El cardenal Turkson rezó ayer en Nagasaki durante la ceremonia conmemorativa interreligiosa en el Ground Zero Park para recordar a las víctimas de las bombas atómicas lanzadas por los Estados Unidos de América. Nunca más la guerra, nunca más la destrucción de la bomba atómica. Este es el mensaje del cardenal Peter Turkson que celebró el pasado Martes una misa en la catedral de Hiroshima. El presidente del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” estará en Japón hasta mañana, 9 de agosto, para recordar y rezar por las víctimas de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki (del 6 y 9 de agosto de 1945).
«Cuando Jesús apareció a los discípulos –dijo el cardenal Turkson– alejó sus temores con un saludo de paz. No iba, pues, a recordarles su traición; es más él les dona la paz y les reconcilia con el Señor». Y es justamente con y gracias a este saludo pacífico, continuó el purpurado durante la misa que celebró, que los discípulos son enviados a «predicar como ministros de perdón y de reconciliación». Además, al mostrarse ante sus discípulos, el Resucitado «les muestra también las manos y su costado», para provar que su cuerpo resucitado es idéntico al cuerpo crucificado. El viaje del cardenal Turkson a Japón forma parte de la iniciativa “Diez días por la paz”, promovida por la Conferencia Episcopal de Japón (entre el 6 y el 15 de agosto), para recordar a las víctimas de las bomas atómicas. Turkson se dirigió desde Hiroshima hasta Nagasaki para participar en una cena promovida por el Centro interreligioso para el diálogo por la paz mundial. En esa cena pronunció un discurso en el que definió la segunda bomba atómica del 8 de agosto de 1945 en Nagasaki como una «terrible herida infligida» en el pueblo de Japón y toda la familia humana.
Recordó el cardenal que «según la creencia católica, Dios creó al hombre para la vida, la libertad y la felicidad. Obviamente, esto es lo que cada uno de nosotros quiere profundamente». Sin embargo, nuestro destino aquí en la tierra, la mayor parte del tiempo, parece que no consiste en la libertad y la felicidad, sino en el sufrimiento. Confundidos y desanimados, tenemos la tentación de pasar por el sufrimiento como castigo o pena, como un cruel destino. Tal sufrimiento sin sentido con el tiempo nos puede derrotar». Por eso recordó las palabras del beato Juan Pablo II en Japón en 1998 que nombró el sufrimiento causado por la guerra, en concreto por la bomba atómica, «como fruto del pecado humano y el resultado del trabajo del demonio. En lugar de excluir a los que están privados, vamos a satisfacer sus necesidades. En vez de evitar los que sufren, vamos a acompañarlos. En vez de lamentarnos por lo que sufrimos, vamos a ofrecerlo por los demás. En lugar de esconderse de los problemas de hoy, vamos juntos con valentía a abordar las situaciones y estructuras sociales que causan la injusticia y los conflictos. La paz y la supervivencia de la raza humana irán adelante unidas indisolublemente con el progreso, el desarrollo y la dignidad de todas las personas» ha exhortado el cardenal Turkson. Ayer Jueves, en el ámbito de una ceremonia conmemorativa e interreligiosa organizada en el Ground Zero Park de la ciudad, el presidente del dicasterio vaticano recitóuna oración por las víctimas y dedicó un recuerdo especial a todos los que no murieron debido a las bombas pero que sufren todavía los efectos de la radioactividad.
Para concluir, hoy, también en Nagasaki, el purpurado presidirá una Santa Misa por la paz en el mundo.
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