Venezuela. Cómo consigue salvar Francisco a una nación al borde del abismo

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Paso tras paso, la reconstrucción de la intervención directa del Papa y de sus emisarios en la crisis venezolana. El ex presidente del gobierno español Zapatero, uno de los mediadores

por Sandro Magister

ROMA, 7 de noviembre de 2016 – Misterios de la información vaticana. «L’Osservatore Romano» es apreciado, justamente, por la amplísima cobertura que proporciona cada día de los hechos que ocurren en todo el mundo. Pero para saber que el Papa Francisco recibió en Santa Marta al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, la tarde del 24 de octubre, sus lectores han tenido que esperar al 3 de noviembre. Y lo han sabido con las palabras pronunciadas por el Papa durante el vuelo de vuelta de Suecia a Roma, citadas en la última página del periódico.

Tanto «L’Osservatore» como el boletín oficial de la Santa Sede han mantenido un silencio total sobre el papel del Vaticano en el inicio de los coloquios entre el régimen de Maduro y la oposición, que empezaron precisamente después del inesperado encuentro entre el Papa y el presidente venezolano.

Efectivamente, a partir del 24 de octubre «L’Osservatore Romano» ha publicado cada día noticias muy detalladas sobre los acontecimientos de Venezuela, pero sin dedicar una sola frase a lo que era más noticia, a saber: el compromiso directo en los sucesos venezolanos del Papa y de la Santa Sede, con sus emisarios en el país.

Reconstruyamos, entonces, esta historia, partiendo de los antecedentes.

El primer intento de diálogo entre el gobierno y la oposición, con la presencia en la mesa de las negociaciones del nuncio en Venezuela Aldo Giordano, se remonta al mes de abril de 2014. También en esa ocasión el Papa se expuso en primera persona para apoyar dicho diálogo, en especial con un mensaje dirigido al presidente Maduro, a los miembros del gobierno, a los representantes de la oposición y a los miembros de la Unión de las Naciones Suramericanas (UNASUR):

> «Al Excelentísimo Presidente Nicolás Maduro Moros…»

El intento murió al nacer y no sirvió para nada un segundo llamamiento del Papa en el mes de septiembre de ese mismo año, leído por el nuncio Giordano durante un encuentro interreligioso por la paz promovido en Caracas por el consejo nacional de los laicos de Venezuela:

> «Non abbiate paura della pace». Lettera di papa Francesco al Venezuela

Pasarán dos años antes de que una llama se encienda. Mientras tanto, Venezuela precipita en un crisis cada vez más devastadora.

El 25 de julio de 2016, el secretario general de UNASUR, el ex presidente colombiano Ernesto Samper Pizano, escribe una carta al Papa en su nombre y en el de otros tres ex presidentes: el español José Luis Rodríguez Zapatero, el panameño Martín Torrijos y el dominicano Leonel Fernández.

En la carta los cuatro solicitan a la Santa Sede que entre a formar parte del grupo de los «facilitadores» del diálogo entre gobierno y oposición en Venezuela.

El Papa no responde a la carta; lo hace su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, que conoce muy bien Venezuela pues fue nuncio en este país del 2009 al 2013.

En su respuesta del 12 de agosto Parolin declara la disponibilidad de la Santa Sede, con la condición de que sean las partes interesadas, gobierno y oposición, quienes formulen la invitación y se muestren «receptivas a acoger las probables sugerencias»:

> Texto de la carta del card. P. Parolin al secretario de UNASUR

Sin embargo, muchos de los obispos de Venezuela son escépticos. «Un gobierno que no proporciona alimentos y medicinas a los ciudadanos,  que prohíbe a las organizaciones religiosas y sociales que alivien el sufrimiento de la población, carece de autoridad moral para invocar el diálogo y la paz», dijo el pasado mes de julio el arzobispo de Cumaná, Diego Padrón Sanchez, presidente de la conferencia episcopal.

Más crítico aún respecto al régimen de Maduro es el arzobispo de Mérida, Baltazar Enrique Porras Cardozo, al que el Papa Francisco incluyó el 9 de octubre entre los próximos nuevos cardenales.

La tarde del 24 de octubre, golpe de escena. Maduro hace una escala en Roma a su vuelta de un viaje a algunos Estados petrolíferos de Oriente Medio y es recibido en Santa Marta por el Papa Francisco.

