Francisco: ‘Dejemos que la mirada de Jesús recorra nuestras calles’

|

El Papa Francisco ha celebrado la Santa Misa en la Plaza de la Revolución, en la ciudad de Holguín. Haciendo referencia al pasaje del Evangelio de Mateo en el que el apóstol habla de su propia conversión, (Mt 9, 9-13), el Santo Padre habló ante los miles de fieles presentes en la plaza, de la mirada misericordiosa de Cristo Jesús, una mirada de amor que convierte y nos precede en nuestras necesidades y que “sabe ver más allá de las apariencias, más allá del pecado, del fracaso o de la indignidad”. Después de mirarlo con misericordia, Jesús dice a Mateo: «Sígueme».El Sucesor del Pedro explicó así la misión: tras la mirada amorosa y el llamado de Jesús, Mateo encuentra la alegría en el servicio. Sus conciudadanos no son más aquellos a los que “se vive”, “se usa”, o “se abusa”, dijo el Papa, y eso porque “la mirada de Jesús cura nuestras miopías, y nos estimula a ir más allá”, a “no quedarnos en las apariencias o en lo políticamente correcto”. “Aprendamos a mirar como Él nos mira – exhortó Francisco – compartamos su ternura y su misericordia con los enfermos, los presos, los ancianos, y en nuestras familias”. Dejemos que la mirada de Jesús “recorra nuestras calles” y nos devuelva “la alegría y la esperanza”. Finalizando su homilía el Papa dedicó palabras a la Iglesia en Cuba que con esfuerzo y sacrificio llevan aun en los sitios más apartados, dijo, la palabra y la presencia de Cristo, e hizo “una mención especial” a las llamadas “casas de misión” que, “ante la escasez de templos y de sacerdotes, permiten a tantas personas poder tener un espacio de oración, de escucha de la Palabra, de catequesis y vida de comunidad”. Por último volviendo los ojos a la Virgen Mambisa, el Papa elevó su plegaria para que “mantenga sobre todos y cada uno de los hijos de esta noble nación su mirada maternal”: que esos sus ojos misericordiosos, estén siempre atentos a cada uno de ustedes, sus hogares, familias, a las personas que puedan estar sintiendo que para ellos no hay lugar”.   Celebramos la fiesta del apóstol y evangelista san Mateo. Celebramos la historia de una conversión. Él mismo, en su evangelio, nos cuenta cómo fue el encuentro que marcó su vida, él nos introduce en un «juego de miradas» que es capaz de transformar la historia. Un día, como otro cualquiera, mientras estaba sentado en la mesa de la recaudación de los impuestos, Jesús pasaba, lo vio, se acercó y le dijo: «“Sígueme”. Y él, levantándose, lo siguió». Jesús lo miró. Qué fuerza de amor tuvo la mirada de Jesús para movilizar a Mateo como lo hizo; qué fuerza han de haber tenido esos ojos para levantarlo. Sabemos que Mateo era un publicano, es decir, recaudaba impuestos de los judíos para dárselo a los romanos. Los publicanos eran mal vistos e incluso considerados pecadores, y por eso vivían apartados y despreciados por los demás. Con ellos no se podía comer, ni hablar, ni orar. Eran traidores para el pueblo: le sacaban a su gente para dárselo a otros. Los publicanos pertenecían a esta categoría social. Y Jesús se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida como a Zaqueo, a Bartimeo, a María Magdalena, a Pedro y también a cada uno de nosotros. Aunque no nos atrevamos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada. Los invito a que hoy en sus casas, o en la iglesia, estén tranquilos, solos, hagan un momento de silencio para recordar con gratitud y alegría aquellas circunstancias, aquel momento en que la mirada misericordiosa de Dios se posó en nuestra vida. Su amor nos precede, su mirada se adelanta a nuestra necesidad. Él sabe ver más allá de las apariencias, más allá del pecado, del fracaso o de la indignidad. Sabe ver más allá de la categoría social a la que podemos pertenecer. Él ve más allá esa dignidad de hijo, tal vez ensuciada por el pecado, pero siempre presente en el fondo de nuestra alma, es nuestra dignidad de hijos. Él ha venido precisamente a buscar a todos aquellos que se sienten indignos de Dios, indignos de los demás. Dejémonos mirar por Jesús, dejemos que su mirada recorra nuestras calles, dejemos que su mirada nos devuelva la alegría, la esperanza, el gozo de la vida. Después de mirarlo con misericordia, el Señor le dijo a Mateo: «Sígueme». Y Mateo se levantó y lo siguió. Después de la mirada, la palabra. Tras el amor, la misión. Mateo ya no es el mismo; interiormente ha cambiado. El encuentro con Jesús, con su amor misericordioso, lo  transformó. Y allá atrás queda el banco de los impuestos, el dinero, su exclusión. Antes él esperaba sentado para recaudar, para sacarle a otros, ahora con Jesús tiene que levantarse para dar, para entregar, para entregarse a los demás. Jesús lo miró y Mateo encontró la alegría en el servicio. Para Mateo, y para todo el que sintió la mirada de Jesús, sus conciudadanos no son aquellos a los que «se vive», se usa, se abusa. La mirada de Jesús genera una actividad misionera, de servicio, de entrega. Sus conciudadanos son aquellos q los que Él sirve. Su amor cura nuestras miopías y nos estimula a mirar más allá, a no quedarnos en las apariencias o en lo políticamente correcto. Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día con una pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor? ¿Crees que es posible que un traidor se vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios? Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos. Dejémonos mirar por el Señor en la oración, la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira. Compartamos su ternura y su misericordia con los enfermos, los presos, los ancianos, las familias en dificultad. Una y otra vez somos llamados a aprender de Jesús que mira siempre lo más auténtico que vive en cada persona, que es precisamente la imagen de su Padre. Sé con qué esfuerzo y sacrificio la Iglesia en Cuba trabaja para llevar a todos, aun en los sitios más apartados, la palabra y la presencia de Cristo. Una mención especial merecen las llamadas «casas de misión» que, ante la escasez de templos y de sacerdotes, permiten a tantas personas poder tener un espacio de oración, de escucha de la Palabra, de catequesis y vida de comunidad. Son pequeños signos de la presencia de Dios en nuestros barrios y una ayuda cotidiana para hacer vivas las palabras del apóstol Pablo: «Les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados. Sean siempre humildes y amables, sean comprensivos, sobrellevándose mutuamente con amor; esfuércense en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef 4,2). Deseo dirigir ahora la mirada a la Virgen María, Virgen de la Caridad del Cobre, a quien Cuba acogió en sus brazos y le abrió sus puertas para siempre, y a ella le pido que mantenga sobre todos y cada uno de los hijos de esta noble nación su mirada maternal y que esos «sus ojos misericordiosos» estén siempre atentos a cada uno de ustedes, sus hogares, familias, a las personas que puedan estar sintiendo que para ellos no hay lugar. Que ella nos guarde a todos como cuidó a Jesús en su amor y que ella nos enseña a mirar a los demás como Jesús nos miró a cada uno de nosotros. Radio Vaticano.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
0 comentarios en “Francisco: ‘Dejemos que la mirada de Jesús recorra nuestras calles’
  1. ¿Es que el Vaticano no se entera, o sabe y calla?
    Para el papa jesuita hay pobres y menos pobres,
    depende del régimen.
    Silencio, y viva la política triunfalista…
    Puro «evangelio»

