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Lecturas LXXXV (XVIII): Las Memorias del cardenal Sebastián

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Lecturas LXXXV (XVII): Las Memorias del cardenal Sebastián Este obispo, de cuya escasa simpatía por el Opus Dei ha quedado constancia en este análisis de sus Memorias, fue destinado a una diócesis en la que la Obra tenía seguramente su presencia más importante en España. La Universidad de Navarra y su clínica aneja eran referencia nacional. “Mis relaciones con el Opus comenzaron siendo correctas y llegaron a ser bastante cordiales” (pg. 382). Entusiasmo no parece apreciarse. ¿Qué diríamos de un obispo que al llegar a su diócesis dijera que sus relaciones con su clero, con sus monjas, con sus fieles fueron a su llegada correctas? No les insultó, respondía a los buenos días, les mantuvo en sus ministerios… Parece que ni aquello de a mal tiempo, buena cara. Cara simplemente de una elemental educación. El esfuerzo del Vicario del Opus en la Zona, de él si da el nombre, Pedro Álvarez de Toledo, al que elogia, parece que sirvieron para unas relaciones “bastante cordiales”. No muy cordiales. Sólo bastante. Con los kikos fue peor. Él, los “valoraba muy positivamente” (pg. 383), no voy a dudar de su valoración aunque no parecieran encajar con la línea intelectual de Sebastián. Pero ellos parece que no valoraban tanto cariño. Tal vez porque siempre haya sido reacio, en mi posiblemente equivocada opinión, a abrir su corazón a nadie. Al clero navarro, “predominantemente de tendencia muy social, antifranquista y claramente inclinado hacia la izquierda” (pg. 382), otra envenenada herencia cirardiana, no les gustaba ni el Opus ni los kikos. “Especie de jerarquía propia, encabezada por Kiko Argüello” (pg. 383). Y en ese mundo discutible, bien lo saben los lectores del Blog, en mi opinión, que también la conocen, con bastantes luces y algunas sombras, entró Sebastián como capitán a caballo en una cacharrería. “Mis relaciones con ellos no fueron a mejor sino a peor” (pg. 383). “Ocurrió que por fuerza de las situaciones y de las limitaciones que uno tiene que soportar (en las Memorias nunca son las limitaciones del memorialista) tuve que enviar como párroco de una parroquia donde había varias Comunidades a un sacerdote poco amigo de los Neocatecumenales y poco dispuesto a atenderles en sus especiales demandas. Yo preveía las dificultades que podían surgir, pero una serie de circunstancias que no vienen al caso me obligaban a hacer ese nombramiento. No pude explicárselo y tampoco lo entendieron. Lo interpretaron como una falta de aprecio por mi parte hacia las Comunidades” (pg. 383). Pues a simple vista falta de aprecio sí parecía. Y lo de las imposiciones externas, en obispo tan poco propicio a dejarse imponer pues a muchos no les colará. Pocos obispos habría en España más celosos que Sebastián de su propia autoridad. Y vino la segunda. Tudela, que parece que fue la ciudad de Carmen Hernández, no lo sabía ni tenía el menor interés por saberlo, era un lugar muy poco practicante (pgs. 383-384) y los kikos quisieron reavivarla con una misión allí (pg. 383). Negativa cerrada del obispo de Tudela y arzobispo de Pamplona. ¡Qué se habrán creído esos kikos! Yo soy el que sé. Y organizó una misión con un equipo de claretianos y otro de paúles. Que fue un fracaso rotundo (pg. 384). “No sé qué resultado hubiera podido tener la misión proyectada por los neocatecumenales. El caso es que sus dirigentes llevaron muy a mal mi negativa. El propio Kiko, en Roma, en plena plaza de San Pedro, me dijo muy solemnemente: “Nos has decepcionado”. A mí aquello me sentó muy mal. Me pareció que clasificaban a los obispos en buenos y malos según el gradode obediencia a sus sugerencias Me volví hacia la ventana por donde se asoma el Papa para rezar el Ángelus y le dije: “Kiko, no te pases, el único a quien debo dar cuenta es al Señor y al que está en aquella ventana”. Después de aquello pasaron muchos años sin tener ningún contacto. El día en el que el Papa Francisco me hizo cardenal, en la “visita di cortesia”, apareció Kiko para saludarme. Lo recibí con alegría y le dije: Kiko, tú y yo tenemos que hablar, tenemos que reconciliarnos”. Él me cogió de las manos y me dijo: “Estamos reconciliados, nos queremos, somos hermanos”” (pg. 384). Bueno era Sebastián para aceptar una impertinencia de Kiko. Recuérdese lo de aquel cura que quería hablar con él de igual a igual. Aunque ya, a la vejez, viruelas. Tuvo también problemas con los catequistas, en lo que había recibido también una herencia pésima. “Me costó mucho trabajo corregir la laxitud que se había introducido en este campo. Por el afán de ser comprensivo con todos , en muchas parroquias actuaban como catequistas personas que vivían al margen de las normas de la Iglesia, divorciados y casados civilmente, personas que habitualmente no iban a Misa ni tenían dificultad en hablar a sus catecúmenos en contra de las normas de la Iglesia y de las enseñanzas del Papa” (pg. 394). En el bautismo se muestra rigorista, en lo que esto totalmente de acuerdo aunque tal vez vaya en contra de lo que últimamente parezca imponerse: “no podemos conceder el bautismo a todo el que lo pida, sin garantías para la educación cristiana del bautizado” (pg. 394). Y lo mismo dice para las primeras comuniones. “Celebrar primeras comuniones con la seguridad de que van a ser Las últimas es una falta grave de responsabilidad eclesial y pastoral. Los sacerdotes encuentran muchas dificultades para romper con la rutina de esos sacramentos convertidos en fiestas sociales” (pg. 395). Y nos incluye un decaloguito más, de los que se debe sentir orgullosísimo y que no pasan de textos elementales y sin el menor mérito para pasar a la posteridad (pgs. 396-397).

Comentarios
0 comentarios en “Lecturas LXXXV (XVIII): Las Memorias del cardenal Sebastián
  1. Gracias, Sebastián, por una vida entregada abnegadamente a derruir la iglesia carca que no deja expresar libremente nuestra espiritualidad. Gracias por chinchar todo lo que has podido a opusinos y beatas. Gracias por tu sibilina inteligencia y tus astucias para hacer todo el daño que pudiste y dejar el seminario de Pamplona como un páramo. Ni aunque viviéramos cien vidas podríamos expresarte toda nuestra gratitud.
    Pero nos dejas un ejemplo magnífico de cómo actuar: ni una mala palabra ni una mala acción. Afortunadamente, aunque ya eres viejito, dejas el relevo asegurado en Añastro.

  2. «Me pareció que clasificaban a los obispos en buenos y malos según el gradode obediencia a sus sugerencias».
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    ¿Quién puede dudarlo? Por cierto, no sabía que Kiko se dirigiera en privado a los obispos hablándoles de tú… Muy revelador.

  3. «No podemos conceder el bautismo a todo el que lo pida, sin garantías para la educación cristiana del bautizado» ¿Qué educación cristiana? Y si el niño muere con 2 meses o con 4 años, ¿qué? ¿Que se condene porque sus padres son unos impíos? ¿Qué culpa tiene el niño? De una familia indiferente, y hasta atea, puede salir un santo. Mucha «misericordia» para unas cosas -generalmente para los pecadores sin arrepentimiento-, y ninguna para los inocentes. Pero, claro, igual este cardenal es de los que piensa que todo el mundo se salva, incluso sin el bautismo, y por eso lo considera innecesario.

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