En la Misa matutina celebrada en Santa Marta, el Papa ha hablado en su homilía de la confesión y del perdón de Dios, que no se cansa nunca de acoger a quien acude a Él.
La confesión no es un “juicio”, sino un “encuentro” con un Dios que perdona y olvida cada pecado de la persona que no se cansa de pedir su misericordia. Lo explicó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta a la que asistió un grupo de fieles.
Es el “trabajo de Dios, y es un trabajo “hermoso”: reconciliar. Porque “nuestro Dios perdona” cualquier pecado, lo perdona “siempre”, hace “fiesta” cuando uno le pide perdón y “olvida” todo. Francisco reflexionó sobre el pasaje de san Pablo a los Hebreos, en el que el Apóstol habla insistentemente de la “nueva alianza” establecida por Dios con su pueblo elegido, y en su homilía ofreció una meditación sobre el perdón.
Dios perdona siempre
El Papa Bergoglio explicó asimismo que “el Dios que reconcilia”, eligió enviar a Jesús para restablecer un nuevo pacto con la humanidad y el fundamento de este pacto es básicamente uno: el perdón. Un perdón que, como explicó el Santo Padre, tiene muchas características:
“Ante todo, ¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar. Cuando Pedro pregunta a Jesús: “¿Cuántas veces debo perdonar? ¿Siete veces?”. “No siete veces: setenta veces siete”. Es decir siempre. Así perdona Dios: siempre. Y si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, un poco arrepentido, pides perdón, ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre”.
Dios perdona todo y olvida
Sin embargo, la duda que podría surgir en el corazón humano está en el “cuánto” Dios está dispuesto a perdonar. Y bien – repitió Francisco –basta “arrepentirse y pedir perdón”: “No se debe pagar nada”, porque ya “Cristo ha pagado por nosotros”. El modelo es el hijo pródigo de la Parábola, que arrepentido prepara un razonamiento para exponerle a su padre, el cual ni siquiera lo deja hablar, sino que lo abraza y lo tiene junto a sí:
“No hay pecado que Él no perdone. Él perdona todo. ‘Pero, padre, yo no voy a confesarme porque hice tantas cosas feas, tan feas, tantas de esas que no tendré perdón…’ No. No es verdad. Perdona todo. Si tú vas arrepentido, perdona todo. Cuando… ¡eh!, tantas veces ¡no te deja hablar! Tú comienzas a pedir perdón y Él te hace sentir esa alegría del perdón antes de que tú hayas terminado de decir todo”.
La Confesión no es un juicio sino un encuentro
Además – prosiguió diciendo el Papa – cuando perdona, Dios “hace fiesta”. Y, en fin, Dios “olvida”. Porque lo que le importa a Dios es “encontrarse con nosotros”. De ahí que el Papa Francisco haya sugerido un examen de conciencia a los sacerdotes en el confesionario: “¿Estoy dispuesto a perdonar todo?”, “¿a olvidarme de los pecados de aquella persona?”. La confesión – concluyó – “más que un juicio, es un encuentro”:
“Tantas veces las confesiones parecen una práctica, una formalidad : ‘Bla, bla, bla…, bla, bla, bla…, bla, bla … Vas”. ¡Todo mecánico! ¡No! ¿Y el encuentro dónde está? El encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta. Éste es nuestro Dios, tan bueno. También debemos enseñar: para que aprendan nuestros niños, nuestros muchachos a confesarse bien, porque ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten una mancha. ¡No! Es ir a encontrar al Padre, que reconcilia, que perdona y que hace fiesta”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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«Hija de Mi Iglesia, si tú permaneces obediente a Mi Iglesia, no Me fallarás… Confiesa tus pecados a menudo, admitiendo que eres una pecadora, para que la Víbora, el padre de las mentiras, sea incapaz de engañarte… Con tu arrepentimiento siempre producirás el fruto apropiado: el fruto del amor; así que ven y crece en Mi Amor… Ven ahora y escribe Mi Mensaje…
Yo te digo, solemnemente, que el hombre que se lanza voluntariamente a los pies de la Bestia, adorándola y aceptando sus reinos del mundo, será arrojado al fuego del infierno. Quiero que ores por estas almas, hija, pues ellas son tan preciosas como tú lo eres para Mí.» TLIG 22.10.1996
Otra mentira de Bergoglio. La confesión claro que es un juicio. Se enjuicia nuestros pecados para poder asì perdonarlos. Este hombre no cree ni en la doctrina ni en los preceptos que enseña la santa Iglesia católica. Està, por lo tanto, fuera de Ella. Oremos por la verdadera conversión de estos lobos con piel de cordero.