El encuentro es privado y no existen ni fotos ni comunicados oficiales. Pero la presidencia venezolana y distintos órganos de prensa, entre los cuales la Radio Vaticana y el blog paravaticano «Il Sismografo», publican la noticia con las imágenes de la anterior audiencia de Maduro en 2013 -que fue oficial, por lo que tuvo lugar en el Palacio Apostólico-, como apoyando una nueva «bendición» del Papa a su huésped.

En Venezuela, las primeras reacciones entre los críticos al régimen son de desconcierto. Desconcierto que aumenta cuando llega a Caracas como enviado del Papa, el 25 de octubre, el nuncio de Argentina, Emil Paul Tscherrig, con el mandato de iniciar un diálogo precisamente mientras «el país está al límite» y el «muro contra muro» entre Maduro y la oposición está en su acmé, como titula «L’Osservatore Romano».

El recién nombrado cardenal Baltazar Porras declara que no había sido informado de la llegada de un enviado de la Santa Sede, mientras que el nuncio en Caracas, Giordano, calla, aparentemente arrinconado por su colega procedente de Buenos Aires por orden del Papa.

Tscherrig, en cambio, habla y actúa. Se reúne por separado con exponentes del gobierno y de la oposición -si bien una parte de ésta le rechaza-, y anuncia un primera rueda de coloquios en la isla de Margarita.

La tensión alcanza su máximo nivel el viernes 28 de octubre, con el país paralizado por una huelga general y «en el borde del abismo», como titula, de nuevo, «L’Osservatore Romano».

Pero después, lentamente, algunas piezas empiezan a encajar. Tscherrig sale de escena y en su lugar llega desde Roma el «verdadero» emisario del Papa, el arzobispo Claudio Maria Celli (ver foto), anteriormente presidente del disuelto pontificio consejo para las comunicaciones sociales y, sobre todo, diplomático con una gran experiencia a nivel internacional, desde China hasta Sudamérica.

Celli llega a Caracas llevando en mano una carta «en nombre del Papa Francisco» dirigida a todas las partes implicadas:

> Texto de la carta del enviado del Papa…

En susodicha carta se exhorta a no descalificar a nadie como un «enemigo absoluto y eterno», porque también «el enemigo mortal de hoy puede convertirse en un compañero indispensable en el camino hacia el futuro».

De nuevo, «en nombre del Papa Francisco» pide que «se acuerden» al inicio de este proceso «algunos gestos concretos que demuestren buena voluntad por ambas partes».

Efectivamente, esto es lo que sucede. La Mesa de la Unidad Democrática, la coalición anti-régimen que en el parlamento tiene la mayoría, suspende el procedimiento para destituir al presidente Maduro y cancela la marcha de protesta programada para el 3 de noviembre hacia el palacio presidencial. Por su parte, Maduro libera a un pequeño grupo de más de cien prisioneros políticos detenidos en las cárceles venezolanas.

Y así, el domingo 30 de octubre, las partes se reúnen por primera vez. No en la isla de Margarita, como estaba previsto inicialmente por razones de seguridad, sino en Caracas, en el museo Alejandro Otero. Los exponentes de la oposición presentes son cinco, entre los cuales el presidente de la Mesa de la Unidad Democrática, Jesus Torrealba. En cambio no están los representantes de Voluntad Popular, cuyo líder, Leopoldo López, es el más famoso de los prisioneros políticos aún en la cárcel.

Las partes se dejan con el compromiso de volver a reunirse el 11 de noviembre e iniciar cuatro mesas de discusión concretas, a saber: el respeto al estado de derecho, las indemnizaciones a las víctimas, la agenda de marcha electoral y, por último, la situación económica del país.

