¿Cómo vivir la sexualidad?

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Resulta sorprendente el trato paradójico que al sexo se le da en el mundo moderno. Despojándolo de toda su dignidad, se le ha elevado a la categoría de dios.

¿Cuál es la importancia humana de la sexualidad?

Ubicados en el plano humano la sexualidad es muy importante en la persona. De hecho:

la sexualidad se pone en la línea del ser de la persona, es una conformación estructural propia que caracteriza su ser y lo actualiza en la dimensión relacional hacia el otro: ser con y por el otro;

el hombre y la mujer están, por su misma constitución, dirigidos el uno hacia el otro: la alteridad y la originalidad consienten la reciprocidad y la integración;

la índole sexuada del ser humano y la facultad humana de procrear «son maravi-llosamente superiores a lo que sucede en los estados inferiores de la vida» (GS, 51);

la sexualidad ejerce una influencia sobre todos los demás aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. A ella le concierne particularmente la afectividad, la capacidad de amar y procrear, y, en modo más general, la actitud para establecer relaciones de comunión con los otros» (CIC, 2332);

la persona humana, a juicio de los científicos de nuestro tiempo, está tan profundamente influenciada, en cada una de sus expresiones, por la sexualidad, que la misma debe ser considerada como uno de los factores que dan a la vida de cada uno los rasgos principales que la distinguen. Del sexo, de hecho, la persona humana deriva las características que, en el plano biológico, psicológico y espiritual, la hacen hombre o mujer, condicionando así grandemente el camino de su desarrollo hacia la madurez y su inserción en la sociedad;

la sexualidad, con sus manifestaciones, se ubica en el cruce entre lo biológico y lo psíquico, entre naturaleza y cultura, entre identidad personal -cuya relevancia antropológica es enorme- y sus condiciones naturales y culturales;

al mismo tiempo, la persona trasciende su sexualidad; por tanto, no puede dejarse encarcelar de ella.

La sexualidad no es:

un aspecto accidental o secundario de la personalidad;

una construcción cultural o social;

un elemento pasajero, transitorio.

La sexualidad se diferencia en el hombre (masculinidad) y en la mujer (feminidad):

la diferencia entre el hombre y la mujer es un elemento esencial en la persona, un elemento constitutivo de la identidad personal. La identidad sexual masculina o femenina, en cuanto especificidad ontológica del individuo, pertenece al carácter único e irrepetible de una persona humana y la caracteriza en sus múltiples dimensiones;

las diferencias sexuales entre hombre y mujer, aún manifestándose ciertamente con atributos físicos, de hecho trascienden lo puramente físico y tocan el misterio mismo de la persona. Cada persona es definida por la propia identidad sexual. La persona es varón o hembra desde su misma concepción y lo es de manera irreversible, en cuanto su genotipo, es decir el complejo de los caracteres genéticos de un individuo, se encuentra en todas las células enucleadas de su cuerpo de hombre o de mujer.

¿Cómo la fe cristiana considera la sexualidad? 

La Fe cristiana acoge y completa todos los aspectos positivos que ya en el plano humano caracterizan sexualmente la persona.

En particular la Fe cristiana pone en estrecha correlación la sexualidad con cierta concepción y actuación del amor: «no el de la concupiscencia, que ve solo objetos con que satisfacer los propios apetitos, sino aquel de la amistad y de la oblatividad, en grado de reconocer y amar las personas por sí mismas. Es un amor capaz de generosidad, a semejanza del amor de Dios; se quiere al otro porque se le reconoce digno de ser amado. Es un amor que genera la comunión entre personas, porque cada uno considera el bien del otro como propio. Es un don de sí hecho a quien se ama, en el cual se descubre, se realiza la propia bondad en la comunión de personas y se aprende el valor del ser amado y de amar» (VS, 9).

