‘Todos estamos llamados a proteger la vida de todo ser humano, nacido y por nacer’

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INFOVATICANA entrevista a Elizabeth Bunster, una de las principales voces de “Chile es vida”, una organización que lucha contra el aborto y ayuda a las mujeres embarazadas, apoyando siempre al más débil y acompañándole en los momentos más duros.

«Cuando uno pasa por una experiencia tan traumática como un aborto, algo de uno se muere, el problema es que ese algo es más grande de lo que uno cree y  que ese algo no sólo se muere en ti, sino también con quienes te rodean”. Este es el testimonio de una de las mujeres con las que trabaja Elisabeth Bunster, una mujer comprometida con la vida desde que tenía apenas 20 años.

Cuéntanos un poco de tu experiencia… ¿cómo acabaste luchando por la vida y cuál es exactamente tu función?

Estando en la Universidad una compañera, amiga de un amigo, se enfrentó a un embarazo inesperado, pidió ayuda a un hogar donde ingresar por estar embarazada porque no podía continuar en hogar universitario con embarazo, porque ella era de otra ciudad. Pero no existían hogares para estos casos en la ciudad de Concepción, en el sur de Chile donde estudiábamos en 1983.

¿Y eso te abrió los ojos?

Así es. Un día nos dijo que no siguiéramos buscando porque había abortado, y eso nos provocó una gran tristeza. Por eso decidimos crear hogares de acogida a embarazadas para evitar el aborto. Así en 1985 se funda lo que existe hasta la fecha el Movimiento Anónimo por la Vida, Hogares de acogida a la Vida, y con mi marido iniciamos ese mismo año la acogida en la ciudad de Santiago de Chile. Se mantienen a la fecha 3 hogares de acogida que ha ayudado a miles de mujeres a salir adelante con sus hijos.

Además de Movimiento Anónimo por la Vida, fundasteis Proyecto Esperanza…

Se nos acercaban mujeres que nos decían que para ellas ya era tarde, que ya habían abortado, pero aun así necesitaban ayuda. Por esta misma experiencia y conociendo muchos casos similares, fundamos en 1999 el Proyecto Esperanza, acompañamiento pastoral post aborto, que actualmente se encuentra inserto en el Departamento Familia, Vida y Juventud del Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM, y mi función es la responsable de capacitación de equipos de acompañamiento en coordinación con departamentos de pastoral familiar de las Diócesis de los países de América Latina y el caribe.

En una ocasión dijiste que no existen mujeres que quieran abortar, sino mujeres que no tienen apoyo…

Nuestra experiencia tanto en situaciones de embarazos inesperados, de mujeres que piensan en abortar, como la experiencia de acompañamiento post aborto, la mujeres no toman la decisión libre como se trata de hacer pensar. Ella se encuentra bajo una gran presión, angustia y desesperación que se agudiza cuando la pareja o los padres la dejan sola o la presionan.  Toda mujer  en esa situación necesita el apoyo radical de acompañarla para que tenga a su hijo en toda circunstancia. Es necesario comprender que quienes abortan es principalmente porque las alternativas ofrecidas por la pareja y por las personas que la rodean le ofrecen ayudarla para abortar principalmente. La mujer anhela tener a su hijo y el vínculo de la maternidad es irreversible, busca que alguien la apoye para salir adelante con su hijo.

¿Por qué crees que la sociedad todavía sigue creyendo que está bien matar al no nacido?

Se ha tratado de implementar políticas internacionales, que buscan globalizar las propuestas antinatalistas y contrarias a la vida, creando una concertación entre las presiones de préstamos internacionales,  para imponer los mal llamados derechos reproductivos que lo han incorporado como derechos humanos de tercera generación.

En definitiva se ha “invisibilizado” al ser humano en su periodo de gestación mediante eufemismos que a abortar se le llama interrupción del embarazo, derecho a decidir, libre opción y derechos humanos, como señalaba San Juan Pablo II se le llama bien al mal y a al bien se le llama mal. Se ha provocado una gran confusión valores y se han manipulado las conciencias de muchos con presiones internacionales sobre los gobiernos, acompañadas de ideologías contrarias a la familia y a la vida.

