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El Auschwitz actual

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abortoAuschwitz es un nombre que de solo pronunciarse genera pavor, indignación y muchas preguntas. Es sinónimo de horror, injusticia y asesinatos macabros. Allí murieron muchísimas personas: enemigos políticos y militares capturados por los nazis, pero también civiles, incluyendo mujeres, ancianos y niños; de muchas razas, credos y países. Encontramos eslavos polacos católicos, después rusos, y con el tiempo judíos, gitanos y cualquier otro que se opusiera al régimen nazi o que ellos creyeran podían ser un estorbo. Fue a todas luces y de modo indiscutible una fábrica de la muerte. Un horror inimaginable.   Pero ¿Cómo el ser humano podía llegar a cometer algo tan malvado? Auschwitz era un poblado polaco (a unos 43 km de Cracovia) en donde los alemanes luego de haber invadido Polonia idearon crear en 1940 sobre la base de una antiguo cuartel polaco un gran campo de concentración para tener a los que ellos creían, eran sus enemigos. Sin embargo la concepción inicial de Auschwitz no contemplaba los horrores que después se vivieron. ¿Cómo se llegó al último Auschwitz tan macabro? Por dos motivos; el primero era la cercanía que tenía con minas de carbón, con agua y cal, materiales que una empresa alemana necesitaba para la construcción de insumos de guerra, haciendo que el campo creciera de 10 mil presos a 30 mil. Los presos ya no serían solo eso, sino verdaderos esclavos para ganancia del régimen alemán. El segundo motivo por el cual recrudeció su tiranía fue aún peor: el acallar la conciencia.   Y es que para 1941 los nazis habían invadido una parte de la Rusia comunista, el peor enemigo alemán, y de allí deportaron muchos presos hacia los campos de concentración y otras localidades, siendo asesinados muchos a sangre fría: algunos como enemigos y otros porque la enfermedad o debilidad los convertían en inservibles para el trabajo del campo de concentración. Esta situación llevó a una reflexión macabra por partes de los jefes nazis: el asesinato de grandes cantidades de presos en los caminos o campos de concentración a sangre fría por parte de los soldados debilitaba a los asesinos y los hacía tener remordimientos. Incluso los miembros más duros de la SS se dieron cuenta que sus soldados no durarían mucho tiempo cometiendo estas matanzas sin que la conciencia les pasara factura. Tenían que matar a sangre fría hombres, viejos, niños y mujeres, escuchando sus ruegos, quejas y gemidos (como sucedió en Ostrog, en donde asesinaron en un día a cerca de 5,000 personas a sangre fría). Luego de estas matanzas se cavaban grandes fosas comunes para los ya asesinados, continuando luego asesinando al grupo siguiente. Era algo tan malvado que no podía no tocar el corazón más duro. La SS tenían que encontrar una mejor manera de cometer estos crímenes pensando no en cuidar a las víctimas, sino a los asesinos; debían pensar la forma que estos asesinos no se toparan tan directamente con la maldad de sus actos. Pensaron entonces en probar con explosiones a campo abierto, pero fue también una experiencia terrible porque los soldados debieron recoger las partes destrozadas y regadas de los presos asesinados.   Entonces se les ocurrió implementar en Auschwitz los métodos autorizados por Hitler en 1939 para con los discapacitados mentales y físicos alemanes, los cuales declarados por un grupo de doctores como un desperdicio, como un problema e inferiores a animales (por ende un estorbo), y como consecuencia fueron sentenciados al programa de eutanasia para adultos. El método que se usó para terminar con este problema fue espantoso: se les hacía entrar en los mismos centros de rehabilitación a unos cuartos grandes con apariencia de duchas, herméticamente cerrados, y en los cuales en vez de caer agua llegaba monóxido de carbón, de modo que terminaban muertos. Este método fue llevado a campos de concentración como el de Auschwitz en el verano de 1941, probando primero con unos camiones cerrados a los que hacían entrar a los presos y en el que es les asesinaba con el mismo monóxido de carbón (llamados camiones del infierno). Las primeras personas en morir de esa forma fueron los que ya no podían trabajar en los campos de Auschwitz por estar enfermos o agotados. Eran por lo tanto inservibles.   