Melgar: «Nuestras familias se han ido descristianizando y convirtiendo en auténticas familias ateas, en las que Dios no tiene lugar»

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melgar-viciosaEl Obispo de Osma-Soria, Gerardo Melgar, ha presentado la Carta pastoral sobre el itinerario para la evangelización de la familia que puede descargar aquí: Itinerario para la evangelización de la familia

Con esta nota presentaba su carta pastoral el obispo:

Queridos diocesanos:

Recientemente salía a la luz la Carta pastoral que, como vuestro Obispo, publicaba para mostrar un camino concreto de evangelización de la familia actual. Todos somos conscientes de que en nuestra sociedad se han producido cambios rápidos, profundos y fundamentales que han tenido una caja de especial resonancia en la familia. De hecho, yo diría que la familia ha cambiado más acelerada y profundamente que otras instituciones y, en general, para mal. En estos cambios se ha hecho hueco el laicismo radical (que le ha llevado a prescindir de Dios) y el materialismo absoluto (que le ha hecho valorar sólo lo material, verdadero y único dios al que servir); estos cambios han llegado a la familia dando lugar a un tipo de familia sin Dios, cuya única lucha y motor de acción es tener más aunque para ello haya que olvidar otros aspectos fundamentales de la vida de la persona y de la misma familia.

Nuestras familias, incluso aquellas que nacieron en el Sacramento del matrimonio y de las cuales habría que suponer que son familias cristianas, se han ido descristianizando y convirtiendo en auténticas familias ateas; familias en las que Dios no tiene lugar ninguno, en las que los padres no viven las exigencias de su identidad de cristianos ni se sienten preocupados por la transmisión de la fe a sus hijos. Dios es el gran ausente de nuestras familias no porque Él no esté presente sino porque nosotros nos hemos empeñado en no admitirle o en expulsarle de ellas.

Llevados de la mano del laicismo y del materialismo reinantes en la sociedad, muchos padres han dejado de ser transmisores a los hijos de los grandes valores humanos para centrarse sólo en inculcarles aquellos que hablan de bienestar, de ser más en la sociedad aunque para ello tengan que ir dando codazos a los demás, etc. Poco a poco, vamos añadiendo nuevos eslabones en la cadena de descristianización de las familias: una familia descristianizada producirá otras semejantes cuando sus hijos formen la suya; aquí encontramos una primera explicación a la actual situación en la que la gran mayoría de nuestras familias son verdaderas familias sin Dios.

No podemos engañarnos: es duro el panorama, es real y es algo que a todos nosotros, como Iglesia, nos preocupa o debería preocuparnos porque estamos convencidos de que la familia y cuanto en ella se vive fundamenta la madurez de las personas; lo que se vive en el seno familiar va a quedar como sustancial para saber orientar la vida por un camino u otro. La familia según el querer de Dios ha tenido, tiene y tendrá una misión insustituible en la formación de las personas y de los cristianos.

Tenemos que recuperar la misión que la familia ha de cumplir; no podemos resignarnos a que la familia haya dejado de ser lo que siempre ha sido para convertirse en algo en lo que no la reconocemos. Hemos de evangelizar nuestras familias si queremos formar a los hijos en los valores humanos auténticos y que la vivencia cristiana recupere la importancia que debe tener. Hemos de evangelizar nuestras familias y rezar con nuestros hijos para que ellos tengan una buena experiencia de la importancia que tiene la oración, de la ayuda que Dios nos presta en cada momento, de la presencia de Dios en nuestras vidas. Hemos de lograr hacer de la familia ese ambiente que los hijos necesitan para crecer en armonía, formándose como personas y como cristianas.

Como medio para lograr todos estos objetivos he elaborado esta Carta pastoral que he titulado “Itinerario para la evangelización de la familia” en la que resalto algunos aspectos importantes a cuidar:

1. Debemos ayudar a los novios a aprovechar el periodo del noviazgo para lo que se debe: conocerse bien en todos los sentidos y ser capaces de elaborar un verdadero proyecto de matrimonio y de familia que, en un futuro, van a construir juntos en una misma dirección.

2. Debemos ayudar a los padres a asumir el auténtico compromiso de educar en la fe a sus hijos para que, desde su ejemplo, tengan una verdadera experiencia de lo que es y para lo mucho que sirve dejar que Dios entre en sus vidas.

3. Debemos animar a los matrimonios, especialmente en los primeros años del mismo, a cuidarse y cultivarse como matrimonios cristianos, participando en grupos de oración o en grupos de reflexión y ayuda para vivir su matrimonio como habían pensado siempre; ayudarles a formarse para ser unos buenos padres, participando en la escuela de padres e implicándose en todas las etapas por las que pasan los hijos.

Queridos matrimonios y queridos padres: vuestros hijos necesitan que les ofrezcáis y les eduquéis en todos aquellos aspectos que la sociedad no los educa o los educa mal; si no lo hacéis vosotros, lo hará la calle. Vuestros hijos necesitan tener experiencia de amor entre vosotros y hacia ellos; necesitan saber que vosotros contáis con Dios sin olvidaros ni prescindir de Él; necesitan vuestro interés y vuestro ánimo, no sólo para encontrar un camino para sus vidas con más salidas sino un camino donde realmente ellos puedan ser felices; necesitan ese “calor de hogar” que les haga sentirse realmente felices. Esta experiencia va a contar en su vida mucho más que toda la riqueza del mundo y, desde luego, van a recordarla siempre como algo nuclear que vivieron en su propia familia.

Todos tenemos ante nosotros este reto apasionante y urgente: evangelizar la familia para que la familia sea el lugar de educación autentica y de evangelización de los hijos; sí, una familia que prescinda de Dios está privando a los hijos de lo más importante; padres, ellos necesitan verlo en vosotros y vivirlo en vuestra propia familia.

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