D. Manuel Guerra realiza para INFOVATICANA un análisis acerca de la unidad, con motivo del comienzo del Octavario por la unión de los cristianos.
El primer milenio cristiano, modelo para la unidad entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas. El Octavario por la unión de los cristianos se celebra cada año del 18 al 25 (festividad de la conversión de san Pablo) de enero, fechas muy adecuadas para, además de orar, reflexionar sobre cómo lograrla y sentir el desgarro de la unidad tan suplicada por Jesucristo: “Padre, que todos sean uno (…) para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21). ALGUNAS MATIZACIONES PREVIAS La Iglesia de Jesucristo es como un árbol gigantesco. Sus raíces, que lo sustentan y nutren, se hunden en la Trinidad divina con el Espíritu Santo como alma o savia que recorre todo el árbol y lo vivifica. Podríamos identificar el tronco con Jesucristo, así como con los Apóstoles y sus sucesores: los obispos (diócesis territoriales y personales, prelaturas personales). Sus ramas serían las distintas organizaciones católicas, a saber, las órdenes y congregaciones religiosas, los institutos religiosos y seculares, los movimientos eclesiales. Hay, además, algunas ramas más o menos desgajadas o, si se prefiere, desprendidas e hincadas en el suelo, que han logrado enraizar y tener vida autónoma (ortodoxos, anglicanos -episcopalianos en EE.UU- y protestantes). Lea el artículo completo de D. Manuel Guerra aquí.
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Tradicionalmente, este octavario (del 18 al 25 de enero) era para pedir por la unidad de la Iglesia Católica… pero tras el Concilio Vaticano II lo han transformado en “unidad de los cristianos”. Así nos va: no tenemos ni lo uno ni lo otro. Yo, personalmente, seguiré rezando por lo primero.
La Iglesia YA es una (y santa, católica y apostólica). Pio XI denuncia este error en su encíclica «Mortalium animos», cuya lectura es muy recomendable (http://aodvg.tripod.com/mortalium.html):
«Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación el de los católicos que trabajan, como hemos dicho, por la unión de las iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo: «Sean todos una misma cosa. Habrá un solo rebaño y un solo pastor», mas de tal manera :las entienden, que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concordante impulsión de las voluntades; pero en entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal.»
Es una promesa del Bendito Hijo de Dios, Nuestro Señor:
«Ah… hija, reza para que se unan la casa del Este y del Oeste, como dos manos cuando están unidas en oración, un par de manos, similares, y con belleza, cuando, unidas juntas, señalan el cielo en oración. Que esas dos Manos, pertenecientes al mismo cuerpo, trabajen juntas y compartan su capacidad y recursos una con otra… Que esas dos Manos Me eleven juntas, ah… ¿cuándo Me elevarán sobre el Altar esas Manos de Mi Cuerpo, sosteniéndome juntas?.
¡Oh, venid! Yo no quiero largos discursos. El que quiera ser el primero y el mejor entre vosotros debe ser esclavo de todos. ¡Yo estoy aquí! ¡Miraos a vosotros mismos! Y hay infinitos tesoros en Mi Corazón. Así es que no digáis: «¿dónde, dónde puedo Yo encontrar mi respuesta?» Equipaos con este tesoro de Mi Corazón y vosotros reuniréis a aquellos que se habían extraviado, y Yo reinaré sobre todos ellos y vosotros dedicaréis el Tesoro de Mi Sagrado Corazón a toda la tierra.» TLIG 15.06.1995