Golpean a un sacerdote por dar la comunión y su reacción es proteger a Cristo

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Un sacerdote de Corea del Sur fue abatido por la policía mientras daba la comunión. A pesar de sus heridas, solo se preocupó por recoger la Eucaristía del suelo. sacerdote golpeado Emociona e invita a la reflexión la imagen de este sacerdote que según cuentan los testigos, fue derribado a golpes por la policía mientras distribuía la comunión. Cuando la piedad, la correcta formación doctrinal y el amor a Dios animan la vida de un sacerdote o cualesquier bautizado, nada importa más que darse a Él en todo. Como este hombre de Dios que -aunque golpeado y derribado- sólo se ocupaba de proteger a Jesucristo, su Señor, recogiendo hasta la más pequeña partícula de la Eucaristía que había caído al suelo. La imagen fue tomada el 8 de agosto de 2012 por uno de los presentes, momentos después del ataque, en la aldea de Gangjeong (Isla de Jeju, Corea del Sur), según cuenta el portal de la agencia católica asiática UCAnews . El sacerdote de la imagen es el padre Bartholomew Mun Jung-hyun, quien al momento de la agresión policial, celebraba la misa a metros de una controvertida base naval que el gobierno estaba construyendo en la zona, y que se temía causaría un grave impacto medioambiental a los habitantes de las poblaciones locales. La brutalidad de los policías agresores (que se les acusó incluso por haber pisoteado las partículas eucarísticas derramadas en el suelo), la gracia transformadora del sacramento, adquieren su realce trascendente en el acto de amor que muestra la imagen.

En otros tiempos de la vida de la Iglesia, del deber sacerdotal, de la piedad de los fieles, la caída de una sola partícula al suelo (o en lugar semejante) involucraba acciones reparadoras como que para evitar estas caídas siempre, sin excusas, se utilizaba la patena (bandeja) al distribuir la comunión; Que en el área donde ocurrió la caída de partículas se detenía de inmediato la comunión; Que el responsable de la caída realizaba en silencio una súplica orante inmediata expresando disculpas por lo ocurrido, sintiendo, lamentando a Dios honestamente lo sucedido; que a la brevedad se recogían todas las partículas caídas visibles y eran consumidas por el sacerdote o ministro de la comunión autorizado; que si por alguna razón lo anterior no era posible de realizar de inmediato, con un corporal, se cubrían las partículas; que retiradas las partículas visibles se asperjaba la zona de la caída con agua bendita y se limpiaba con un corporal… el cual luego sería tratado según las normas de la Iglesia. Hoy, sobre el respeto, veneración y amor debido al Cuerpo y la Sangre de Cristo en estas circunstancias, las instrucciones de la Iglesia señalan que la bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar el peligro de que caiga la hostia sagrada o algún fragmento.
Si se cae la Hostia o alguna partícula, recójase con reverencia; pero si se derrama algo de la Sangre del Señor, lávese con agua el lugar donde hubiere caído y, después, viértase esta agua en el “sacrarium” (o piscina) colocado en la sacristía.

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