«“¿Estoy dispuesto a perdonar todo?”, “¿a olvidarme de los pecados de aquella persona?”» A mí, Santo Padre, y con perdón por la irreverencia, me inporta un comino que el sacerdote me perdone o no, quien me importa que me perdone es Dios, en por medio del sacerdote (resumidamente). Ahora, que el sacerdote en cuanto él mismo me perdone o no…. Fite tú.
Qué bien lo que dice el Papa a algunos sacerdotes. Les amonesta para que el sacramento no sea una formalidad, sino que se convierta en un encuentro con el Señor.
Y claro que no es un juicio a la manera humana donde se castiga al culpable sino uno de misericordia ante el tribunal de Dios para el que la pide reconociéndose culpable.
Pero hay quienes su orgullo les impide advertir sus pecados, sus terribles pecados de rencor contra el hermano y a ellos Dios les dice:
«¡Arrepentíos! ¡Arrepentíos de vuestros pecados! ¿Qué hay de bueno en vuestra ofrenda a Mí si tenéis una serpiente enrollada en vuestro interior?» TLIG 20.03.91
La confesión es claramente un juicio. Cuando una persona se acercaba a confesar y manifestaba entre sus pecados que había robado, no se le podía dar la absolución hasta que no hubiera restituido lo robado. Este es un ejemplo claro de que la confesión es un juicio.
Otro elemento que se enjuicia en la confesión es el propósito de enmienda. Así en el caso de las personas que viven en adulterio, si este persiste, al momento de hacerse la confesión, no se puede dar la absolución. Por lo tanto, no es una «fiesta», sino un juicio puro y simple. Si Bergoglio no conoce la legislación de la propia Iglesia Católica que la estudie antes de hablar. Y otra cosa, emitir juicios o juzgar (me refiero a las personas que se dedican a dicha profesión) es una actividad totalmente honorable y determinante en la vida social.
Algún colaborador del Papa debería aconsejarlo antes de hablar. Hay cientos de lugares magisteriales, entre ellos Trento, que hablan del sacramento de la Penitencia como juicio. Pero no se preocupen: pronto aparecerá algún hermeneuta del Papa que aclarará lo que en realidad quería decir el Papa…
En RenL. cuya fuente es Zenit, titulan la última homilía de Bergoglio sobre la confesión con unas palabras dichas, como parece, por Francisco:
«Que aprendan los jóvenes a confesarse bien, no es como ir a la tintorería a quitarte una mancha»
La segunda parte está de más, y automáticamente deja la homilía al pié de los caballos.
En un juicio existe un justo juez y es a él y no al penitente al que corresponde juzgar. Una confesión que sólo confronta los pecados con una normativa moral es simplemente un autoenjuiciarse y por lo tanto inválido como confesión sacramental.
El Papa habla de un encuentro porque sólo ahí pueden verficarse los requisitos para confesarse bien. El sacerdote es Juez y Padre y tiene potestad para vislumbrar la excepción dentro de la norma. Cuántas confesiones son pura rutina sin arrepentimiento ni propósito de enmienda porque sólo se dicen los pecados «habituales» al confesor y se obvian por negligencia o ignorancia algunos mucho más graves que esos habituales.
A este Papa algunos no le quieren (suavemente dicho) porque les está pisando los huevos y moviéndoles la poltrona.
La confesión fundamentalmente es un SACRAMENTO donde Dios interviene directamente.
Dejémonos de mariconadas.
La Penitencia es un sacramento de la Nueva Ley instituida por Cristo donde es otorgado el perdón por los pecados cometidos luego del bautismo a través de la absolución del sacerdote a aquellos que con verdadero lamento confiesan sus pecados y prometen dar satisfacción por los mismos. Es llamado un “sacramento” y no una simple función o ceremonia porque es un signo interno instituido por Cristo para impartir gracia al alma. Como signo externo comprende las acciones del penitente al presentarse al sacerdote y acusarse de sus pecados, y las acciones del sacerdote al pronunciar la absolución e imponer la satisfacción. Todo este procedimiento es usualmente llamado, por una de sus partes, “confesión” y se dice que ocurre en el “tribunal de penitencias”, porque es un PROCESO JUDICIAL en el cual el penitente es al mismo tiempo acusador, la persona acusada y el testigo, mientras que el sacerdote pronuncia EL JUICIO y la sentencia.