Además, en la visión cristiana, la importancia de la sexualidad es todavía mayormente motivada. De hecho:

La diferencia entre los sexos pertenece al modo específico en que existe la Imago Dei: el ser imagen de Dios se manifiesta, desde el inicio de la historia humana, en la caracterización sexual: «Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1, 27);

cuando el hombre y la mujer unen su cuerpo y su espíritu en una actitud de total apertura y donación de sí, forman una nueva imagen de Dios. Su unión en una sola carne no responde simplemente a una necesidad biológica, sino a la intención del Creador que los conduce a compartir la felicidad de ser hechos a su imagen;

la especificidad sexual, en la persona humana, es reforzada por la Encarnación del Verbo. El ha asumido la condición humana en su totalidad, asumiendo un sexo, pero llegando a ser hombre en los dos sentidos del término: como miembro de la comunidad humana , y como ser de sexo masculino;

la Encarnación y la Resurrección de Cristo extienden también hasta la eternidad la identidad sexual originaria de laImago Dei. El Señor resucitado permanece hombre; la persona santificada y glorificada de la Madre de Dios, ahora asunta corporalmente en el cielo, continúa a ser una mujer.

Tal concepción humano-cristiana de la sexualidad impide que:

las personas sean usadas como se usan las cosas ;

la sexualidad sea considerada como una dimensión del todo externa a las normas morales, donde no se ponen en juego valore o antivalores, sino solamente gustos personales sobre los cuales a nadie es lícito expresar juicios morales. La pretensión de poner la sexualidad fuera y por encima de cualquier orden moral, en una esfera de derechos intangibles, es fruto de una cultura radical, de un individualismo extremo en el que los valores son el producto exclusivo de una errónea concepción de la libertad individual.

¿Existe una superioridad de un sexo respecto del otro?

La Biblia no da ningún indicio al concepto de una superioridad natural del sexo masculino respecto del femenino. No obstante sus diferencias, los dos sexos gozan de una implícita igualdad, de par dignidad:

«Creando al hombre «varón y hembra», Dios dona la dignidad personal en igual modo al hombre y a la mujer, enriqueciéndolos de derechos inalienables y de responsabilidades que son propias de la persona humana» (Juan Pablo II, Familiaris consortio 22). Hombre y mujer son igualmente creados a imagen de Dios;

ambos son personas, dotadas de inteligencia y voluntad, capaces de orientar la propia vida con el ejercicio de la libertad.

Igualdad, sí, entre lo sexos, pero en la distinción, reciprocidad y complementariedad:

cada uno realiza en modo particular la propia identidad sexual;

el hombre y la mujer tienen necesidad el uno del otro para alcanzar una plenitud de vida.

Es necesario valorizar la originalidad y la especificidad tanto del hombre como de la mujer en la familia, en la sociedad, en la Iglesia.

La original amistad y armonía entre hombre y mujer ha sido seriamente comprometida por el pecado, como también la realización del aspecto positivo del cuerpo humano.

¿Cuál es la vision positiva del cuerpo humano?

La Fe cristiana tiene una concepción positiva del cuerpo humano, debida al hecho de que el cuerpo:

es don de Dios creador ;

ha sido asumido por Cristo en la Encarnación ;

es el medio de la Redención (cuerpo inmolado y resucitado de Cristo) ;

es templo del Espíritu Santo

está llamado a resucitar al final de este mundo.

La Fe cristiana afirma que el ser humano:

no tiene también una corporeidad, sino que es también una corporeidad;

es unidad de alma y de cuerpo, como espíritu encarnado;

está llamado al amor como espíritu encarnado, es decir ánima y cuerpo en la unidad de persona. El amor humano abraza también el cuerpo y el cuerpo expresa también el amor espiritual. La sexualidad por tanto no es algo solamente biológico, sino que implica más bien el núcleo íntimo de la persona. El uso de la sexualidad como donación física tiene su verdad y alcanza su pleno significado, cuando es expresión de la donación personal del hombre y de la mujer hasta la muerte;

Al mismo tiempo el cristiano es consciente que al inicio del mundo se dio el pecado original, el cual ha herido el aspecto positivo del cuerpo. Y por tanto desde entonces este aspecto positivo es para la persona un proyecto por realizar, incluso con fatiga y renuncia. Aún más, no es un proyecto imposible, por cuanto Cristo ha venido para hacer posible la realización de tal proyecto.

