Tras los atentados terroristas de París solo en Dios encontró respuestas

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atentados paris «Sentí un dolor terrible, pero acompañado de una paz sorprendente. De repente estaba delante de un hecho que no dependía de mí… pensé en los terroristas. Pero también en todo el mal que hago yo». Camilla recuerda que un compañero se acercó a preguntarle: «¿Cómo puedes sonreír? Has perdido a un amigo, estás esperando la fecha del funeral, ¿cómo puedes estar tan serena?» Ella le miró y sin pensarlo, sólo dejando salir sus palabras, recuerda que respondió: “Sabes, hay Uno que ha vencido a la muerte. Y después de cinco años ha vuelto a mi vida para mostrarme que no hago yo la cosas, que no las salvo yo”. Camilla nació en Bolonia hace 26 años. Trabaja en un local de París, Candelaria, que ocupa el número 12 de los 50 mejores bares de cócteles del mundo. Vive en un apartamento encima de Le Petit Cambodge, uno de los restaurantes donde los terroristas atentaron el pasado 13 de noviembre. Esa noche ella no estaba en casa, sino con una amiga que vive a unos 20 minutos de distancia. El novio de su amiga las recogió y se las llevó fuera de la ciudad. Empezaban así tres días que cambiarían su vida… La soledad del sin sentido Pero antes de contar a Revista Huellas cómo nace su reciente conversión en el contexto de los recientes atentados terroristas, Camilla recuerda que llevaba cinco años “sin querer saber nada” de compromiso alguno con Dios. “Cinco años en que he ido a lo mío con muy buenos resultados (a los ojos del mundo*). Ahora soy responsable comercial de un local importante, me he casado, tengo un hijo, me he divorciado por decisión propia…”. En su adolescencia ella había conocido el movimiento Comunión y Liberación, pero el vínculo no prosperó. Con 18 años llegó a París para estudiar en la Sorbona y hoy, al recordar, hace consciente que entonces “estaba en una situación personal catastrófica, totalmente perdida…”. Así la encontraron los brutales momentos de las matanzas en París. La conversión en el dolor Al día siguiente de los atentados -dice- le llamaron por teléfono: «Tengo una mala noticia», escuchó decir. “En aquel momento me acordé de que entre los 350 mensajes de WhatsApp que había enviado y recibido, había uno enviado que no había tenido respuesta:«Guillaume, ¿todo bien?»” Guillaume había muerto en la puerta deLa Belle Equipe. Y en esos segundos, cuando lo supo, sucedió algo que a ella misma aún le cuesta describir: “Sentí un dolor terrible, pero acompañado de una paz sorprendente. De repente estaba delante de un hecho que no dependía de mí. Empecé a observar mi realidad en ese momento: estaba viva, ahí estaban mis amigos, llevaban dos días acogiéndome porque todavía era demasiado pronto para volver a mi casa. También era un hecho. Entendí que no soy yo quien decide cómo están las cosas y que tampoco soy dueña de ellas. Era un hecho. Entendí que algo hermoso estaba sucediendo en medio de todo aquello: no estaba sola”. Después de pasarse dos horas llorando, dice, salió de casa y, por las calles de una ciudad presa del miedo, fue de compras. Quería preparar una buena cena para ella y sus anfitriones. Al día siguiente, domingo 15 de noviembre, llegaron a París los padres de Guillaume y le pidieron que les acompañara a llevar un ramo de flores al lugar de la tragedia. “Cuando llegamos allí pensé en los terroristas. Pero también en todo el mal que hago yo. Me sorprendí pidiendo misericordia, en primer lugar para mí. Se me hizo evidente que necesito una mirada de perdón para poder perdonar a mi vez. De no ser así, cualquier forma de perdón sería expresión de un buenismo inútil”. A Guillaume le encantaba la lengua italiana y adoraba a Dante. A la mente de Camilla acuden los versos del Canto primero del Infierno, cuando el poeta se halla presa del miedo ante el mal, las tres fieras. Entonces se gira y ve a Virgilio: «Piedad de mí, le grité / quienquiera que seas, sombra u hombre verdadero». El mal ha sido vencido “Entonces pensé –señala esta joven francesa…- si yo puedo gritar «piedad de mí», es porque sé que hay Uno que pasó su vida haciendo el bien y que ya ha vencido mi mal. Solo por eso puedo pedir con certeza ser perdonada. Es algo que se me ha hecho evidente, pues de otro modo estaría pidiendo misericordia a la nada”. Recuerda que pronto las calles estaban llenas de flores y carteles que decían: «Même pas peur» (sin miedo), o «La valeur de la vie» (el valor de la vida). “Yo miraba a esos padres y pensaba: es verdad, rechazamos el miedo. Pero hay más. Y es que toda esta tragedia ya ha sido salvada y a nosotros nos toca elegir el bien. Dios nos ha amado tanto que nos ha dejado libres para elegir cada día. Es mi batalla desde entonces: pertenecer a Aquel que ha vencido ya al mal. Es una batalla que libro conmigo misma… Pensaba en Guillaume, por supuesto, pero no podía dejar de decirles a todos que la vida es algo hermoso”. (Portaluz)

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