Andrea Tornielli informa de la dimisión del director y el subdirector del IOR, Paolo Cipriani y Massimo Tulli, que serán sustituidos por Antonio Montaresi y Rolando Marranci, respectivamente. Después del anuncio de la creacion por parte del Papa de una comision para reformar el IOR, los cambios siguen sucediéndose en el Banco Vaticano. En junio de 2012, pocos días después del brutal despido del presidente Ettore Gotti Tedeschi, el director general del IOR organizó una visita guiada por el Instituto para unos 50 periodistas. En aquella ocasión, Cipriani, en compañía del vicepresidente Tulli y otros cuatro dirigentes, repetía que el IOR quería «quitar el velo de secreto» que cubre las actividades y las sospechas de que el “banco del Vaticano” podría seguir siendo usado para operaciones poco limpias. Cipriani también subrayó que los servicios que ofrecía el IOR «fueron concebidos en el respeto de los principios éticos fundamentales de la Iglesia católica». El director había afirmado que «desde 1996 existe un sistema informático que no permite operaciones opacas; si en el pasado hubo muchas cuentas extrañas, ahora y ano es posible, no puede salir ni entrar un solo euro sin dejar huellas». Hace dos semanas, el mismo Cipriani, en una entrevista con “Il Giornale”, además de haber definido como «esencial» y «necesaria» para la libertad de la Iglesia la existencia de un banco en el Vaticano, tranquilizaba indicando que «he predispuesto medidas para prevenir los riesgos de lavado de dinero». Cipriani fue nombrado director en lugar de Lelio Scaletti, que dejó la dirección del IOR con más de ochenta años en 2007. El nuevo director, proveniente del mundo bancario italiano, era considerado como un personaje cercano al ex Secretario de Estado Angelo Sodano y al entonces prelado del “banco vaticano”, monseñor Piero Pioppo. Pero instauró también una buena relación con el sucesor de Sodano, el actual Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone. Tanto Cipriani como Tulli estuvieron bajo las investigaciones de la procuraduría de Roma por una transferencia anónima de 23 millones del IOR a la JP Morgan de Frankfurt, vía el Credito artigiano (20 millones) y la Banca del Fucino (3 millones). La investigación no ha terminado y la suma volvió al Vaticano.
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