En el primer encuentro -y así será en el sucesivo- han tomado parte, en el papel de «facilitadores», los cuatro ex presidentes Samper, Zapatero, Torrijos y Fernández, junto al emisario vaticano Celli. Pero sobre todos ellos se percibe la presencia decisiva del Papa Francisco, como ha subrayado el propio Celli en una entrevista concedida a la Radio Vaticana:

«Ésta era la conciencia común, y la propia oposición me lo ha repetido varias veces: ‘¡Estamos aquí sólo porque está usted!’; es decir, el papel que juega la figura del Papa Francisco en este contexto es fundamental. Los propios ex cuatro presidentes han subrayado, todos, que si no hubiera estado presente la Santa Sede en este camino y con su presencia, este camino no habría ni siquiera empezado. Esto lo puedo decir con mucha serenidad. El propio ex presidente del gobierno Zapatero, español, del que todos conocemos su trayectoria e historia, ha reconocido oficialmente, en público, que todo esto se debe a la presencia del Papa Francisco y, por lo tanto, a la presencia de la Santa Sede que acompaña a este proceso de diálogo».

También la presidencia de la conferencia episcopal se asocia a la puesta en  marcha del diálogo, con un llamamiento a las partes para una «total adhesión al Santo Padre en sus esfuerzos en favor del pueblo venezolano»:

> Los Obispos miembros de la Presidencia…

Es en este momento cuando Francisco decide hablar personalmente de lo acontecido. Lo hace el 1 de noviembre, en el vuelo de vuelta a Roma desde Suecia, país al que había ido para celebrar los quinientos años de la Reforma luterana.

Interpelado por la periodista española Eva Fernández sobre la audiencia a Maduro y el inicio de los coloquios, el Papa responde textualmente:

«Sí, el Presidente de Venezuela pidió un encuentro y una entrevista porque él venía de Oriente Medio, de Catar, de los otros Emiratos y hacía una escala técnica en Roma. Había pedido un encuentro antes. Vino en el 2013; después pidió otra entrevista, pero se enfermó y no pudo venir, y pidió esta. Cuando un Presidente pide, se le recibe, más aún cuando estaba en Roma, por escala, y lo he escuchado por media hora en esa entrevista; lo he escuchado, le he hecho alguna pregunta y he escuchado su opinión. Siempre es bueno escuchar todas las opiniones. He escuchado su opinión.

«En referencia al segundo aspecto, el diálogo: Es el único camino para todos los conflictos. Para todos los conflictos. O se dialoga o se grita, pero no hay otro camino. Yo me esfuerzo al máximo, de corazón, en el diálogo y creo que se debe ir por este camino. No sé cómo terminará, no lo sé, porque es muy complicado, pero la gente que se ha comprometido con el diálogo es gente de una estatura política importante. Zapatero, que ha sido dos veces Presidente del Gobierno de España, y Restrepo [y todas las partes] han pedido a la Santa Sede que esté presente en el diálogo. Y la Santa Sede ha designado al Nuncio en Argentina, Mons. Tscherrig, que pienso que está ahora allí, en la mesa de negociaciones. Pero el diálogo que favorece la negociación es el único camino para salir de los conflictos, no hay otro… Si Oriente Medio hubiese hecho esto, cuántas vidas se habrían salvado».

Tomadas al pie de la letra, estas palabras del Papa harían pensar que él, en ese momento, no sabía que Celli había sustituido a Tscherrig; éste es bien conocido por el Papa, y amigo, pues ya era nuncio en Argentina cuando Jorge Mario Bergoglio era aún arzobispo de Buenos Aires.

Y este equívoco, junto al asombroso silencio de»L’Osservatore Romano», podría ser el signo de una no eficiente relación entre Santa Marta y la secretaría de Estado, es decir, entre el Papa y el cardenal Parolin, en la gestión de toda la operación.

Esto no quita que, después de haber descuidado mucho a este país, la apuesta sobre Venezuela del Papa Francisco y la Santa Sede haya sido enorme.

Y, curiosamente, lo han hecho coincidiendo con el nombramiento como nuevo superior general de la Compañía de Jesús, a la que el Papa pertenece, de un jesuita de Venezuela, el padre Arturo Marcelino Sosa Abascal, hombre con una gran predisposición hacia las ciencias políticas y hoy crítico, a partes iguales, hacia el «chavismo» dictatorial de Maduro, como hacia la debilidad democrática de las oposiciones:

> Il nuovo «papa nero» è uno scienziato della politica

«Audacia de lo imposible» es la palabra de orden del nuevo general de los jesuitas. Muy apropiada para una empresa que está ciertamente al límite de lo imposible, como es la pacificación y el renacimiento de Venezuela.

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Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.

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