Al ver el resultado las autoridades masificaron el accionar y usaron espacios más grandes para asesinatos en mayor escala. Se les ocurrió usar para ello un insecticida llamado Zyclon-B con el que limpiaban la ropa de los presos llenas de piojos y otros gérmenes. Los primeros experimentos no resultaron del todo satisfactorios por un motivo: el asunto no era solo matar, sino que nadie se diese cuenta de ello. Los soldados que realizaron estos actos se toparon con algo no planeado, los gritos de los moribundos. La bulla era infernal (como cuentan fue el caso de otro campo en Chelmo, en donde tuvieron que prender las motos del ejército para minimizar el shock de los gritos); esto seguía siendo una posibilidad de remordimiento para los soldados y podrían llegar a tomar conciencia. Entonces a dos kilómetros de Auschwitz los alemanes construyeron dos casas llamadas la casita roja y la casita blanca (que según se cree crecieron a cuatro). El lugar se llamó Birkenau. En este lugar más alejado del campo de concentración nadie escucharía ni se daría cuenta lo que estaba sucediendo. Estas casas estaban conectadas a unos rieles hasta los cuales llegaban los vagones trayendo a muchas personas que al llegar eran llevadas a estos cuartos con engaños, haciéndoles creer que después del largo viaje dede dónde venían en trenes para ganados, necesitaban asearse. Les mostraban unos grandes almacenes que suponían ser duchas para el baño común; los desnudaban, y encerrados no salían vivos. Se esparcía desde el techos este insecticida. La siguiente escena era la de un carrito que llegaba en rieles hacia la casa para poner en él a los muertos y metros más adelante echarlos a unas fosas comunes y así enterrar la evidencia. El preso asesinado de ese modo no recibía nunca un entierro adecuado y era tirado como basura a una fosa de lo cual su familia nunca se enteraría o si lo hacía nunca sabría dónde estaba enterrado. Nadie sabía pues lo que allí pasaba. Un caso similar y terrorífico fue el de Treblinka, ubicado a 90 km al norte de Varsovia; allí los alemanes arreglaron todo para que el lugar donde serían asesinados los que llegaban en tren tuviese una apariencia de estación de tren: los llegados creían que estaban descendiendo a dicha estación de tren, encontrando carteles de señalización falsos, flores y demás arreglos. Al bajar del tren de ganado en el cual habían sido llevados en condiciones antihigiénicas, se les metía a unos galpones que supuestamente iban a funcionar como baños para asearse después del viaje de varios días. Pero eran cámaras de gas hechas para albergar en un solo almacén a tres mil personas a la vez y así poder asesinarlas a todas juntas.   La selección era muy sencilla: los que servían para trabajar iban a los campos de concentración y los niños, ancianos, enfermos y algunas mujeres eran llevados inmediatamente a la cámara de gas por ser inservibles.   Para fines de 1941 estos lugares se habían convertido en unas verdaderas fábricas de la muerte en donde todo estaba destinado, organizado y planificado para ello. Pero la planificación nuevamente encontró problemas inesperados; al llegar el verano del año siguiente el jefe de Auschwitz, el Comandante Höss se topó con la podredumbre de los cadáveres enterrados en fosas comunes al lado de estas casas. Se creyó que la evidencia podía desaparecer enterrada, pero el hedor de la putrefacción hizo insoportable estar en el lugar. Esto llevaría a delatar lo que allí estaba sucediendo. Es así que nuevamente pensaron qué hacer, y optaron por construir unos crematorios más grandes en las mismas fosas comunes y así desaparecer a los muertos inmediatamente después de salir de las cámaras. Allí podrían quemar grandes cantidades de muertos a la vez y eliminar el problema de la putrefacción.   Pero la crueldad no tiene fin; y aunque pareciera que el mal había llegado a grados insospechados, ello tenía aún más que mostrar. En mayo de 1943 llegó a Auschwitz el médico nazi Josef Mengelel; se encargó de hacer experimentos científicos con los presos haciendo de este lugar un laboratorio humano gigantesco. Experimentó esterilizaciones a hombres y mujeres, trabajó experimentos con niños gemelos matándolos para hacer autopsias comparativas, o inyectaba enfermedades para probar medicinas nuevas; experimentaba con enanos y otros que tuvieran alguna deficiencia física. Enviaba de vez en cuando a Berlín, a un instituto médico, restos humanos (en especial ojos) para que sirvan en los experimentos. Y como si fuera poco lo visto, los nazis se fueron dando cuenta de otros detalles que los llevaron a un procedimiento diverso e inimaginable. De entre los presos habían algunos más cuidados por obvias razones: los cocineros, los que limpiaban y atendían a los soldados y los peluqueros. Para tenerlos más motivados los nazis pensaron en una estrategia: la creación del burdel de Auschwitz. En lo que era el pabellón 24 funcionó por dos años este burdel al cual accedían los presos que eran premiados con unos cupones. Las mujeres que fueron destinadas a trabajar allí por dos años eran las presas mujeres que los nazis decretaron podían tener capacidad para ello.     