¿Cuál es el proyecto del cuerpo por realizar?

La conciencia de ser creado por Dios a Su imagen y semejanza lleva a la persona a la consciencia de ser don don recibido de Otro. De un tal ser-don deriva el empeño, el proyecto de deber-ser-don con y para el otro», mediante el dominio y la donación de sí. Se pone en acto así la dimensión esponsal del cuerpo, es decir la capacidad de expresar amor: aquel amor en el cual, de hecho, el hombre persona se hace don y -mediante este don- realiza el sentido mismo de su ser y existir.

¿Qué valoracion tiene la iglesia de la masturbación?

«La Iglesia Católica afirma que «la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado. La razón principal es que cualquier que sea el motivo, el uso deliberado de la facultad sexual, fuera de las relaciones conyugales normales, contradice esencialmente su finalidad». (CDFAlgunas cuestiones de ética sexual, 9). En la masturbación, «el placer sexual es buscado fuera de la relación sexual requerida por el orden moral, la que realiza, en un contexto de verdadero amor, el sentido íntegro de la mutua donación y de la procreación humana.

«A fin de formular un justo juicio sobre la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, se tendrá en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de la costumbre contraída, del estado de angustia o de aquellos otros factores psíquicos o sociales que puedan atenuar, o incluso reducir al mínimo, la culpabilidad moral» (CEC, 2352).

¿Cuál es el criterio principal de la moralidad del acto sexual?

Es el respeto de la finalidad de este acto que garantiza su honestidad moral.

¿Cuál Es La Finalidad Del Acto Sexual?

El acto sexual tiene dos significados por realizar: unitivo y procreativo.

Con el significado unitivo se evidencia que en el acto sexual:

están unidas inseparablemente las dos dimensiones personales: la corporal y la espiritual. En el don del cuerpo, el hombre y la mujer se reconocen y se acogen como donación y acogida, como comunión integral y definitiva ;

el hombre y la mujer expresan, en modo exclusivo, el don recíproco y desinteresado de un cierto tipo de amor: el amor total, fiel e indisoluble del uno por el otro. Porque la relación sexual implica todas las dimensiones de la persona (física, psíquica, afectiva, espiritual…) implica todas estas características del amor.

Al mismo tiempo, con el significado procreativo, se expresa simultánemanete la apertura al don de la vida: el hijo, acogido como persona, don, promesa, responsabilidad.

Entre los dos significados del acto sexual, existe una conexión inseparable, que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa. De hecho por su íntima estructura, el acto sexual, mientras une con profundísimo vínculo los esposos, los hace capaces para la generación de nuevas vidas, según leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer.

Salvaguardando los dos aspectos esenciales, unitivo y procreativo, el acto conyugal conserva íntegramente el sentido del mutuo y verdadero amor y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad» (Donum vitae 4). El intento por separar el ejercicio de la sexualidad de su responsable apertura a la vida, así como aquel, simétricamente antitético, de desenraizar la procreación humana del contexto esponsal entre el hombre y la mujer, constituyen gravísimas heridas a la verdad del amor y a la dignidad de las personas.

¿Por qué la fe cristiana reserva el acto sexual sólo al ámbito del sacramento del matrimonio?

La Fe cristiana reserva el acto sexual sólo al ámbito del Sacramento del matrimonio, porque solamente en el matrimonio se pueden realizar plena e inseparablemente los dos significados del acto sexual. Fuera del matrimonio, el acto sexual no realiza, o realiza parcialmente, la riqueza y la belleza de sus significados.

