Matteo Renzi deja a un lado una de las reformas clave de la Ley Cirinnà para conseguir el respaldo en el Senado, una propuesta que ha puesto su labor al frente del Ejecutivo en entredicho. Fátima G. Manzano/Gaceta.es Matteo Renzi prometió a su llegada al Gobierno medidas reformistas,aires de renovación en una Italia que aun todavía pide un cambio de 180 grados en la política. Entre sus propuestas, el ahora primer ministro abogaba por impulsar una ley a través de la cual se legalizara la unión entre parejas del mismo sexo. Sin embargo, lo que al principio parecía casi una prioridad acabó siendo una cuestión que siempre se quedaba perdida entre los papeles del despacho. El líder del Partido Democrático sabía que no sería fácil. Su ambiciosa propuesta chocaba frontalmente con el ideario del NCD, el partido de centro derecha con el que gobierna en coalición. Pero Renzi tenía que acelerar los trámites y se tuvo que poner manos a la obra después de que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo condenara a Italia por ser el único país de Europa que no reconocía el matrimonio homosexual. La ‘Ley Cirinnà’ perseguía no sólo el reconocimiento de la unión civil de dos personas del mismo sexo sino que también acogía la posibilidad de que uno de los contrayentes pudiera adoptar a los hijos de su pareja. Esta premisa fue la que desembocó en una auténtica crisis no sólo a nivel político sino a nivel social. Las organizaciones defensoras de la ‘familia tradicional’ se opusieron a los intereses de un colectivo LGTB que aclamaba con fervor la denominada ‘stepchild adoption’. Una modificación en el proyecto de ley no sólo contribuiría a aumentar el hartazgo de uno de los dos bloques sino también a marcar una profunda grieta en el seno del Ejecutivo de coalición. El ministro del Interior, -procedente del NCD-, ha sido una de las principales ‘piedras en el zapato’ de Renzi. Angelino Alfano se ha negado rotundamente durante todo el proceso a considerar la unión civil como un ‘matrimonio’ y ha rechazado la adopción entre parejas homosexuales. A estos planteamientos se añadían compañeros de las filas de otros partidos como Forza Italia o Liga Norte, quienes ya advirtieron que no votarían a favor de una ley de tales características en el Senado. Y, por si fuera poco, Matteo Renzi decidió decretar ‘libertad de voto’ para sus parlamentarios, posición que también adoptó el líder del Movimiento Cinco Estrellas, Beppe Grillo,-quien anteriormente sí se había posicionado a favor de la iniciativa-. Todo ello desembocó en una reforma del texto en la que finalmente se tuvo que eliminar la propuesta estrella y cualquier mención que pudiera semejar la unión civil con el ‘matrimonio’ con el objetivo de que la ley obtuviera los apoyos necesarios en el Senado. No obstante, la reedición del documento encendió aun más si cabe los ánimos del colectivo LGTB y tampoco contentó a los defensores de la familia en Italia. Renzi y sus seguidores quisieron hacer oídos sordos a las críticas para señalar que la ley Cirinnà se había convertido en un hecho histórico en Italia. Pero el primer ministro quiso erigirse como el principal garante de los derechos del lobby gay demasiado pronto. Minutos después de la aprobación en el Senado, Alfano optó por señalar públicamente su labor dentro del Ejecutivo y por haber sido él quien había impulsado la modificación de la ley acorde a sus principios. No obstante quiso ir más allá y señaló que el documento original era inasumible porque iba “contra natura”. Un nuevo mazazo a un colectivo al que Renzi se ha intentado ganar y al que ha acabado decepcionando tras plantear primero una reforma irreal, -dada la falta de apoyos con los que cuenta en esta materia-, y celebrando posteriormente la aprobación de una ley ‘por la mínima’ que sólo sirve para frenar la amenaza de Estrasburgo.
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