No más víctimas de la ‘Ndrangheta,» que no suceda «nunca más». Con estas apremiantes palabras el Papa Francisco recordó al pequeño Cocó Campolongo, quien murió en un atentado en el coche de su abuelo este invierno, víctima de la criminalidad organizada. El Santo Padre saludó a los padres y las dos abuelas del niño que murió a los tres años de edad. Según palabras del Papa transmitidas por mons. Galantino, obispo de all’Jonio Cassano, «la vista a la cárcel fue un momento muy intenso «. Además dijo que el Papa “ha rezado mucho y está orando por Coco» y por todos los niños víctimas de este sufrimiento». (MZ-RV)
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De la era de los papas «preconciliares», que aparecían como «semidioses» a los que no se podía ni saludar, como mucho besarles los pies, mirarlos con temor reverencial… El papa Francisco se deja tocar, es asequible, para escándalo de los más ultratradicionalistas, que sienten que el papa Francisco con este tipo de gestos está desacralizando el papado.
Jesús, el Cristo, el Mesías, comía con pecadores, con prostitutas, con gente marginal, y fue crucificado, lo más probable es que desnudo, entre dos malhechores, pero el sucesor de Pedro, vicario de Cristo en la Tierra, para muchos debe volver a ser una figura que vuelva a «sacralizar» el papado: distancia, no dejarse tocar tan fácilmente, nada de gestos para la galería, nada de coloquialismos ni abrazos ni saludos -y mucho menos, si los gestos y abrazos salen al encuentro de personas no católicas o salen al encuentro y el abrazo de católicos de pensamiento crítico o conducta moral reprobable-, nada de casposa cercanía a la plebe exaltada o borracha de ansias democráticas.
Trono y altar, teocracia, verticalidad eclesial. Lo dijo San Pío X: «La Iglesia es una sociedad de naturaleza desigual, con dos estamentos: el estamento clerical, que pastorea, manda; y los laicos, que obedecen».
Me quedo con esta anécdota, que solía contar ese maestro de militantes cristianos que se llamó Julián Gómez del Castillo: «En cierta ocasión un papa de los dos últimos siglos, recibió en el Vaticano a su anciana madre. Y le dijo, cuando esta llegó a su presencia, mostrándole su anillo: ‘¿No besas el anillo del Papa?’ A lo que esta respondió: ‘No te ensoberbezcas tanto, porque antes que ese anillo tuyo existió este’ Y le mostró el suyo que llevaba, de esposa humilde y humilde limpiadora-fregadora de pisos, en una época en la que no se había inventado aún la fregona…»