Bergoglio en su libro El Jesuita suelta esta herejìa: «El pecado no es una mancha que tengo que borrar». A partir de este pensamiento, está claro lo que intenta hacer. ABOLIR DE LA IGLESIA Y LA CONCIENCIA EL CONCEPTO DE PECADO. Esto es 3.000 veces mas grave que lo de los «conejos».
Yo creo que si es un juicio. Un juicio opuesto al de los hombres, donde si el acusado se declara culpable es absuelto.
El Papa habla en Santa Marta para alentar a las personas alejadas del sacramento de la reconciliación acercarse al confesionario. No pretende instruirnos en la homilía sobre la teología de la confesión. Los llama al encuentro con Jesucristo también en el sacramento y alienta a los sacerdotes a facilitar ese encuentro.
Recuerdo hace 12 años atrás cuando fui a mi primera confesión. Y las siguientes. Me costaba muchísimo hasta que leí que Jesús, el mismo Jesús que me había visitado y llenado de amor, El mismo estaba detrás del sacerdote. Por años me alentó esa certeza hasta que Dios me concedió la gracia de confesarme con el deseo de Su perdón. Y también recuerdo el mal que me hizo leer un librito de esos que enseñan a confesarse «bien» que me llenó de escrúpulos y dudas.
Hace muy bien el Papa en alentar a la gente a que vuelva al sacramento y los puristas del lenguaje deben advertir que la eficacia del sacramento no reside en que se lo denomine juicio o encuentro.
¿Qué importancia puede tener para un pecador que hace años que no se confiesa si es que alguna vez lo hizo o para un joven al que se pretende atraer a ese sacramento que le repitan el catecismo? ¿Y para que le sirve que le digan que el sacramento es un juicio y de que naturaleza es ese juicio cuando lo que tiene que incorporar es la confianza en el perdón de Dios y pedir el don del Espíritu Santo de la compunción.
Y en verdad esta es una discusión por palabras sobre las que nos advirtió San Pablo 2Tim. 14-26 porque el Juicio que tendremos que experimentar al partir es al mismo tiempo un Encuentro. El definitivo o el último Encuentro con el Crucificado por cada uno de nuestros pecados.
Realmente vergonzoso para el colegio cardenalicio es, que a aquel, a quien ellos eligieron para que confirma a la Iglesia Universal en la Fé, los laicos tengamos que recordarle las enseñanzas del Catecismo, cuando en sus homilías las contradice. Resulta que recientemente comparó el valor de cursos del Catecismo de la Iglesia Católica con cursos de yoga o zen: “Pueden seguir un centenar de cursos de catecismo, un millar de cursos de espiritualidad, un millar de cursos de yoga o zen y todas estas cosas. Pero ninguna te dará la libertad como un Hijo (de Dios).» Sin embargo fué nadie menos que Cristo Jesús quien nos dijo: «Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”.
Querrá decirnos el Papa Francisco entonces, que en el Catecismo se encuentra tan poco la verdad, como en las prácticas del yoga o del zen? Cabe recordar aquí, que los jesuitas de hoy suelen apreciar muchísimo estos dos últimos, mientras desprecian el primero. Querrá decirnos el Papa acaso, que el Catecismo no refleja fielmente las enseñanzas de Jesucristo? Querrá decirnos que la verdad hay que buscarla fuera y no dentro de la doctrina de la Iglesia fielmente recogida y transmitida por el Catecismo?
Esto me remite a un hecho muy curioso. En dos de los párrafos más maravillosos de la encíclica «Lumen Fidei», firmada y aumentada en tres frases disonantes por el Papa Francisco, su verdadero autor, Benedicto XVI, escribía:
«46. (..)
He tocado así los cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite: la confesión de fe, la celebración de los sacramentos, el camino del decálogo, la oración. La catequesis de la Iglesia se ha organizado en torno a ellos, incluido el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento fundamental para aquel acto unitario con el que la Iglesia comunica el contenido completo de la fe, « todo lo que ella es, todo lo que cree »
(..)
48. Dado que la fe es una sola, debe ser confesada en toda su pureza e integridad. Precisamente porque todos los artículos de la fe forman una unidad, negar uno de ellos, aunque sea de los que parecen menos importantes, produce un daño a la totalidad. Cada época puede encontrar algunos puntos de la fe más fáciles o difíciles de aceptar: por eso es importante vigilar para que se transmita todo el depósito de la fe (cf. 1 Tm 6,20), para que se insista oportunamente en todos los aspectos de la confesión de fe. En efecto, puesto que la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia, quitar algo a la fe es quitar algo a la verdad de la comunión. Los Padres han descrito la fe como un cuerpo, el cuerpo de la verdad, que tiene diversos miembros, en analogía con el Cuerpo de Cristo y con su prolongación en la Iglesia. La integridad de la fe también se ha relacionado con la imagen de la Iglesia virgen, con su fidelidad al amor esponsal a Cristo: menoscabar la fe significa menoscabar la comunión con el Señor. (..)»