La conciencia   Cuando terminó la guerra los nazis habían destruido las cámaras de gas así como registros y documentación de Auschwitz; reconstruir la historia no solo tardó tiempo sino que es hasta el día de hoy un asunto discutido: unos dicen que las cifras de muertos fueron más (alrededor de un millón cien mil personas) otros menos (otros hablan a trescientos mil); unos usan estas historias para propagandas y buscar compensaciones económicas, mientras que para otros sigue siendo un drama; para algunos no existieron las muertes con gas, mientras que muchos otros testimonios dicen que sí. Entonces nos preguntamos ¿Por qué los nazis mostraron tanto esfuerzo para mantener este secreto? Por una razón importante: la conciencia de la verdad.   Las autoridades nazis sabían lo que estaban haciendo y lo macabro e injustificable de sus procedimientos, motivo por el cual no solo quisieron borrar las huellas para la historia, sino que se dieron muchas molestias al respecto. Pues para llegar a Auschwitz los presos venidos de muchos sitios tenían que viajar en trenes por días y eso significaba para los nazis dinero gastado, personal y tiempo perdido; podrían haberlos asesinados en sus mismos lugares; si querían a vista de todos ya que ellos eran los amos del momento. Pero no hicieron eso porque sabían que lo que hacían era abominable. Nadie en su sano juicio podría aprobar esta práctica, así que había que esconderla y maquillarla. Incluso los aliados no supieron de esto hasta bien entrada la guerra. Fue siempre un gran secreto de parte de la cúpula nazi que sin embargo sí sabía y tenía conciencia de la brutalidad, maldad y lo macabro de este procedimiento. Por eso fue siempre una actividad silenciosa.   Un filósofo romano del siglo VI d.C. llamado Boecio decía que la verdad es la adecuación de la mente a la realidad, en donde prima, como es evidente, la realidad. La verdad entonces no la define el ser humano sino que está dada ya a priori en la realidad. La verdad existe. Y por más que los nazis hablaran de ser ellos la medida de las cosas, la verdad y el criterio de todo, o que dijeran que eran raza superior y consideraran a otros como inferiores e inservibles al punto de catalogar a otros como basura que debía desaparecer, la verdad, el bien y el mal, o el derecho a la vida y a la dignidad no podían ser cambiados. Esto estaba inscrito en el corazón humano, incluso en el corazón de los soldados nazis de la SS. Frente a ello la cúpula nazi no podía hacer nada y entonces debía mentir y maquillar el asunto para que incluso los más fervientes nazis no cuestionasen los procedimientos. Auschwitz y Birkenau fueron manifestación de ello: la incapacidad para doblegar la verdad y la moral inscrita en el ser humano hacía que solo mediante el engaño se pudiese cometer tales atrocidades. En Birkenau se quería asesinar a miles sin que se escuchasen sus gritos, sin que se viese sus rostros de sufrimiento y dolor, sin verlos agonizar quemados por el gas, y finalmente quemar a todos para no ver sus cuerpos destrozados por esta práctica inhumana. Se quería aquietar y tranquilizar la conciencia mediante la oscuridad, por eso en las cámaras solamente trabajaban 4 soldados alemanes ayudados por los mismos prisioneros (quienes eran llamados sonderkommando),  los cuales metían a los condenados en las cámaras, recogían los cadáveres, los quemaban y enterraban para que no pudiesen notar nada los siguientes presos que llegaban, y así entraran a las cámaras sin sospecha alguna. Nadie más estaba allí. Nadie debía saber de esta situación. En una ocasión al inicio de estas prácticas, el jefe del campo de concentración, el Comandante Höss, dijo que siempre le incomodaba ver baños de sangre en las ejecuciones, pero ahora se sentía complacido de no volver a ver esas escenas. Se sentía más tranquilo.   A la llegada de los aliados a uno de los campos de concentración y de ejecuciones masivas, un soldado inglés dijo: «Lo sucedido en este campo excede lo descriptible Las cosas que se hicieron nadie podría pensar que fueron hechas por seres humanos». En cambio el Comandante Höss al ser apresado e interrogado mostró frialdad, ninguna emoción, no expresó sentimiento de culpa y dijo que hacía su deber. Estaba enceguecido y nunca expresó en sus memorias remordimiento.     