La eficacia espiritual y testimonial del Camino de Santiago

por La Cigüeña de la Torre | 28 octubre, 2016

Bien sé que muchos emprenden ese Camino a Compostela, palabra, la andariega, talismán hoy, que se lo digan si no a San José María Escrivá o a Kiko Arguello, sin la menor connotación religiosa si no se especifica la meta de ese andar. Que evidentemente no era el caso de las dos personas mencionadas. Nada tenían que ver el uno y el otro, o el primero tenía y el segundo sigue teniendo, con Forrest Gamp. Porque sus caminos tenían un claro destino.

No inventaron nada, el sacerdote y el laico, que no estuviera inventado. El camino al cielo que es lo único verdaderamente importante para un católico. Y aunque lo desconozcan también para los que no lo son. Ese camino lo han andado, desde la Ascensión de Cristo, millones y millones de hombres. Que han llegado a la meta. No pocos lavados hasta extremos absolutos de blancura, con su propia sangre. Algunos, no escasos, tras una vida de virtudes extraordinarias, estén o no en los altares, y la inmensísima mayoría con sus pecados, imperfecciones y debilidades que Cristo lavó con su Sangre redentora y ellos se han beneficiado de ella sin más mérito que un arrepentimiento, débil tantas veces, y un amor más bien mediocrillo a Dios Nuestro Señor. Estoy seguro, y eso es un sentimiento personal que no tiene la menor trascendencia, que Él suple infinitas medianías nuestras con su amor misericordioso. Pero también pienso que tiene que existir alguna base, por débil que sea, para que sobre ella actúe la misericordia de Dios. Hubo un libro de un notable dominico español que creo recordar que fue llevado al Índice de Libros Prohibidos. Se titulaba, creo también recordar, Del gran número de los que se salvan. Pienso, es posible que equivocadamente, que tenía razón. Que ese número es inmenso. Lo que no quiere decir que no sea también numerosísimo el de los que se condenan.

El camino es estrecho y duro. Pero también nos dijo que su carga era suave y su yugo ligero. Y al fin de la jornada, Él sabrá. Con sabiduría, justicia y misericordia infinitas que para eso es Dios. Aunque nosotros, con nuestras débiles inteligencias, y no voy a añadir quienes las tengan, no sepamos resolver la ecuación de esas variables. Yo me quedo con el pro multis. Bastante revelador.

Ese camino al cielo, duro a veces, pero que si se recorre con Él, o tras Él, puede ser también suave y ligero, no es invento del siglo pasado sino senda desde los primeros años del cristianismo por muchos abrojos que hubiera en el mismo. Ahí está el catálogo de lo santos. Tantos. Multis. Oficiales o no. Y seguro que hay unos cuantos títulos que han usado la palabra. Ahora se me viene a la memoria el Camino de perfección. Habrá muchos más.

Pues entre los caminos está el de Santiago, o los varios de Santiago. Desde plena Edad Media recorrido por penitentes de sus pecados. ¿Cómo el abrazo al Apóstol no iba a ser en ellos, tras tanto andar, tanto riesgo, tanto sacrificio corporal, tantos como se quedaron en el Camino, un testimonio de perdón, lavado además en el confesonario?

Aquellas multitudes han revivido hoy, seguramente en muchos de los caminantes con mucho menos fervor, o incluso ninguno, en una multitud que todos los años se dirige al Apóstol. Sean los que sean sus motivos. La mayoría de ellos, ateos y agnósticos incluidos, sube a abrazarle. Pues algo quedará en sus almas por poco que sea.

Me han dicho confesores de la catedral, por supuesto que sin revelar el menor secreto, que escuchan confesiones que no son las habituales en las iglesias. Muchos años de alejamiento, numerosísimos pecados, pero algo les tocó. Perseverarán o no. Pero eso es ya cosa de ellos. El Apóstol hizo mucho pero no puede hacerlo todo.

Un confesor habitual me decía que su confesonario era el lugar donde más se sentía sacerdote y más agradecido a Dios por serlo. Allí estaba, in persona Christi, llevándole muchas almas muy alejadas. Yo estaba acostumbrado, me decía, a intentar acercar más a Dios a personas que ya estaban en ese camino. Aquí, con no pocas es otra cosa. No se trata de la señora que viene a confesarse de los pecados de su marido, del joven que por treinta y siete vez confiesa que se ha pasado o del que odia a su suegra que evidentemente algunos motivos le ha dado. Este es otro mundo con simas de alejamiento. Y que vayan ustedes a saber por qué, la gracia de Dios es insondable, acuden a vaciar sacos de pecados con clara manifestación de arrepentimiento. Que durará lo que dure. Dios quiera que sea toda la vida. Pero, si no lo fuere, el Apóstol hizo lo que pudo. Esforzándose en el amor a todos aquellos que tuvieron el amor, tal vez sin conciencia de ello, de subir a abrazarle.

La catedral compostelana es hoy, en vez del guirigay de antaño, un lugar de respeto general y sobre todo de oración. Explícita  o por lo menos implícita. Menudo cambio. Los peregrinos son acogidos como tales en el amor de la Iglesia y los caminantes por otros motivos con el respeto que ellos manifiestan con su presencia respetuosa en aquel lugar sagrado.

Ese camino, andado por multitudes, cada una de su padre y de su madre y seguro que no pocas sin Dios, ha sido llevado al vídeo por Cotelo, autor ya acreditado con otros memorables. El del Camino todavía no lo he visto pero por lo que leo y por haberle escuchado en alguna entrevista, me parece de visión obligatoria. Es la crónica de la peregrinación a Santiago de unos jóvenes norteamericanos traídos al Camino por un sacerdote español, Siervo de la Trinidad, que ahora desempeña su ministerio allí y con ellos. Conocí a ese cura, por mi edad podría decir a ese chico, en Caná y me pareció un óptimo sacerdote, como todos los que pasaron por esa maravillosa escuela. Salvo es posible que uno, o a lo mucho hasta dos, no sean cracks pero por lo menos bastante aceptables.

Creo que el vídeo, película o lo que sea, impacta. Y con éxito.

http://www.religionconfidencial.com/catolicos/Footprints-Camino-Santiago-Aranoa-Podemos_0_2808319165.html

La veré, Dios mediante, hoy me limito a anunciároslo Id a verlo que para algo católico que hay en las pantallas no debemos dejar que muera en la inexistencia. Que aquí todos debemos dar el callo. Porque en otro caso nos lo darán.