Jesús Fernández: «la renovación eclesial necesita de la aportación de todos»

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el-papa-saluda-a-jesus-fernandez Religión digital entrevista al recién elegido obispo auxiliar de Santiago, Jesús Fernández.

¿Qué sintió, cuando el Nuncio le comunicó su nombramiento?

Los sentimientos que surgieron en mí fueron muchos y hasta encontrados: sorpresa, inquietud, pequeñez, llamada a ser fiel a mi vocación de servicio a través del ministerio apostólico, gratitud al Santo Padre y a la Iglesia, gozo de colaborar con el Arzobispo Julián Barrio en el pastoreo de una Iglesia particular tan emblemática como Santiago de Compostela…

¿Podría definirse como persona?

Creo que soy una persona muy normal. Me gusta llevar una vida sencilla, sana, deportiva. Disfruto mucho con las personas y las cosas naturales: con la familia, con los amigos, con el deporte, con la naturaleza hecha mar, montaña… No soy persona de muchas ni altisonantes palabras, pero me gusta ir a lo esencial, imprimiendo un sello cordial a lo que digo. Cada día trato de ser coherente con lo que creo y valoro la fidelidad por encima de todo.

¿Y como sacerdote?

Soy un presbítero feliz de serlo. En ese sentido, doy gracias a Dios continuamente por las personas que puso en mi camino y que me han ayudado a madurar la llamada inicial; particularmente, agradezco a Dios la ayuda que me ha prestado el Seminario, institución a la que he estado ligado de una u otra forma durante treinta y tres años de mi vida. Mi ministerio se siente especialmente arropado y feliz en aquellas comunidades eclesiales en que se respira aire de familia y entusiasmo por la evangelización. Finalmente, me gusta organizar el trabajo de forma realista, es decir, respondiendo a las necesidades de las personas, de forma programada, responsable, comunitaria y generosa hacia los menos favorecidos.

Los que lo conocen lo califican de sacerdote con «olor a oveja». ¿Su designación confirma que la primavera de Francisco está llegando a España también en los nombramientos episcopales?

No me considero el más adecuado para responder a esta pregunta. No obstante, sí puedo asegurar que disfruto mucho siendo pastor en medio del pueblo de Dios y que me siento especialmente identificado con la gente sencilla de nuestras comunidades, sobre todo, de las más pequeñas y con aquellas otras que, sin ser creyentes, buscan honestamente a Dios.

¿Le preocupa el no ser gallego? ¿Lo va a aprender?

No está entre mis preocupaciones el no ser gallego, sino entre mis ilusiones. Sin renunciar a ser leonés, he comenzado ya a sentirme gallego de adopción. Creo que son muchas las cosas que nos unen a gallegos y leoneses: el Camino, la historia de santos como S. Froilán nuestro patrono… Pero, sobre todo, nos une el ser personas y el formar parte de una Iglesia que es católica, que no tiene fronteras. La encarnación es una de los criterios que ha de seguir el evangelizador; en este sentido, uno de mis proyectos personales pasa por entender y hablar el gallego.

Algunos dicen en Galicia que el nombramiento de un leonés para Compostela deja en evidencia al clero gallego

No creo que sea así. Lo que dejaría en evidencia al clero gallego es que fuera infiel a su vocación presbiteral y no sirviera al pueblo de Dios desde su ministerio, y eso no sucede. Galicia está plagada de hombres cuyo anhelo diario es predicar el Evangelio y cuidar la formación de los fieles, hacerles partícipes de la vida divina celebrando para ellos los sacramentos, y pastoreando en la caridad a todos. Galicia tiene sin duda muchas realidades grandes y hermosas, pero ninguna comparable a ésta.

Hijo de una familia humilde, parece que hasta trabajó usted de peón de albañil. ¿Qué es lo que más le agradece a sus padres?

A mis padres les agradezco, sobre todo, la vida y el cuidado de esa vida y, les agradezco la fe que me inculcaron desde pequeño. Como nos debe suceder a todos, con los años voy valorando más lo que han hecho por mí. Con ocasión de sus visitas, frecuentemente me he sorprendido a mí mismo contemplando sus manos. Cuando las veo ya gastadas y hasta un poco deformadas, me siento especialmente conmovido y agradecido por tanto trabajo y tantas caricias como Dios y ellos mismos me han hecho y me siguen aún haciendo. Y, en fin, les tengo que agradecer también su honestidad y su acompañamiento silencioso a mis preocupaciones y ocupaciones pastorales.

Como párroco rural que fue, ¿se merecen un monumento los curas de pueblo?

Por supuesto, se lo merecen. La cultura rural ha ido dejando paso aceleradamente a una cultura urbanita. Aunque se habla frecuentemente de los valores de nuestros pueblos y aldeas, a la hora de la verdad, sobre todo en invierno, la gente se va a la vida cómoda de la ciudad. Sin embargo, los sacerdotes permanecen en ese mundo y entre su gente con generosidad y espíritu de servicio.

Deportista y capellán de la Cultural Leonesa, ¿el deporte puede ser una afición sana, aunque, en las alturas, esté mercantilizado?

