Polonia se desmarca de la deriva anticristiana de Occidente

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Son los países europeos que han pasado décadas sumidos en el ateísmo oficial y la persecución anticristiana del comunismo los únicos que están presentando batalla en este frente, dispuestos a resistir la abolición del culto cristiano en la esfera pública.

Carlos Esteban / Gaceta.es

En Occidente, el laicismo es un nombre en código del anticristianismo. En principio, no tiene por qué ser así y no ha sido necesariamente siempre así, pero el diferente trato que tienen otras religiones minoritarias obliga a esta conclusión.

Los habitantes de barrios con fuerte presencia musulmana en Francia, Gran Bretaña, Alemania o Suecia tienen que escuchar la voz del muecín de la mezquita más cercana, auxiliado por un altavoz, llamando a la oración tres veces al día, y a menudo los viandantes topan con filas interminables de hombres postrados en plena calle mirando a la Meca. Solo la religión tradicional de Europa, la que ha creado esta civilización, encuentra cortapisas a cada paso en sus intentos de llevar el culto al espacio público.

Lamentablemente, a menudo son los propios cristianos quienes alimentan esta mentalidad ‘dhimmi’, de inferioridad y sumisión, como ha sucedido en Italia. Voluntarios de Cáritas -una ONG nominalmente católica, que recibe fondos de la iglesia y que usa los templos para sus actividades recaudatorias- pidió a un grupo de fieles reunidos en la Iglesia de San Antonio, en la localidad italiana de Vintimiglia, para rezar el rosario que lo hiciera «en silencio» por «respeto» a los inmigrantes musulmanes que tenían alojados en la iglesia.

No es en absoluto un caso aislado, ni la preferencia por el culto de los recién llegados sobre el propio de Europa ni el hecho de que sean católicos -voluntarios laicos, sacerdotes o religiosos- los que impongan la censura a sus correligionarios. En Alemania no son pocas las iglesias -como la de Königshardt-Schmachtendorf, en Oberhausen- que llegan al extremo de retirar los símbolos religiosos para no ‘molestar’ a los refugiados que acoge.

Paradójicamente, son los países europeos que han pasado décadas sumidos en el ateísmo oficial y la persecución anticristiana del comunismo los únicos que están presentando batalla en este frente, dispuestos a resistir la abolición del culto cristiano en la esfera pública. Y entre todos esos países, Polonia ocupa el lugar más señalado.

“El laicismo es una mentalidad según la cual nos bastan la educación, nuestra profesión, el dinero, el placer y la tecnología», proclamó en una reciente homilia en Varsovia el Arzobispo católico de Atenas,  Sevastianos Rossolatos. «Es un modo de pensar que te dice que todo lo que haces está bien, que no tienes pecados, que eres perfecto».

Que un prelado católico hable así no es exactamente noticia, aunque sí sería desusado oír palabras parecidas a un obispo de Europa Occidental; lo que hace noticiosa la homilía es el público asistente: Beata Szydło, primera ministra desde que su partido soberanista Ley y Justicia arrasara en las elecciones del pasado noviembre, más otros líderes de la política, el ejército y la policía se unieron a ocho mil peregrinos llegados de toda Polonia para esta inusual ceremonia religiosa.

«El laicismo es el espíritu de la sociedad moderna, que ya no se ajusta a la verdad del Evangelio, ya no considera el Reino de Dios como un tesoro que debe adquirirse a cualquier precio», afirmó en el curso de la homilía Rossolatos, para quien el principal enemigo de Europa hoy es «el laicismo, la vida sin la Iglesia y sin la Palabra de Dios».

Las palabras de Rossolatos, inusuales para dirigirlas a la plana mayor de una clase política europea, no son excesivamente insólitas en Polonia, donde Dariusz Oko, sacerdote y catedrático de la Universidad de Cracovia es una personalidad mediática. Oko resume el espíritu que parece animar este renacimiento espiritual en Polonia: «Si el pueblo pierde su identidad religiosa y nacional será como átomos sueltos que pueden ser manipulados y dirigidos».

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