El esplendor, la plenitud y la exclusividad del amor conyugal derivan de sus cualidades fundamentales: humanidad (sensible y espiritual), libertad, oblatividad, totalidad, unidad, status social y eclesiástico, fidelidad, indisolubilidad, fecundidad, sacramentalidad.

A este amor conyugal, sólo y exclusivamente, pertenece la donación sexual, que se realiza en modo verdaderamente humano, sólo si es parte integrante del amor con el cual el hombre y la mujer se comprometen totalmente el uno hacia el otro hasta la muerte.

Para realizar tal objetivo, los cónyuges pueden contar con la gracia divina que es propia y específica del sacramento del matrimonio. Pero es necesario también el empeño personal de cada uno de los cónyuges. Por esto no siempre se realiza tal objetivo.

Pero cuando los dos esposos respetan y persiguen los dos significados en sus relaciones conyugales, ellos:

alaban y agradecen a Dios;

lo bendicen ;

manifiestan y encarnan el amor desinteresado, fiel e indisoluble de Dios ;

se santifican mutuamente ;

hacen crecer en la santidad la propia familia, la Iglesia y la humanidad.

¿Qué importancia tiene el abstenerse del acto sexual fuera del matrimonio, y a veces también dentro del matrimonio?

Es importante no tanto en su aspecto de renuncia, de sacrificio, cuanto de respeto de la propia sexualidad, considerada y vivida en las dimensiones y en los valores humano-cristianos anteriormente descritos.

El abstenerse de las relaciones sexuales (continencia), además de evitar el riesgo de una procreación no deseada, puede también:

ser auténtico signo de atención, respeto, amor auténtico y pleno del otro ;

ofrecer un servicio terapéutico, es decir puede ofrecer una válida ayuda a vivir con mayor dedicación e intensidad de amor el acto sexual dentro del matrimonio. La espera puede acrecentar, purificar y perfeccionar el deseo de la mutua donación y desarrollar una honesta y casta gestualidad afectiva conyugal ;

cumplir una función propedéutica: ser un buen entrenamiento para respetar la fidelidad conyugal dentro del matrimonio, sobretodo durante los períodos de ausencia temporal y/o prolongada del cónyuge, o durante los momentos de indisposición de la enfermedad del uno o del otro ;

favorecer el conocimiento y el dominio de sí, que confieren un valor humano más alto a la misma persona. Exige sí un continuo esfuerzo, pero, gracias al su benéfico influjo, la persona puede desarrollar integralmente la propia personalidad, enriqueciéndola de valores espirituales: esa aporta frutos de serenidad y de paz; agiliza la solución de otros problemas: estimula la atención hacia el otro, ayuda a vencer el egoísmo, enemigo del verdadero amor, profundiza el sentido de responsabilidad . «La continencia en verdad nos recoge y nos reconduce a aquella unidad, que hemos perdido dispersándonos en lo múltiple» (San Agustín, Confessiones, 10, 29, 40).

Pero si es importante abstenerse del acto sexual por los citados motivos, es todavía más importante porque se quiere realizar la virtud de la castidad.

¿Qué es la castidad?

La castidad:

es la afirmación gozosa de quien sabe vivir el don de sí, libre de cualquier esclavitud egoís-ta: hace armónica la personalidad, la hace madurar y la llena de paz interior; hace capaz de respetar a los otros, porque hace ver en ellos a personas a las cuales venerar en cuanto creadas a imagen de Dios y por la gracia hijos de Dios, recreados por Cristo che «que les ha llamado de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pt 2, 9).

es como la transparencia y, al mismo tiempo, la custodia de un don recibido, precioso y rico, el del amor, en vista del don de sí que se realiza en la vocación específica de cada uno. La castidad es entonces aquella energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad y sabe promoverlo hacia su plena realización.

No es sólo virtud moral (informada por el amor), sino de igual modo es virtud anexa a los dones del Espíritu Santo, ante todo con el don del respeto de lo que viene de Dios (donum pietatis).

¿Por qué es importante la castidad?