algo que decirnos   Auschwitz es indiscutiblemente hoy en día símbolo de maldad; nadie en su sano juicio, más allá de poder debatir algunos datos históricos, podrá decir que esto no fue una muestra de bajeza humana. Una muestra de hasta dónde puede el mal llegar. Pero ¿Es la muestra más fuerte de esta bajeza humana? ¿Llegamos en Auschwitz al tope de la degradación? Es difícil decirlo puesto que en la historia se han cometido muchos atropellos horrendos, pero Auschwitz sí nos marca un hito que las generaciones actuales reconocen. Sn embargo ¿Estos métodos han desaparecido? ¿Aprendimos de la lección? Es difícil decirlo ya que en la actualidad encontramos muchísimas manifestaciones de diversos Auschwitz en medio de la vida; discriminar a unos haciéndolos ver como mejores o peores. Esclavizar a grupos humanos mediante el trabajo, la explotación infantil o sexual, la explotación con la cultura consumista o de las modas. Los experimentos científicos que no respetan la vida de la persona. Los asesinatos a los que la sociedad considera como inservibles mediante la eutanasia, ya sea a los ancianos o enfermos, e incluso como sucede hace no mucho, a los niños que presentan enfermedades graves.   Pero de todas estas atrocidades quiero destacar una: la del aborto. Al niño por nacer se le considera por desde la mentalidad abortista como inservible, ya sea porque viene a una familia que ya tiene varios hijos y él no tiene espacio, o porque la mamá está estudiando y no tiene tiempo o plata; o porque no puede aceptar su embarazo ante su familia; pero también cuando el niño por venir no es lo perfecto que la mamá quiere o tiene alguna falencia física. Entonces vuelve el método nazi: seleccionemos lo que nos parece mejor y más adecuado, no según la verdad, sino según nuestro criterio. La sociedad se pone entonces como la medida nuevamente y deja de lado la verdad que se antepone siempre al pensamiento y opinión. Y la verdad es que dentro de esa mujer hay una vida nueva, diferente a la de la madre y tan valiosa como la de ella. Surgen las preguntas ¿Quiénes somos nosotros para juzgar qué vida es mejor? ¿O quién vale más y quién es inservible?   Lo curioso del asunto es que no solo vuelve a darse esta selección nazi sino la misma estrategia: el engaño. Porque si ellos asesinaban abiertamente, la sociedad rápidamente los condenaría y los mismos asesinos entrarían en razón dejando hablar sus conciencias que les mostraría la verdad. Los abortistas hoy proceden igual: engañar y maquillar la muerte del inocente. No te dicen vamos a matar a tu hijo, sino tienes derecho sobre tu cuerpo, como si el hijo allí con un ADN diferente a la de la madre fuese un apéndice o un riñón que puede extraerse. No te dicen vamos a matar a tu hijo, sino vamos a interrumpir el embarazo, como si ello no fuese interrumpir y cortar una vida, lo cual en el diccionario se categoriza con un término: asesinar. No te dicen vamos a que entres a este sitio para matar a tu hijo con una pastilla, un gas, quemándolo, partiéndolo en pesados o sacándolo vivo y fuera estrangulándolo, sino que te dicen que van a vaciar tu útero y limpiarlo. Este maquillaje y mentira de los abortivas ¿Por qué se da? Y ¿No tiene mucho que ver con ese tener miedo a la conciencia humana y al descubrir la verdad que los nazis trataron de evitar?   Auschwitz fue llamada una fábrica de la muerte, y en verdad lo fue junto con otros campos de concentración. Y así como unos dicen que allí murieron más de un millón de personas y otros dicen que fueron solo trescientos mil, lo importante es que así haya muerto allí una sola persona, ello sería igual un horror. Pero si de números se debe hablar, el aborto en los últimos 40 años ha cobrado la vida de 1,720 millones de bebés asesinados a lo largo del mundo. Esta cifra que probablemente sea mayor (pues no se saben los abortos clandestinos) la proporcionó el presidente de Human Life International. Comparando ello tendríamos que decir que el aborto en los últimos 40 años ha significado cerca de 1,720 Auschwitz. Eso ¿Es modernidad, es derecho y está bien?   Los nazis lo escondieron porque se dieron cuenta el peligro que significaba ver la verdad y cómo su régimen podría caer. Eso mismo hacen los abortistas el día de hoy. Los nazis escondieron Auschwitz y destruyeron todo vestigio. Los abortistas de hoy esconden los abortos con eufemismos, mentiras y maquillajes. Los abortistas de hoy destruyen todo vestigio, y no entregan a la madre el hijo asesinado: lo tiran a la basura como en Auschwitz quemaban los cuerpos gaseados. Si Auschwitz pudo ser llamada fábrica de la muerte ¿Cómo llamaremos hoy a la campaña del aborto?        

Comentarios
0 comentarios en “El Auschwitz actual
  1. El artículo es tremendo. Tremendo por lo veraz que hay en él, por la sobreabundancia de verdad que porta consigo. La matanza de inocentes sigue su curso. La política de género y las «ideologías de la muerte», asumidas como algo normal en el mundo contemporáneo, siguen liquidando a millones. No podemos detenernos en denunciar tanto horror.

  2. El artículo es muy bueno, certero. Contundente.

    Incluso no repele usar el término Auschwitz para referirlo al holocausto del aborto, por más que se discute la cuestión disputada de si el feto es una persona o no lo es. Pero que es un ser humano, indudable.

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