    (Efe) Tanto la ex presa política Marta Beatriz Roque, como la periodista independiente Miriam Leiva, han dicho que habían sido invitadas por la Nunciatura Apostólica en La Habana a asistir a esta actividad del Sumo Pontífice.
    Según ha explicado Roque varios oficiales de la policía, entre los que figuraba una mujer, la detuvieron con uso de «violencia» al obligarla a salir del automóvil en el que se trasladaba y seguidamente la condujeron a una unidad donde estuvo detenida unas tres horas.
    «Hubo una diferencia en el trato de ayer al de hoy», ha señalado Roque al recordar que se trata de su segundo arresto en las últimas 24 horas.
    En el caso de Leiva, la detención se ha producido en circunstancias similares, cuando viajaba en un «almendrón», como se denominan popularmente los autos antiguos privados que funcionan a modo de taxis colectivos.
    «El carro fue interceptado estrepitosamente por la Seguridad del Estado, que me llevaron a una estación de policía, y allí una oficial me advirtió que puedo participar en ninguna actividad de la visita del papa», ha relatado Leiva.
    Este sábado, las disidentes Roque, Leiva y la líder de las «Damas de Blanco», Berta Soler, también fueron detenidas temporalmente cuando intentaron acudir a la Nunciatura para saludar a Francisco a su llegada a esa sede diplomática vaticana en La Habana, donde se ha hospeda el Papa los dos primeros días de su estancia en la isla.
    Miembros de la disidencia interna cubana han denunciado este domingo decenas de detenciones y arrestos domiciliarios de opositores que han registrado desde que el Pontífice argentino inició su visita a Cuba.

  2. Analicemos la frase:
    «Dejemos que la mirada de Jesús recorra nuestras calles».
    .
    1º. ¿Dejemos? ¿Quién es nadie para dejar o no dejar que Jesús mire o deje de mirar lo que le parezca…?
    2º. ¿La mirada de Jesús? ¿Qué significa exactamente que «la mirada» recorra las calles? ¿Está buscando pecadores? ¿No se supone que conoce todos y cada uno de los entresijos de todos y cada uno de nosotros? ¿Para qué tiene que «recorrer las calles» con su «mirada»?
    .
    Es un sinsentido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles