San Esteban Pongrácz fue un sacerdote jesuita rumano del siglo XVII que fue torturado y asesinado por los calvinistas al mando del Príncipe de Transilvania.
Esteban Pongrácz de Alvincz nació dentro de una antigua familia rumana de origen húngaro. Los Pongrácz era una de las familias más antiguas de la nobleza húngara, cuya nobleza fue confirmada por el rey Ladislao IV en el siglo XIII. Esteban nace en el Castillo de Alvincz, llamado así por ser el centro de la Alba Iulia romana, que estaba en propiedad de su familia, los condes Pongrácz de Alvincz desde hacía siglos.
Esteban ingresó muy joven a la Compañía de Jesús, tras haber finalizado sus estudios en Transilvania. En 1605, es enviado a Praga a estudiar filosofía, y más tarde en Eslovenia. Su afinidad con el estudio motivó a sus superiores a enviarlo unos años a Austria, para dar clases en el colegio jesuita de Klagenfurt. Sus estudios continuaron en Glaz y Estiria, hasta que en 1615 fue ordenado sacerdote.
Una vez ordenado, el gobernador de Košice, en Eslovaquia, pidió la presencia ahí del joven sacerdote, de quien había escuchado grandes cosas, para que ayudara a la pequeña comunidad católica de la zona, apesadumbrada por los conflictos étnicos y religiosos, especialmente aquellos con los calvinistas.
Estando en unos ejercicios espirituales en Croacia, escucha acerca de la persecución que Gabriel Bethlen de Iktár, príncipe de Transilvania, adepto a la causa calvinista, está haciendo contra los católicos de Košice, la ciudad a la que estaba destinado. Esteban y sus compañeros, Marco Krizevcanin (Crisino) y Melchor Grodziecki se trasladan a toda prisa a Eslovaquia para auxiliar a aquellos a quienes estaban llamados a servir.
El 3 de septiembre de 1619, los tres sacerdotes fueron apresados por las tropas del príncipe de Transilvania. A los sacerdotes se les privó de agua y pan durante los días de su prisión, en los cuales fueron salvajemente torturados, intentado hacerlos renegar de su fe, la cual era llamada por los calvinistas como la «religión de los tiranos» por ser la confesión de los Habsburgo.
El 7 de septiembre, los sacerdotes Marco y Melchor mueren por las heridas producidas por las numerosas torturas, y al día siguiente, su compañero Esteban les acompaña en la gloria del martirio.
El 1 de noviembre de 1904, el Papa San Pío X beatificó a los tres sacerdotes mártires, y el 2 de julio de 1995, fueron canonizados por el Papa San Juan Pablo II.
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