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Se va con las alforjas llenas de méritos

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Los cabildos catedralicios son triste sombra de lo que fueron. Pero en todos ellos sigue habiendo alguna o algunas figuras destacadas del clero que unen a la dignidad del cargo el mérito personal notabilísimo. Toledo es una diócesis excepcional. En todo. Decaído aquel honor de la primacía, hoy título mucho más de impar memoria que de significado actual, la historia de España no se entiende sin la Iglesia católica y muy especialmente sin su archidiócesis primada. Se conserva el título pero muchos pensarán que ya hoy sin significado alguno real. No conocen Toledo. Porque disminuido tanto el honor y ya sin otra jurisdicción que la meramente diocesana Toledo sigue siendo verdaderamente primada de España. No hay obispado ni arzobispado que se le pueda comparar por la excelencia de su clero, de su cabildo catedral, de su gloriosísimo seminario en días en los que todos se habían hundido, por la belleza extraordinaria de su catedral, por su Corpus maravilloso, por El Greco… Como si todos y todo se hubieran confabulado para mantener que aquello es verdaderamente la Iglesia primada de España. No hay otra como ella. Ayer y hoy.

Yo llegué a Toledo tarde. No físicamente pues conozco la ciudad y su belleza desde mi juventud pero fue Don Marcelo quien metió a Toledo, con él, en mi corazón. Y desde entonces ahí siguen. Él y su Toledo. Mi Toledo. Nunca he presumido de amigos, que los tengo y muy queridos. Con afecto recíproco. Son cosas que llevo muy dentro pero que guardo para mí. Sé también que soy persona con aristas y esa amistad, si la expresara, hasta podría crear algún problema a mis amigos. He hablado bien de obispos y sacerdotes, mal y hasta muy mal de otros, pero de la mayoría de ellos, entre los primeros, sin ninguna relación de amistad. Por sus hechos. Cuando ya nada puede perjudicarles pues su carrera vital está colmada de éxitos y reconocimientos, creo que es momento de expresarles, nominatim,  mi cariño y mi agradecimiento. Y entre los más queridos están dos deanes, ya eméritos, de Toledo: Don Santiago Calvo y Don Juan Sánchez.

Queridísimo Don Juan, queridísimo Juan: Dejas el deanato, tras diez años de desempeño, a un nivel que difícilísimo le va a ser a tu sucesor, persona sin duda de muy notables cualidades, llegar a tu altura. Porque has sido meritissimus como antes se decía. Y me quedo corto con el calificativo. Porque a esa nota, en todas las asignaturas, llegaban unos cuantos. A la tuya, escasísimos.

Te conocí hace ya unos cuantos años en la casa de un amiguísimo de ambos en un pueblo de las cercanías de Toledo. Y desde entonces, cuántos encuentros ya de los tres. O de los cuatro. Y cuántas muestras de amistad  me has dado. Hoy ya somos seis los que nos reunimos fraternalmente alrededor de una mesa que siempre comienza con tu bendición. A uno de los comensales vaya desde aquí mi felicitación porque con todo merecimiento acaban de nombrarle hijo predilecto de su pueblo.

Entregaste tu vida a la Iglesia. Muchos años de ecónomo de la diócesis cargo que según he oído a muchos desempeñaste de modo ejemplar. No me extraña nada porque entre tus muchísimas cualidades está la de ser más listo que un gitano. Como antes se decía para resaltar la inteligencia de quien la poseía en grado sumo.

Después, Dios  envió a la catedral de Toledo a un hombre cuyo nombre era Juan. Y ahí ya te superaste hasta extremos imperecederos. La sacristía catedralicia era un almacén de obras extraordinarias de contemplación complicada. La has dejado con una belleza inmarcesible. Nada tapa nada, nada disimula lo que tiene al lado. Todo está en su sitio para uno de los gozos estéticos más memorables de España. Y con el maravilloso Expolio presidiendo aquello desde su glorioso esplendor. Sólo eso haría que tu nombre no fuera uno más en la lista de los deanes del cabildo toledano sino merecedor de figurar en él con letras áureas.

Llevaste al restaurado Colegio de Infantes los tapices y otras obras extraordinarias que antes atestaban la sacristía y sus anejos y hoy aquello es una maravilla de continente y contenido. Lástima que pese a estar muy cerca de la catedral pero fuera del recorrido turístico habitual muchos visitantes se lo pierdan.

Y limpiaste y restauraste la custodia más bella del mundo que ahora, como en su Jueves, relumbra más que el sol. Entre mis innumerables agradecimientos a tantas generosidades tuyas tengo el de haber tenido entre mis manos algunas de las piezas de esa maravillosa custodia que fue un gozo estético inolvidable de mi vida. El haber visto, en toda su belleza, «el palomar», como no lo ha podido ver casi nadie, es un recuerdo inolvidable de mi vida.

Y todo lo haces con una sencillez y una naturalidad en las que das todo con apariencia de no dar nada. No es de extrañar que tantos te quieran. Tienes el raro don de hacerte amigo de todos. Incluso de los alejados. Sin ocultar que eres sacerdote. Recuerdo una ocasión en la que yendo yo al almuerzo que íbamos a tener te encontré de camino hablando con una persona que me presentaste. Alejadísima de la Iglesia moral e ideológicamente. Me llamó la atención el respeto con el que te trataba. No ciertamente la afabilidad que tú le demostrabas. Y pensé que no era malo que por lo menos aquel respetara algo de la Iglesia.

Iba a decir que sabes hacerte querer. Pero me parece que no es una expresión acertada. No sabes, te sale naturalmente del alma. No es una ciencia adquirida. Es un don de Dios. Para que tú, y todos los que te conocemos, se lo agradezcas y se lo agradezcamos a Él.

Escribo esto a 70 kilómetros de distancia. Seguro que delante de ti no me atrevería a decirte todo, aunque sabes que soy atrevido, pero tenía que decírtelo, debía decírtelo. Que de lo que hay en el corazón habla la boca. O en este caso la tecla.

Queridísimo Don Juan, queridísimo Juan, dejas el deanato gloriosamente. No la amistad y el encuentro. El próximo parece que ya va a ser inmediato. Hasta entonces un fortísimo abrazo de este amigo que sabes que te quiere. Mucho.

 

 

Comentarios
2 comentarios en “Se va con las alforjas llenas de méritos
  1. El deán es sólo un primus inter pares. Todos esos méritos se deben aplicar al cabildo primado en su conjunto. El Sr. Deán no puede tomar ninguna decisión por sí solo. Y el deán es uno más en las deliberaciones del Cabildo.

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