Las meditaciones que escuchó el Papa en los ejercicios

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ejercicios aracciaL’Osservatore Romano, publicó algunas predicaciones de Mons. Angelo De Donatis, director de los ejercicios espirituales para Cuaresma del Papa Francisco y la Curia Romana, en las que invita a un hacer examen de conciencia sobre el tema “La purificación del corazón”. “¿Por qué la gente, viendo la cantidad de trabajo y obras que ha realizado la Iglesia, no adora al Padre? Hay algo que evidentemente no funciona. Por tanto no hace falta ir continuamente a la búsqueda de los aplausos, ni alimentar envidias clericales… en realidad, todo debería surgir como fruto del Espíritu. Estamos demasiado habituados a hacer proyectos y después a pedir al Señor que nos ayude para que no vaya mal la misión, cuando en cambio es indispensable cambiar de perspectiva: se empieza cavando, después se tira la semilla, se riega y al final llega el grano. De este modo, los frutos de la fe nacen realmente del encuentro con Dios y el hombre”, invitó a reflexionar Mons. De Donatis durante la jornada del lunes. Desde la casa Divino Maestro, en la localidad romana de Ariccia –donde la Curia realizó los ejercicios del 9 al 14 de marzo-, Mons. De Donatis dedicó gran parte de la meditación a la relación entre las obras del hombre y la gracia de Dios, haciendo referencia al pasaje de la carta de San Pablo a los Efesios, con la que recordó de modo particular que nuestro deber no es hacer ver al mundo qué hace la Iglesia, sino hacer ver qué hace Dios a través de nosotros. “Tenemos que comprometernos en reconocer que todos somos simplemente pecadores perdonados. Estamos salvados por la gracia de Dios, como recuerda varias veces San Pablo, no por las obras de la ley. Es necesario liberarnos de la tentación de deber hacer siempre hacer algo que olvidamos, y es que en realidad, hemos sido salvados gratuitamente. Hoy día está muy difundida este hambre de aparecer con nuestras obras. Pero la verdadera ‘buena obra’ es Cristo”, explicó. Mons. De Donatis, párroco de San Marco Evangelista al Campidoglio, también hizo referencia en una de las reflexiones al pasaje del Evangelio de la Tormenta en el mar de Galilea para subrayar de modo particular cómo el mundo, más que reconocer la presencia y la obra de Dios, se asusta, “porque tiene una imagen de Él que da miedo: la misma que tenían también los discípulos, quienes ante la tempestad tuvieron miedo y se dejaron llevar por un gran temor”. “Esto ocurre cuando en nuestros corazones no habita Cristo, sino una religión esteril: aquella de un Dios terrible, horrible, que no usa la misericordia”, aseguró. “De la fe –recordó-, hemos pasado a una religión donde conviven la afirmación del fariseísmo, según la cual, estamos por encima del pecado por nosotros mismos, y la práctica del ascetismo proviene del estoicismo: ‘Es necesario hacer esto, yo haré esto’. Pero el Señor, ha subrayado, arriba camino por otros caminos. Y así nos hace entender que todas estas actuaciones no representan el camino correcto. Es necesario por tanto, purificar nuestro ánimo de las falsas imágenes de Dios para poder iniciar un verdadero camino de vida auténtica”. Mons. De Donatis comenzó la jornada de ejercicios espirituales del 11 de marzo con una metáfora, indicando que el hombre es como una “granada”, porque “en su interior tiene muchas semillas carnosas, tantas como los elementos de la creación. Dios los ha unido todos en una masa sobre la cual, después, echó su soplo de la vida”. Mons. De Donatis se sirvió literalmente de un fruto de granada, maduro y compacto, para explicar la idea de la belleza humana, “una belleza –dijo-, que está destinada a deshacerse si se impide artificialmente el soplo de Dios, es decir, el amor misericordioso que Él nos dona para que penetre profundamente”. Por tanto “cada uno de esas pequeñas semillas, tomadas por las ganas de la autoafirmación, trata de expandirse con una relación déspota con los demás, que llegan a provocar la explosión e incluso, la desintegración del fruto”, remarcó. El sacerdote italiano se refirió también al Evangelio según San Marcos, donde Jesús libera a un hombre endemoniado. Los demonios abandonan su cuerpo por la salvación de Jesús y después se apoderan de una piara de cerdos, que acaban enfurecidos despeñándose por un precipicio y ahogados en el mar. Más tarde, los hombres que cuidaban a los cerdos corrieron para difundir la noticia de que se habían quedado sin manada. “Este episodio –señaló Mons. De Donatis-, por la reacción de los propietarios de los cerdos nos acerca a lo que ocurre hoy día en el mundo. En efecto, nadie se entera de que aquél joven había sido liberado del demonio, volvía a la vida, porque estaban más bien preocupados por el daño económico provocado por la muerte de dos mil cerdos, hasta el punto de echar a Jesús. Quien se fue sin decir nada”. “Por tanto, una ideología económica impidió a aquellos hombres encontrar a Jesús. La religión se opone ante la ideología pagana”. “Jesús echa a los demonios. Y el hombre se encuentra libre, liberado por Dios. Ya no tiene miedo, es libre del mido. Dios lo ha salvado. Lo ha salvado no porque hiciera algo extraordinario, sino para que le llegara el amor misericordioso de Dios. Y para llegar a este amor, necesitamos la ayuda del Espíritu Santo. Sin esto sería una empresa imposible. No sirven por tanto nuestras obras para llegar a Dios, lo que es necesario es la esencialidad del amor en Cristo”, concluyó el predicador.

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