Desde tu punto de vista, ¿qué ayuda necesitan las mujeres para dejar de querer abortar?

Antes que una ley de aborto, es obligación de un Estado y una sociedad tener gestos de solidaridad frente al que sufre y es más débil, acogiendo y acompañando a toda mujer que presenta un embarazo rodeado de dificultades, y las alternativas deben ser sin discriminar ni a la madre ni al hijo. Esa es una sociedad inclusiva que acompaña con servicios concretos que dan respuesta a las necesidades de apoyo psicológico, médico, social y espiritual para la mujer.

También son ellas las víctimas…

Ella es la primera que debe ser apoyada, y la experiencia nos muestra que de casos de mujeres que enfrentaban un embarazo inesperado, pensando en abortar, a lo menos el 85% desiste del aborto al recibir un apoyo concreto frente a sus dificultades.

¿Podrías contarnos alguna  experiencia que te haya marcado trabajando con estas mujeres?

Muchas. Cada mamá atendida ha significado ser un puente entre este dolor que aplasta y destruye para encontrarse con el infinito Amor y Misericordia de Dios, transformando este dolor en una fuente que redime y se convierte en fuente de amor y reparación.

De todos los casos atendidos en mi vida, siempre una mujer que quería abortar y lo evitamos, ella volvia a nuestras oficinas, feliz para mostrarnos a su hijo en sus brazos para agradecer que evitamos ese aborto y arrepentida de  haber pensado en matarle. También tenemos las situaciones de mujeres y hombres destruidos interiormente que llegan buscando ayuda, arrepentidos de haber abortado y preguntándonos, por qué nadie se lo impidió.

Hoy en nuestra sociedad debemos despertar y reaccionar, conmovernos por este dolor tan profundo que día a día causa tanto daño a nuestras familias. No podemos permanecer indolentes con leyes que se promueven y permiten tan profundo daño a la mujer y también al hombre que sufren las secuelas del aborto y tan grave atentado a la vida, en una sociedad del descarte que no deja nacer al más débil e indefenso.

Todos estamos llamados a proteger la vida de todo ser humano, nacido y por nacer.

Te dejo dos testimonios que más me han llegado de un varón y  una persona atendida en Proyecto Esperanza:

“Yo aborté – maté a mi hijo de un mes, un hijo gestado con amor, …Yo aún lloro a mi hijo y no  se a que basurero ir a visitarlo. Quizá no deba moverme de casa y me baste con poner unas flores en el basural de mi conciencia. Debí atreverme a ser padre”. Hombre de 24 años.

“No es fácil vivir toda tu vida con una carga tan pesada, que a veces no te queda tiempo para pensar en nada más.  No es fácil vivir toda tu vida sintiendo que tienes algo que ocultar. No es fácil el sentirse seca, podrida y muerta por dentro; no es fácil el creer que uno no está capacitada para amar, no es fácil el pensar que uno no debería estar acá  o que la vida no fue hecha para ti …  no es fácil pensar que uno no puede llegar a ser a lo que toda mujer está llamada, es decir, ser mamá.

Cuando uno pasa por una experiencia tan traumática como un aborto, algo de uno se muere, el problema es que ese algo es más grande de lo que uno cree y  que ese algo no sólo se muere en ti, sino también con quienes te rodean”. Mujer de 32 años.

“Padre Dios…, me has dado la gran oportunidad de mí vida, el poder mirar de frente esa etapa dolorosa que viví, con una mirada que ha ido cambiando con el correr de estos meses en que he pasado desde la angustiosa ansiedad a la añorada calma, y donde he trabajado, por primera vez, la ausencia de mí hijo que no nació. Confío en ti y en tu infinita misericordia. Sé que estas a mi lado, contento, porque yo estaba perdida y me has encontrado, rodeándome de nuevas sensaciones que hacen de mí una mejor persona”. Mujer de 42 años.

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