Porque permite vivir:

la propia dignidad de persona en plenitud, incluyendo las cualidades físicas-psíquicas-afectivas, espíritu y cuerpo, en un proyecto global de vida: dos en uno, un solo corazón y una sola alma, una comunión de vida y de amor ;

la propia sexualidad dentro del amor, entendido como gozosa y recíproca comunión de todo lo que se es y se tiene, como donación desinteresada, total y definitiva de sí al otro ;

el autodominio como virtud: «El dominio de sí es una obra de largo respiro. No se podrá tener jamás como definitivamente adquirido. Supone un empeño de recomenzar en cualquier edad de la vida. El esfuerzo exigido puede ser mayor en algunos períodos, aquellos, por ejemplo, en los que se forma la personalidad, la infancia y la adolescencia» (CCC, 2342);

la espera como momento precioso de crecimiento y de realización del verdadero amor ;

la relación con el propio cuerpo en su significado integral, humano-cristiano ;

la amistad pura y verdadera hacia el prójimo como comunión espiritual.

¿Cuáles son las características de la castidad?

La castidad se realiza en el matrimonio o en la virginidad .

«Conoce leyes de crecimiento, la cual pasa a través de etapas marcadas por la imperfección y con frecuencia del pecado. El hombre virtuoso y casto se construye día tras día, con sus numerosas decisiones libres: por esto él conoce, ama y cumple el bien moral según etapas de crecimiento» (CCC, 2343).

Exige una educación gradual e integral de la voluntad, de los sentimientos, de las emociones .

«A quien la practica lo hace testigo ante el prójimo de la fidelidad y de la ternura de Dios. Indica al discípulo cómo seguir e imitar a Aquel que nos ha elegido como sus amigos, se nos ha dado totalmente y nos ha hecho partícipes de su condición divina. La castidad es promesa de inmortalidad» (CEC, 2345-2346).

Implica:

la integridad de la persona: la persona casta conserva la integridad de las fuerzas de vida y de amor que hay en ella, también mediante «lla virtud cardinal de la templanza, que mira a hacer conducir por la razón las pasiones y los apetitos de la sensibilidad» (CCC, 2341);

la integridad del don de sí: la persona casta integra la sexualidad en la persona. El dominio de sí ordenado al don de sí, es una escuela del don de la persona.

Salvaguarda la sexualidad de sus manipulaciones, la protege de su canalización y la descubre como misterio incluso divino, encuentro con el otro, que es anuncio del encuentro con Dios.

Evita:

reducir la persona a puro instrumento, a posesión como si la persona fuese un objeto ;

caer en intereses individualistas, egoístas, ;

producir frutos amargos de explotación y violencia.

La castidad no es è por tanto:

rechazo de la sexualidad ;

desestima de los valores y de las exigencia de la sexualidad.

¿Todos están llamados a vivir la castidad?

Toda persona está llamada a la castidad, según el propio estado de vida. Las exigencias de esta virtud se imponen a todos: a los jóvenes, a las parejas de esposos, a los solteros, a las personas consagradas.

Las modalidades de ejercicio de la castidad varían, ciertamente, según el estado de vida; los actos ligados a la genitalidad son moralmente buenos sólo dentro del matrimonio, en el cual su ejercicio queda, sin embargo, regulado por esta misma virtud de la castidad.

La castidad debe distinguir las personas en sus diferentes estados de vida: unos en la virginidad o en el celibato consagrado, un modo eminente de dedicarse con mayor facilidad únicamente a Dios, con corazón indiviso; los otros, en el modo en que es determinada para todos por la ley moral y según que sean casados o solteros. Las personas casadas están llamadas a vivir la castidad conyugal; las otras practican la castidad en la continencia.

Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. Puestos así a la prueba, descubrirán el recíproco respeto, se entrenarán para la fidelidad y la esperanza de recibirse el uno al otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura propias del amor conyugal. Se ayudarán mutuamente a crecer en la castidad» (CEC, 2349-2350).

