Así era Isabel Solá, la misionera que murió entregando su vida a los demás

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«Haití es mi casa, mi familia, mi trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios». Escribió la misionera tras el terremoto que asoló el país caribeño, el lugar donde perdió la vida el pasado viernes.

El pasado sábado 3 de septiembre informábamos que la monja española Isabel Solá Matas había sido asesinada en Puerto Príncipe por unos delincuentes que le dispararon mientras conducía por una calle de la capital de Haití. Hoy queremos recordar cómo era ella, y la manera en la que ayudaba día a día a los más necesitados, convirtiéndose para muchos en un ejemplo de vida.

Vocación de misionera

La religiosa de Jesús María, de 51 años y natural de Barcelona, vivía en el país caribeño desde 2008 -antes había estado 18 años en Guinea Ecuatorial- donde se dedicaba a curar a los más pobres y enfermos, una labor que se volvió más dura e intensa desde que tuvo lugar el terremoto en 2010 (un seísmo de una magnitud de 7,3 que dejó alrededor de 316.000 víctimas mortales).

Tras el seísmo, Isabel escribió: «Haití es mi casa, mi familia, mi trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios». Estas palabras, dadas a conocer por Obras Misionales Pontificias (OMP), las redactó la misionera catalana en una carta en la que reconocía que no se podía imaginar que le iba a tocar «sobrevivir una de las mayores catástrofes de la historia» y que ello «cambiaría radicalmente» su «concepción de la vida, del sufrimiento, de la muerte y de la fe».

«Pensaréis que cómo puedo seguir viviendo en Haití, entre tanta pobreza y miseria, entre terremotos, huracanes, inundaciones y cólera. Lo único que podría decir es que Haití es ahora el único lugar donde puedo estar y curar mi corazón», añadía la misionera hace cinco años.

Un rayo de esperanza para los más pobres de Haití

La misionera -que era muy activa entre los sectores más humildes de Puerto Príncipe- creó un taller de fabricación de prótesis para las personas mutiladas afectadas por el terremoto. “Ella dirigía este taller, que hoy en día gestionan los propios haitianos, y estaba empezando a montar otra escuela, con la que estaba muy ilusionada”, han relatado sus familiares.

Javier y Fernando Solá Matas, hermanos de Isabel, han destacado la labor de esta religiosa en favor de las personas que sufrieron amputaciones en el terremoto que asoló ese país en enero de 2010. «Cuando llegó a Haití empezó también a montar escuelas, pero al cabo de dos años se produjo el terremoto que vivió en primera persona. Ella nos comentó que muchas personas habían sufrido amputaciones y que había que hacer algo», ha rememorado Javier.

A raíz de esta conversación, decidieron celebrar una reunión en Barcelona con un grupo de profesionales del sector para poner en marcha un proyecto, denominado «Proyecto Haití», a fin de crear un taller de fabricación de prótesis en ese país, «que Isabel iba a dirigir». Al cabo de unos meses, los promotores del proyecto enviaron a Haití desde Barcelona varios contenedores con el material necesario para iniciar la fabricación de prótesis y montaron el taller, que funciona desde entonces.

Siempre con una sonrisa

«Era una persona muy entregada, en especial a los niños. Sabía que había peligros, pero decía que formaba parte de su vida y los asumía», han expresado los hermanos de la misionera.

Siempre con una sonrisa en la cara, ayudando al que lo más necesitaba, porque eso le hacía feliz. Así podemos ver a Isabel en este vídeo que grabó para el programa «Misioneros por el mundo» que se emitió en enero de 2012.

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Comentarios
5 comentarios en “Así era Isabel Solá, la misionera que murió entregando su vida a los demás
  1. Ojalá podamos aprender todos de ella y de tantos otros que entregan sus vidas para donarla a los que sufren, tocando la carne de Cristo, como le gusta decir al Santo Padre.

    Es muy importante la formación, la oración y demás obras interiores, pero las exteriores suelen ser mucho más costosas y requieren de un valor muy grande, como el de esta mujer, Santa Teresa de Calcuta y tantos otros santos.

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