Los escándalos en la Iglesia ocurren porque no hay una relación viva con Dios y con su Palabra. De esta forma, sacerdotes corruptos, en vez de dar el pan de la vida, dan un alimento envenenado al santo pueblo de Dios: lo afirmó el Papa Francisco en su homilía matutina, durante la Misa presidida este jueves en la Casa de Santa Marta y concelebrada con el Cardenal condenado por encubrir a pederastas, Roger Mahony.
Comentando la lectura del día y el salmo responsorial, que narran una dura derrota de los israelitas por obra de los filisteos, el Pontífice observó que el pueblo de Dios en aquella época había abandonado al Señor. Se decía que la Palabra de Dios era “rara” en aquel tiempo. El viejo sacerdote Elí era un “tibio” y sus hijos “corruptos, asustaban al pueblo y lo golpeaban”. Los israelitas para combatir contra los filisteos utilizan el arca de la alianza, pero como una cosa “mágica”, “una cosa externa”. Y son derrotados: el arca es tomada por los enemigos. No hay verdadera fe en Dios, en su presencia real en la vida:
“Este pasaje de la Escritura nos hace pensar en cómo es nuestra relación con Dios, con la Palabra de Dios: ¿es una relación formal? ¿Es una relación lejana? La Palabra de Dios entra en nuestro corazón, cambia nuestro corazón, tiene este poder o no, es una relación formal, ¿todo bien? ¡Pero el corazón está cerrado a aquella Palabra! Y nos lleva a pensar en tantas cosas de la Iglesia, en tantas derrotas del pueblo de Dios simplemente porque no siente al Señor, no busca al Señor, ¡no se deja buscar por el Señor! Y luego después de la tragedia, la oración: ‘Pero, Señor, ¿qué ha pasado? Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, todos en derredor se burlan y se ríen. Servimos de escarmiento a las naciones, y los pueblos menean la cabeza”.
El Papa reflexionó sobre los escándalos de la Iglesia:
“Pero ¿nos avergonzamos? Tantos escándalos que no quiero mencionar individualmente, pero que todos conocemos… ¡Sabemos cuáles! Escándalos, algunos que han costado tanto: ¡está bien! Se debe hacer así…. ¡La vergüenza de la Iglesia! ¿Pero nos hemos avergonzado de aquellos escándalos, de aquellas derrotas de sacerdotes, de obispos, de laicos? La Palabra de Dios en aquellos escándalos era una cosa rara; en aquellos hombres y en aquellas mujeres la Palabra de Dios ¡era rara! ¡No tenían un lazo con Dios! Tenían una posición en la Iglesia, una posición de poder, también de comodidad. ¡Pero no la Palabra de Dios! ‘Pero, yo tengo una medalla’; ‘Yo llevo la Cruz’… ¡Si, como esos llevaban el arca! ¡Sin la relación viva con Dios y con la Palabra de Dios! Me viene a la mente aquella Palabra de Jesús para aquellos por los cuales vienen los escándalos… Y aquí el escándalo ha venido: toda una decadencia del pueblo de Dios, hasta la debilidad, a la corrupción de los sacerdotes”.
El Obispo de Roma concluyó su homilía dirigiendo su pensamiento al pueblo de Dios:
“¡Pobre gente! ¡Pobre gente! No damos de comer el pan de la vida; no damos de comer – en aquellos casos – ¡la verdad! Y hasta damos de comer comida envenenada, tantas veces! ‘¡Despiértate, porque duermes Señor!’. ¡Que ésta sea nuestra oración! ‘¡Despierta! ¡No nos rechaces para siempre! ¿Por qué escondes tu rostro? ¿Por qué olvidas nuestra miseria y opresión?’. Pidamos al Señor no olvidar jamás la Palabra de Dios, que es viva, que entre en nuestro corazón y no olvidar jamás al santo pueblo fiel de Dios, ¡que nos pide un alimento fuerte!”.
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No entiendo la súplica…¡Despiértate, porque duermes Señor! ¡No nos rechaces para siempre! ¿Por qué escondes tu rostro? ¿Por qué olvidas nuestra miseria y opresión?
Como si nuestro Señor no estuviera al tanto de todo en todo momento. ¿Qué es esto de andar reclamando a Dios todo el rato?, antes la oración del ¿por qué? no me parece una práctica que lleve a buen término.