer lleva tres años luchando contra una enfermedad terminal para la que no existe cura. «Quiero que mis hijos vean que la muerte es parte de la vida», defiende la americana, que prefiere aferrarse a la vida a dejar de luchar y morir.

Stephanie Packer lleva tres años luchando contra la esclerodermia, una enfermedad terminal para la que no existe cura. Fue en 2012 -con 30 años- cuando los médicos le dijeron que tan sólo le quedaban tres años de vida. Tras recibir la noticia, esta madre de cuatro hijos decidió no tirar la toalla y luchar por alargar el tiempo de vida que le quedaba.

Stephanie empeoraba con el tiempo, pero seguía sin darse por vencida. Sin embargo, el seguro médico decidió no acompañarla en su lucha. El seguro informó a la joven de que no le cubriría el tratamiento de quimioterapia y, en lugar de eso, le ofreció pastillas para el suicidio asistido, algo que rechazó sin dudarlo.

La esclerodermia es una dolencia autoinmune que destruye el tejido sano del cuerpo, y en el caso de Stephanie, son sus pulmones los más afectados, por lo que necesita ayuda para respirar. Para paliar los efectos de su enfermedad debe someterse a una segunda tanda de quimioterapia, pero desde la aseguradora le han denegado más tratamiento.

Ante la negativa de su compañía de seguros, Packer decidió contar su historia, que ya ha dado la vuelta al mundo. «Si todo el mundo tuviese un médico que se preocupase por su paciente, a nadie se le ocurriría poner fin a su vida», defiende la californiana en su página web.

La mujer asegura que prefiere aferrarse a la vida a dejar de luchar y morir. «Quiero que mis hijos vean que la muerte es parte de la vida», cuenta Stephanie.

 

 

 

 

 

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Comentarios
3 comentarios en “El seguro le niega la quimioterapia pero le receta pastillas para el suicidio asistido
  1. La eutanasia y el suicidio asistido son mucho más baratos que cualquier tratamiento médico. Nuestra incivilización se va quitando la máscara y aflora el nulo respeto por las personas y la santificación de los números y las cuentas.

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