Ser cristianos. El desafío de la Iglesia de Francisco, el desafío de la Iglesia de Benedicto.
«En el desarrollo histórico de la Iglesia se manifiesta, sin embargo, también una tendencia contraria, es decir, la de una Iglesia satisfecha de sí misma, que se acomoda en este mundo, es autosuficiente y se adapta a los criterios del mundo».
Y sigue: » Así, no es raro que dé mayor importancia a la organización y a la institucionalización, que no a su llamada de estar abierta a Dios y a abrir el mundo hacia el prójimo».
Por último: » Liberada de fardos y privilegios materiales y políticos, la Iglesia puede dedicarse mejor y de manera verdaderamente cristiana al mundo entero; puede verdaderamente estar abierta al mundo».
¿Quién lo ha dicho?
Uno pensaría inmediatamente en el Papa Francisco, el cual ha hecho de la Iglesia «pobre para los pobres» su bandera desde su primer encuentro con los periodistas, resaltando varias veces como «las instituciones sirven, pero hasta un cierto punto» y pidiendo incluso a los futuros nuncios «mantener su libertad interior».
Pero las palabras con las que inicia este artículo no han sido pronunciadas por el Papa Francisco. Son de Benedicto XVI, quien las pronunció en Friburgo el 25 de septiembre de 2011, durante un encuentro con los católicos comprometidos en la Iglesia y en la sociedad.
No eran palabras sólo adecuadas para contextualizar dentro de la situación alemana. La Iglesia en Alemania es rica gracias al Kirchensteuer, el impuesto del Estado sobre la religión – que tiene una recaudación considerable –, y ha podido multiplicar estructuras y actividades caritativas, con gran satisfacción de sí misma, pero perdiendo de vista a Dios y convirtiendo en centro a las estructuras.
Lo que hace sufrir, sobre todo, es el hecho de que en las estructuras de inspiración cristiana cada vez se emplean menos cristianos. Pero el cuidado, el amor hacia el prójimo, el sentido mismo de la misión de la Iglesia vienen de la visión cristiana. En nombre del servicio social se pierde una identidad, y al perder una identidad se pierde el sentido de la Iglesia.
Pero como ya hemos dicho, no es sólo un problema alemán. Recientemente, el secretario de la conferencia episcopal italiana, Mariano Crociata, hablando ante más de 400 trabajadores de instituciones sanitarias de inspiración católica, pidió a todos que preservaran la propia identidad, evidenciando la necesidad de tener personal con formación católica en dichas instituciones.
De manera más general, ampliando el radio a todas las estructuras que se denominan a sí mismas de inspiración cristiana, se ha debatido mucho, por ejemplo, sobre el problema de la identidad de las universidades católicas. Una disputa que es muy fuerte en los Estados Unidos y que es llevada adelante, entre otros, por la Cardinal Newman Society, la cual no pierde la ocasión para insistir sobre las injerencias del estado en la elección del personal de los colegios católicos, pero tampoco de señalar con el dedo a esas universidades que se separan cada vez más de las enseñanzas católicas.
Hay un libro que también habla de esto, escrito por Manfred Lütz junto al cardenal Paul Josef Cordes, presidente emérito de Cor Unum. Se titula “La herencia de Benedicto y la misión de Francisco. ‘Demundanización’ de la Iglesia” y delinea una cierta continuidad, precisamente, entre el discurso de Friburgo y las palabras del Papa Francisco. Cordes y Lütz se lo han entregado a Benedicto XVI, el cual habría dicho que sí, que hay un cierta continuidad teológica.
Sin embargo, más allá del eslogan, habrá que ver el modo concreto con el que Francisco llevará adelante este compromiso. Durante su pontificado, Benedicto XVI no sólo sostuvo la importancia de la «demundanización» – que significa, según la interpretación de mons. Ludwig Müller, «separar y unir» – sino que levantó una estructura legalmente fundada para superar el problema de la identidad. La fe, en el fondo, es verdaderamente importante. Pero, ¿cómo se puede alimentar la fe si después no se pide una adherencia al Evangelio en el momento de enseñar, de curar, de llevar a cabo obras de caridad en nombre de la Iglesia?
Con Benedicto XVI hubo una reforma de la Caritas Internationalis bajo el lema «caritas in veritate», la caridad en la verdad (no es casual que sea también el título de la encíclica social de Benedicto XVI), y después del motu proprio «Intima ecclesiae», que ha regulado las estructuras de caridad diocesanas, reforzando el control de los obispos diocesanos sobre las mismas.
El Papa Francisco empieza desde aquí. En el horizonte hay una reforma de la «Pastor bonus», la constitución apostólica que reglamenta el trabajo de los dicasterios romanos. ¿Su objetivo será una reforma de los corazones o sólo una mera reorganización?
En el fondo, » no se trata aquí de encontrar una nueva táctica para relanzar la Iglesia. Se trata más bien de dejar todo lo que es mera táctica y buscar la plena sinceridad, que no descuida ni reprime nada de la verdad de nuestro hoy, sino que realiza la fe plenamente en el hoy, viviéndola íntegramente precisamente en la sobriedad del hoy, llevándola a su plena identidad, quitando lo que sólo aparentemente es fe, pero que en realidad no es más que convención y costumbre».
Lo dijo Benedicto XVI en Friburgo, pero nadie pareció darse cuenta en esa ocasión.
Por Andrea Gagliarducci
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