La tradición cristiana ha siempre afirmado el valor de la virginidad y del celibato, que promueven relaciones de casta amistad entre las personas, y al mismo tiempo son signo de la realización escatológica de todo el amor creado en el amor increado de la Santa Trinidad.

¿Es fácil vivir la castidad?

La fidelidad a las exigencias de una vida casta puede ser difícil y exigir sacrificios. Pero difícil no quiere decir imposible. La castidad es fruto:

de la gracia de Dios: una gracia , un fruto del Espíritu. El Espíritu Santo dona imitar la pureza de Cristo a quien ha sido regenerado por el agua del Bautismo» (CEC, 2345);

del empeño personal: quien recurre con confianza a la oración y a los sacramentos puede luchar victoriosamente contra las tentaciones, y las victorias que logra son fuente de gozo espiritual;

del esfuerzo cultural, que toda la sociedad debe poner en acto. Es verdad que, en nuestra civilización erotizada, muchas sirenas insinúan que resistir a las pulsiones consideradas irresistibles puede provocar desequilibrios psíquicos. Pero esto significa que no se ve cuánto la persona pueda crecer asumiendo con coraje sus responsabilidades y dominando las pulsiones instintivas. Ya la razón filosófica lo intuye; a la luz de la Fe, además, esta lucha de la libertad asume una nueva dimensión.

¿Cómo educar para la castidad?

Educar para la castidad implica:

un empeño educativo de la sexualidad que parte desde la más tierna edad, a través de los padres en un primer momento y los educadores luego, sosteniendo el crecimiento de la persona con el diálogo personalizado, el ejemplo y la oración. La información sexual va siempre colocada en el contesto de la educación para el amor, y debe ser siempre positiva y prudente, clara y delicada;

la oferta de itinerarios de educación para el amor y la afectividad, dirigidos a los padres, a los formadores, a los hijos. La Iglesia Católica sostiene que la educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo la guía solícita de los mismos, sea en la casa o en los centros educativos elegidos por ellos y controlados. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiariedad, que la escuela está llamada a observar cuando coopera a la educación sexual, colocándose en el espíritu mismo que anima a los padres;

el respeto de los derechos de la persona, en particular el de recibir una información y una educación que respeten las dimensiones morales y espirituales de la vida humana ;

una correcta gestión de la sexualidad, en relación a la afectividad, al amor, a la sexualidad, para ver cómo, en una pers-pectiva de Fe, este ‘mundo de pasiones’ pueda ser conciliado y vivido, en modo maduro, por hombres y mujeres ;

una ayuda a los jóvenes de manera tal que logren darse respuestas, descubrir las razones, los motivos y el gozo de poder asumir en la castidad un determinado estilo de vida ;

una «educación de los sentidos» que no sea ni un asentimiento acrítico a los mismos, ni sinónimo de mortificación o privación, cuanto más bien un intento por hacer emerger lo mejor del propio cuerpo, mediante una disciplina o control de sí: control crítico, intelectivo, volitivo, hecho según una escala de valores de la persona;

la pureza del pensamiento, de la intención y de la mirada, mediante la disciplina de los sentimientos y de la imaginación, y mediante el rechazo de cualquier complacencia en los pensamientos impuros ;

la educación también en todas las otras virtudes humanas y cristianas y, de modo particular, del amor cristiano que está caracterizado por el respeto, por el altruis-mo y por el servicio y que en definitiva se llama caridad ;

el rechazo de la «exaltación del cuerpo», típica de la «moral laica», con la cual se enfrentan los adolescentes y jóvenes, ahogados por mensajes e imágenes de un cuerpo joven, bello, desiderable, que no envejece, pronto a gozar en los modos más variados, que puede ser constantemente renovado en el gimnasio, beauty center, intervenciones de cirugía estética ;

una purificación del ambiente social, liberándolo del difundido erotismo, de la curiosidad morbosa, de la permisividad de costumbres.

