«La misa es tan aburrida. ¿Qué tan seguido habéis escuchado eso de vuestros hijos en la mañana del domingo? ¿Qué tan seguido lo escuchan nuestros profesores y catequistas mientras preparan a los niños para la misa? Y, hay que admitirlo, ¿qué tan seguido nos lo hemos dicho a nosotros mismos?».
Con estas palabras, el cardenal Dolan, arzobispo de Nueva York, comienza una interesante carta en la que dirige a sus fieles la preocupación que tiene por aquellos católicos que dejan de lado una parte tan esencial de la vida cristiana y el seguimiento de Cristo, como lo es ir a misa una vez por semana, por el simple hecho de aburrirse mientras esta transcurre.
El cardenal Dolan no es el primero en abordar este tema. Hace algunos años, el carismático cardenal Arinze, entonces prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ya decía que si vamos a misa «es para adorar a Dios, y no para ver un espectáculo».
«Podemos encontrar que muchas actividades importantes de la vida son aburridas», decía el cardenal Dolan en su carta, citando por ejemplo las visitas al médico o al dentista, «votar no es precisamente algo enervante». El valor de estas cosas, precisaba el cardenal, no está en que nos encontremos «en éxtasis» mientras las realizamos.
La carta continúa con una interesante anécdota de la vida cotidiana que se relaciona con la misa a modo de metáfora:
«Un caballero me estaba contando acerca de la cena del domingo por la noche con su familia, lo más importante de la semana cuando él era joven. La comida era buenísima porque su madre la cocinaba excelentemente, y la mesa era muy alegre porque su padre siempre estaba ahí.
Aún después de casarse y tener sus propios hijos, siempre iba a casa de sus padres para la cena de domingo. Cuando sus hijos se hicieron un poco mayores, preguntaron si «tenían que ir» porque, sí, a veces les parecía «aburrida». Si, tenéis que venir, él respondía, porque no vamos ahí solo por la comida, sino por el amor, porque mamá y papá están ahí.
Se emocionó mientras recordaba eso. Mientras mamá y papá se hacían viejos, la comida dejó de ser tan buena, y la compañía no era tan chispeante, pero nunca se la perdía, porque ese evento del domingo tenía un significado profundo, incluso cuando mamá quemaba la lasaña y papá cabeceaba.
Y ahora, concluyó, daría lo que sea por estar ahí nuevamente, porque mamá ya no está, y papá se ha ido a un hogar.
Así que ahora él y su esposa son los anfitriones, y él espera que algún día sus hijos puedan traer a sus cónyuges y sus hijos a la mesa de domingo.»
«La misa no se trata de nosotros, se trata de Dios», recordaba el cardenal, «lo que hace Jesús siempre funciona y nunca es aburrido. La misa no es una tarea tediosa que hacemos por Dios, sino un milagro que Jesús hace con y para nosotros.»
Estas palabras del cardenal Dolan, cobran especial relevancia en España, ahora que un estudio ha dicho que tan solo un 13,2% de la población asiste a misa una vez por semana, ello en un país donde el 69,7% se define como católico.
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Como bien dice el cardenal Dolan, «la misa no se trata de nosotros». Y menos se puede convertir en un espectáculo. Ni por parte de los fieles, que pueden llegar a ver como simpáticos y modernos gestos y actitudes ajenos por completo a la misa, ni por parte del celebrante que puede tener la tentación de acaparar un protagonismo que no le corresponde. En cuanto al sacerdote, lo principal es que celebre con unción. Que celebrando con unción, ya puede hablar entrecortado o ser poco elocuente, que habrá cumplido perfectamente con su misión. Que las misas no están ni para hacer una demostración de todo lo que se sabe ni para lucirse con inflexiones de voz.
lo que die Dolan tiene mucha razón no se trata de nosotros si no de Dios.
Ahora bien eso no quiere decir que la misa tenga que ser necesariamente aburrida, se puede celebrar una eucaristía con toda la unción y cargada de espiritualidad sin necesidad de espantar a los feligreses. ya vi celebraciones en la catedral de Madrid celebradas con mucha ponpa y protocolo litúrgico donde incluso algún vicario episcopal se durmió. Eso no es celebrar nada si no repetir un rito.