Los españoles ya no se casan por la Iglesia

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En el año 2010, por primera vez en la historia de España, el número de matrimonios civiles superó al matrimonio católico, una tendencia que continúa a día de hoy.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) registró en el año 2000 la cifra más alta de matrimonios católicos, siendo alrededor de 160.000 los que se celebraron ante el altar. Diez años más tarde, la situación daba un giro de 180º.

Hace ahora seis años, en 2010, el INE  informaba que fueron 94.993 parejas las que acudieron a los juzgados para unirse en matrimonio, frente a las 80.174 que lo hicieron por la Iglesia. Se trataba de la primera vez en la historia de nuestro país que el número de matrimonios civiles superaba al de los matrimonios católicos. Esta caída- que ha ido en aumento desde 2007- parecíapresagiar un cambio de tendencia.

Un año después, en 2011, el resultado que tanto sorprendió a los españoles acabó perpetuándose. Los matrimonios civiles aumentaron durante este año en un 6%, frente a los católicos, que descendieron en un 6,5%.

Este desplome en el número de matrimonios celebrados ante Dios se debe, principalmente, al proceso de secularización implantado en la sociedad española así como la crisis económica imperante en nuestro país.

Hace apenas un año, la Conferencia Episcopal señalaba que “de forma paulatina y en ocasiones preocupante, la sociedad española vive un proceso claro de secularización, y el fenómeno es amplio, sobre todo, en las generaciones jóvenes”.

Las cifras de las bodas celebradas por vía civil han superado a las religiosas hasta nuestros días. Cabe destacar que, dependiendo de la provincia, las cifras varían considerablemente. Jaén es desde 1997 la provincia española con mayor porcentaje de bodas por la Iglesia, frente a otras de la misma Comunidad Autónoma como es el ejemplo de Málaga, que se ha convertido en la provincia andaluza con mayor proporción de matrimonios laicos.

Por su parte, en la capital de Madrid – así como en la Comunidad Valenciana y en Cataluña- los matrimonios civiles continúan liderando las estadísticas.

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Comentarios
0 comentarios en “Los españoles ya no se casan por la Iglesia
  1. No fue en el año 2010. Fue en el año 2009, y se publicó en el año 2010. Bajó de 160 mil a 80 mil entre 2000 y 2009. En otros 9 años, con esta tendencia, bajará de 80 mil a 0 (o casi), entre 2010 y 2018, dentro de 2 años. En el 2014, según el INE, fueron 40 mil. La tendencia se mantiene. Serán 30 mil en 2015, 20 mil en 2016, 10 mil en 2017, y 0 (o casi) en 2018.

  2. Pues eso, que primero dejó de tener fe católica. Ahora estamos dejando de ser culturalmente católicos… El que tenga oidos que oiga.

  3. Hay movimientos y realidades eclesiales que llevan en España más de 40 años hablando de la descristianización de Europa y España y buscando formas para ayudar a la Iglesia frente a la secularización, y fueron tachados de catastrofistas y exagerados. Pues no se equivocaban en absoluto. En 30 o 40 años solo quedarán los fieles que pertenezcan a estos movimientos y poco más.

  4. Pues me parece consecuente con la sociedad. El número de católicos en proporción a
    la población del país está disminuyendo. En otros países está aumentando. En otros
    países el número de bodas por la Iglesia está aumentando.
    Pero a lo que vamos. Me parece consecuente que el número de matrimonios por la
    Iglesia descienda cuando está disminuyendo el número de asistencia a los sacramentos
    y el número de bautizados. Las personas que contraen matrimonio por la Iglesia
    deben ser conscientes del compromiso que esto conlleva. Ante la Iglesia el matrimonio
    es un compromiso que vincula a un hombre con una mujer. El que no lo quiera
    entender así, que se case por lo civil o, más honradamente, que no se case.
    Cada vez se entiende peor el compromiso que lleva consigo el matrimonio. Por eso
    me parece consecuente que descienda el número. Algunos lo entenderán como
    la supremacía de lo civil sobre lo religioso; yo no lo entiendo así y nunca se debe
    entender así. Son dos cosas distintas. El que no sea creyente que se case por lo
    civil. No hay más. Creo que debe estar claro.