En la Resolución del Parlamento Europeo «sobre la salud y los derechos sexuales y reproductivos (génésiques)» (aprobada el 3 de julio 2002) hay (unidas a afirmaciones negativas o discutibles) afirmaciones positivas, tales como: la necesidad de una educación sexual propuesta en modo diferenciado (art. 16), según la edad y la diversa estructura sexual de las muchachas y muchachos, y el carácter «holístico y positivo, prestando atención a los aspectos psico-sociales, y biomédicos y basándose en el mutuo respeto y sobre el sentido recíproco de responsabilidad» (art. 17).

Es necesario en particular educar para el pudor.

¿Por qué es necesario el pudor?

«La pureza exige el pudor. El mismo es parte integrante de la templanza. El pudor salvaguarda la intimidad de la persona. Consiste en el rechazo a desvelar lo que debe permanecer oculto. Está ordenado a la castidad, de la cual expresa su delicadeza. Regula las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y de su unión.

El pudor custodia el misterio de las personas y de su amor. Sugiere la paciencia y la moderación en la relación amorosa: requiere que sean respetadas las condiciones del don y del empeño definitivo del hombre y la mujer entre sí. El pudor es modestia. Inspira la elección del vestido. Conserva el silencio o la reserva donde aparece el riesgo de una curiosidad morbosa. Se hace discreción.

Existe no sólo un pudor de los sentimientos, sino también del cuerpo. Surge, por ejemplo, contra la exposición del cuerpo humano en función de una curiosidad morbosa en cierta publicidad, o contra la solicitud de algunos medios de comunicación a ir más allá en la revelación de confidencias íntimas. El pudor dicta un modo de vivir que consiente resistir a las sugestiones de la moda y a las presiones de las ideologías dominantes.

Las formas que el pudor asume varían de una cultura a la otra. Dondequiera, aún, aparece como el presentimiento de una dignidad espiritual propia del ser humano. Nace con el despertar de la conciencia del sujeto. Enseñar el pudor a los niños y a los adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana» (CEC, 2521-2554).

El pudor comporta el respeto de la intimidad: si un niño o un joven ve que se respeta su justa intimidad, entonces sabrá que se espera que también él demuestre el mismo comportamiento en relación a los demás. En este sentido, él aprende a cultivar el propio sentido de responsabilidad frente a Dios, desarrollando su vida interior y el gusto de la libertad personal, que lo hacen capaz de amar mejor a Dios y a los demás.

El Primicerio De la Basílica de San Carlos y San Ambrosio en Roma Monsignor Raffaello Martinelli

NB: Para profundizar el argumento, he aquí algunos documentos pontificios:

Catecismo De La Iglesia Católica (CEC), nn. 2331-2400;

Compendio Del Catecismo De La Iglesia Católica, Dichiarazione Persona humana, 1975; Alcune questioni di etica sessuale, 1976;

Congregación Para La Doctrina De La Fe:, Persona humana, 1975, nn.32-39, 2004; Algunas cuestiones de ética sexual,1976.

Comisión Teológica Internacional, Comunión y servicio, la persona humana creada a imagen de Dios,, nn.32-39,1974.

 

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Comentarios
0 comentarios en “¿Cómo vivir la sexualidad?
  1. Estupendo artículo.
    Solo le falta una cosa, o yo no lo he encontrado :indicar cuál es el modo de que los esposos pueden vivir la castidad conyugal cuando determinan que es necesario espaciar los embarazos por serias razones, y mantener la fidelidad al plan de Dios. Son los métodos de reconocimiento natural de la fertilidad: Creighton, Billings, sintotermico y otros, por orden decreciente en la precisión del reconocimiento que proporcionan.
    Gracias.

  2. La castidad se fundamenta en la Ley Natural: sexo y reproducción forman una unidad indivisible. Si no vas a procrear, es imprescindible sublimar y canalizar el posible deseo sexual.

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