Desde luego, el deporte puede ser una afición sana y su práctica puede servir para adquirir valores personales y sociales como el espíritu de sacrificio, la superación personal, el cuidado de la salud, el respeto y la colaboración entre las personas, el sentido de equipo. Ofrece también la oportunidad para cultivar la fe. El deportista, como todo el que se mueve en situaciones donde el azar tiene un papel importante, está naturalmente inclinado a lo trascendente -de hecho, los vestuarios están plagados de imágenes religiosas- otra cosa es que, con frecuencia, esta inclinación pueda desembocar en una religiosidad mágica que, en todo caso, habría que purificar.

¿Curas y fieles compostelanos podrán encontrar en usted a un obispo sencillo, cercano, misericordioso e ilusionante?

Hermoso el reto que usted me plantea; lo intentaré.

¿Cuál va a ser su lema y por qué?

Aunque lo tengo prácticamente decidido, quiero concederme aún unos días más de reflexión.

¿Qué cree que debería hacer la jerarquía española para incrementar e impulsar la ola de ilusión que suscita desde Roma el Papa Francisco?

Evidentemente, el Papa Francisco, con sus palabras, con sus gestos y con sus compromisos, está suponiendo un estímulo para la vida y para la acción evangelizadora de la Iglesia en general y de los pastores en particular. El primer compromiso ha de ser, tal como nos pide él mismo, poner a Jesucristo y su Evangelio en el centro de nuestra vida. Luego vendrá el esfuerzo por la edificación de la Iglesia en la comunión y, por supuesto, la tarea misionera. Pero, permítame una observación tomada del mundo del deporte: cuando un equipo se decide a atacar, hace subir incluso al portero al remate; cuando un equipo ciclista corre una contrarreloj, sus componentes se relevan en cabeza procurando que nadie se desconecte para llegar juntos. En definitiva, la renovación eclesial necesita de la aportación de todos; no basta que el Papa, los obispos y los sacerdotes aceleren el paso, tendrán también que «hacer la goma» para que otros más lentos puedan conectar y no se pierdan en el camino.

Estuvo saludando al papa recientemente en Roma. Dicen las crónicas que hablaron de fútbol. ¿Es verdad?

En realidad fue una conversación necesariamente muy breve en la que el Obispo de León me presentó y respondió al Santo Padre que se interesó por mis actividades pastorales. Le comentó mi trabajo como vicario general y también que, a lo largo de mi ministerio presbiteral, he estado dedicado, sobre todo, a las vocaciones, al Seminario, y a los sacerdotes. De pasada se refirió también a mi pasado futbolístico y a mi presente como capellán del equipo más representativo de la ciudad de León.

¿Cómo encontró al Papa? ¿Le dio algún consejo?

Le encontré con mucha vitalidad, con una gran capacidad para conectar con las personas, acogedor, cariñoso y contagiado por la alegría de la fe. En la audiencia general, nos invitó a todos a contemplar el misterio de Jesús «Dios con nosotros» y a tratar al hermano como si del mismo Dios se tratara.

¿Cómo convertir el Camino y su meta, Santiago, en un proceso de espiritualidad creativa e innovadora?

Conozco el Camino de primera mano: yo mismo lo he recorrido desde Francia hasta León; me falta recorrer el último trecho que va desde aquí a Santiago. Me parece que el Camino tiene elementos muy aprovechables para lo que Vd. plantea: el desprendimiento, el silencio, el esfuerzo, la solidaridad con el cansado, la inmensidad del firmamento estrellado, la pregunta por el sentido de la vida… Aprovechando este fundamento humano, los evangelizadores hemos de trabajar la acogida y el acompañamiento desde la humildad del que peregrina y desde la esperanza y determinación del que sabe que hay una meta que es Jesucristo, capaz de llenar el corazón humano y de estructurar una sociedad más justa, solidaria y fraterna.

¿Cuál es su sueño como cura y como obispo?

Mi mayor sueño, el que da sentido a mi vida y el único que, en mi opinión, puede dar sentido a toda vida, es que Dios sea reconocido y alabado hoy y siempre por todos los hombres y mujeres del mundo. En consecuencia, aunque con todas las limitaciones, procuro que mi vida sea un reflejo de la bondad y del amor de Dios hacia todos y, al mismo tiempo, uniendo mi empeño al de los hermanos en la fe, procuro crear condiciones para que la vida de las personas tenga la dignidad propia de los hijos de Dios y hermanos en Cristo.

¿Cuál es la petición en forma de deseo que le sale del fondo del alma en estas Navidades?

Creo que en ningún momento del año el ser humano concibe y alberga tan buenos deseos. Pido a Dios que nos ayude a dar el paso del compromiso para que se hagan realidad: que cese la violencia en forma de guerras, terrorismo, persecución religiosa, violencia en el ámbito del hogar…; que cese también esa otra violencia -frecuentemente de guante blanco- que está contenida en la explotación laboral, la pobreza, el paro, el hambre, la exclusión social…

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