  5. Ni van a la eucaristía, ni se confirman… La Iglesia española y diocesana tiene que cambiar 180º. Otra pastoral, otra mentalidad, otra parroquia, otra jerarquía, es posible.

  6. Es una gran noticia.
    Eso signifoca que cada vez se casan por la iglesia con más claridad los que tienen que casarse por la iglesia.
    Es decir que lo ridículo es la enorme cantidad (cada día menor) de personas sin sentimiento religioso alguno que por «complacer a mamá» o para que «la abuela no se lleve un disgusto» se casan por la iglesia .
    Si cada día que pasa los párrocos van haciendo bien su ingrato trabajo de decirles a los novios no creyentes que su sitio para casarse es el juzgado o el ayuntamiento, veremos que el asunto de la moral familiar y matrimonial no es tan grave como algunos tratan de hacer ver.
    Somos libres para elegir, pero debemos ser coherentes.
    Reitero. Buena noticia

  7. No se casan por la Iglesia lisa y llanamente porque no son católicos y las exigencias del sacramento les vienen muy grandes. En el fondo el no casarse por la Iglesia es un acto de coherencia (que, por supuesto, no significa que sea lo ideal).
    Y muchos de los que lo hacen, no nos engañemos, lo hacen por tradición familiar y cultural y poco más.
    Es lo que hay, pero todo esto tiene una explicación, ¿donde ha quedado el bautismo y la comunión de muchos descreídos?

  8. Pitusa ¡qué original tu «comentario»!, ¡bravo! ahora calmate y deja descansar a tu neurona del esfuerzo. Mira querida miembra ya no te digo un Rosario, sino que cualquier cosa está bien alejada de tus ovarios. Anda y busca un macho ciego, sordo, mudo y manco a ver si así logras engañarlo y calmar tu insatisfecho furor uterino.

  9. «La Conferencia Episcopal se da cuenta del hecho. ¿Qué propone para hacer frente a esta situación de secularización?»
    .
    Retomar la responsabilidad que un día se delegó en el Estado cuando éste todavía podía llamarse católico o al menos cristiano o judeocristiano. No se trata de cambiar o introducirse en unas estructuras sociales, políticas o económicas que se heredan con lo que tienen de bueno y de malo porque nadie se siente responsable de lo que no es suyo. La solución está en ofrecer al hombre de hoy unas instituciones netamente católicas que no necesiten readaptarse a los tiempos porque lo único que no varía en ellas es el mensaje cristiano.
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    El catolicismo fue reconocido por el Imperio romano, aun cuando ya era tarde, porque resultaba atractivo para el común por su fidelidad al mensaje de Cristo. Si las instituciones católicas se han marchitado es porque han permitido que la podredumbre de la corrupción se asiente en ellas hasta el punto de hacerse indistinguibles del resto. Y digo del resto porque es humanamente imposible mantener los principios fundacionales en cualquier organización humana si no es por inspiración divina. Y la inspiración de Dios se encuentra siempre en las Sagradas Escrituras.

    El Evangelio tiene repercusión individual pero también social y hay asuntos que no deben ser admitidos a discusión cuando lo que se pone en duda es el mensaje cristiano y su veracidad. Más vale pecar de inocentes que de listos, más vale reconocer el error que ocultarlo para guardar una imagen idolátrica de uno mismo. No, no es imposible y lo podemos ver en las órdenes religiosas más antiguas, en diócesis que reviven una y otra vez y en tantas instituciones católicas que se mantienen a pesar de los cambios sociales. El valor de un cristiano es el valor de su palabra que no es propiamente suya porque la ha heredado de sus mayores.
    .
    Las instituciones de la Iglesia están primero para servir a aquellos que le son fieles, aunque haya entre ellos algunos que no lo sean, y a partir de ahí a los que llamen a sus puertas. Sólo de este modo volverá a revalorizarse socialmente el hecho de ser cristiano. Las conversiones extraordinarias de quienes no nacieron en el seno de una familia católica hay que dejarlas en manos de Dios. La competitividad para un cristiano se mide exclusivamente con referencia a lo exigido en el Evangelio. El cristianismo no es una alhaja para adornar a extraños compañeros de ruta.

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