El obispo de la diócesis de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca ha participado en Rímini, en el encuentro sobre Nueva Evangelización organizado por la Renovación Carismática del país del 1 al 3 de noviembre. En un diálogo con Rocío Lancho, periodista española de la agencia Zenit, Berzosa señaló algunas líneas de la Nueva Evangelización. «Ya no se habla tanto de la Nueva Evangelización en teoría sino que ahora hablamos de la nueva evangelización con piernas, con corazón y con manos; que es lo que el papa llama la conversión pastoral», señala el obispo. Para Berzosa, el Año de la Fe y el llamado de Benedicto XVI y antes de Juan Pablo II a la Nueva Evangelización han servido para preparar a la Iglesia para entender mejor al papa Francisco. «La Nueva Evangelización es todo lo que dice y todo lo que insinúa el papa Francisco en todo lo que hace«, afirma Berzosa. «Mucha gente por la calle me dice que ya era hora que el Papa nos hable en un lenguaje que entendemos«, añade el obispo. Berzosa cree que en el caso concreto de España, habra un «impulso definitivo» de evangelización después de la visita Ad Limina de obispos españoles a Roma entre febrero y marzo, «para que lo que el papa nos está regalando día a día, que es una maravilla, cuaje de verdad». Berzosa considera que «durante unos años, y vale especialmente para España, nos hemos estado mirando demasiado el ombligo y hemos creado comunidades ´estufa´ donde decíamos ´qué calentitos estamos todos, qué bien estamos´´. Pero habíamos perdido la dimensión de la evangelización, del ser misioneros». «Es como si nos hubiéramos resignado a decir, ´los que vienen siempre, los que están en casa son los nuestros y los que están en la periferia, alejados o se fueron por la parte de atrás sin hacer ruido, ya no forman parte de los nuestros´. Creo que el papa ha sido muy oportuno que nos ha dicho que la Iglesia o es misionera o es nada. La fe es como el agua, si se estanca se pudre y no sirve para nada. La frase de H. U. von Balthasar me parece decisiva «el centro de la Iglesia es la periferia, es la misión«. Por eso, la Iglesia vive cierta paradoja: la Iglesia necesita «de una organización que no se convierta en una organización sino que sea servidora y testigo vivo». Para eso, laicos, religiosos y sacerdotes han de colaborar, no competir. «En la diócesis o en las parroquias ¡ojalá se formaran equipos apostólicos donde laicos, sacerdotes y religiosos trabajaran juntos! Y ¿cómo hacer para quitar los prejuicios, y las sospechas de unos y otros? Esto se logra si en estos equipos apostólicos se reza, se comparte, se vive, se celebra y se trabaja conjuntamente. El roce y la convivencia hace que los prejuicios desaparezcan«, concluye.
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