En la exhortación «Evangelii Gaudium» en cambio, esta sí completamente atribuible al Papa Francisco, se lee las conocidas frases disonantes, que parecieran atacar frontalmente a todos los católicos que están velando por esa misma «pureza e integridad» de la Fé, tan elogiada en «Lumen Fidei», acusándolos de un supuesto «neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar.» Es todo un arte, incluir tantas ofensas e insultos en tan solo dos frases! Es tambíén la prueba contundente, de que lo de «Quien soy yo para juzgar?» definitivamente no se refería a los católicos con celo por la «pureza e integridad» de la Fé. Para estos solo hay el juicio condenatorio y sin derecho a defensa ni misericordia.
“Si alguno dijere que la confesión de todos los pecados, no es un acto judicial…sea anatema” (Denzinger,919 – Documentos del Concilio de Trento)
Mercaba: § 7. CARÁCTER JUDICIAL DEL PERDÓN ECLESIÁSTICO DE LOS PECADOS
El ejercicio del poder eclesiástico de perdonar los pecados constituye un acto judicial (de fe).
1 Contra la teoría protestante de la «declaración», el concilio de Trento definió que la absolución sacerdotal es un acto judicial: «Si quis dixerit absolutionem sacerdotis non esse actum iudicialern», a. s.; Dz 919. Como explica el citado concilio, Cristo constituyó a los sacerdotes «como presidentes y jueces («tanquam praesides et iudices») para que en virtud del poder de las llaves pronuncien sentencia de perdón o de retención de los pecados» ; Dz 899.
Para que exista un proceso judicial se requieren esencialmente tres cosas : a) autoridad judicial («auctoritas iudicialis») ; b) conocimiento del estado de la cuestión («cognitio causae») ; c) sentencia judicial («sententia iudicialis»).
c) Después de haber examinado la culpa y la disposición del pecador, el sacerdote, como representante de Cristo, pronuncia la sentencia judicial en virtud de la cual los pecados quedan perdonados o retenidos. Lo mismo que el perdonar los pecados, el retenerlos constituye una positiva sentencia judicial («sententia retentionis» ; Dz 899), no una mera omisión del poder de perdonar. También la imposición de obras satisfactorias es acto del poder judicial.
Lo que con tanta frecuencia dice Francisco, no es católico.
El hecho de que el Catecismo no explicite de manera manifiesta que el Sacramento de la Reconciliación ES un acto judicial, no puede dar pie a que se suponga que NO ES un acto judicial. Esto es no saber razonar. Y además es ignorancia, porque el Catecismo no puede contradecir a Trento, que es un cocilio dogmático fundamental en la Historia de la Iglesia.
La realidad es que el Sacramento de la Confesión ES un acto judicial. Son pequeños juicios que nos libran de vernos condenados en el Juicio Individual por el que todos pasaremos.
Y el Papa acaba de decir que el Sacramento de la Reconciliación NO ES un acto judicial.
Que cada cual saque sus propias conclusiones.
La opinión del Papa sobre la Confesión es la idea que estaá detrás del diseño de los confesionarios de última generación, como los que hay en una parroquia de mi ciudad:
En el hueco adonde antes estaba el confesionario se ha dispuesto una mesa y dos asientos, uno a cada lado, a la vista de todo el mundo. La iluminación es muy fuerte, de manera que quien se confiesa acapara la atención de los fieles que van a misa. Nunca me he ido a confesar allí, pero pareciera que las (superesacsísimas) confesiones que allí se tramitan son muy interesantes, amenas, y conversadas.
Sólo falta el café.
A juzgar por las apariencias, creería que ni el «penitente» ni el confesor piensan que «eso» pueda ser un juicio.
Ricardo,
«En el hueco adonde antes estaba el confesionario se ha dispuesto una mesa y dos asientos, uno a cada lado, a la vista de todo el mundo. La iluminación es muy fuerte, de manera que quien se confiesa acapara la atención de los fieles que van a misa. »
pasa lo mismo en la iglesia de los jesuitas en la ciudad en la que vivo. Francisco no está solo. Y si no estuviera, habría otro igual que él.
Pidamos por la Iglesia. Esto no va a durar mucho más.