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MADRE, HÁBLAME DE DIOS

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“No es lo mismo vivirlo desde la distancia que desde dentro. En vísperas de grandes fiestas en torno a la Virgen María en cualquier punto de la geografía andaluza y Española. Quiero compartir esta vivencia con todo un pueblo volcado con su Patrona”

FUENSANTA
Hacia Ella van dirigidas todas las miradas. Ella es la protagonista.

Hace ya un año que entré en contacto vía redes sociales con motivo de las Fiestas a la Santísima Virgen de la Fuensanta, siendo aún párroco electo pero sin llegar a tomar posesión de la parroquia de Santa María la Mayor, de Alcaudete. Desde aquel momento hasta hoy, han pasado los días casi sin sentirlo y ahora escribo desde la experiencia compartida de un amor común a la Santísima Virgen de la Fuensanta en estas tradicionales fiestas de “La Velada”. Deseo vivirlas con vosotros desde la cercanía y el cariño mutuo que nos hemos ganado en este tiempo. Así lo creo firmemente.

Con temor y temblor celebré la santa misa un 12 de septiembre del año pasado, festividad del Dulcísimo Nombre de María en el Santuario, preguntándole al sol poniente que me hablara de la Virgen, y el sol pronto se ocultó sin decirme nada y al poco tiempo mi sueño se convirtió en realidad y mi temor en ilusión. Al día siguiente, cuando volví delante de la Virgen, el sol ya me esperaba sonriente. Y entonces fui preguntando a la gente que me hablara de la Virgen de la Fuensanta, y a todos se les iluminaba la cara. Pregunté por la “fuente santa”, y me respondió brotando clara y cristalina. Me di una vuelta por la naturaleza que rodea al Santuario y se cubrió de belleza. Y me adentré en el Santuario y le rogué a la Virgen que me hablara de Dios y me respondió que le hablara yo. Y me senté en el primer banco para decirle al Señor en el Sagrario que me hablara de su Madre y me miró y me amó. Y elevando los ojos hacia el camarín, le dije a la Virgen de la Fuensanta que me hablara de su Hijo y me dio un beso.

Y paseando por el camino de la Fuensanta, pude hablar con un agricultor, campesino, industrial, maestro, albañil, técnico, médico, enfermero, ama de casa, modista, peluquera, camionero, camarero, empresario…, preguntándoles que me hablaran de Ella. Hubo quienes me enseñaron sus oficios, esfuerzos, sacrificios, sufrimientos, alegrías e ilusiones, penas y tristezas… Y bajé al pueblo y me encontré con los pobres que acuden a Cáritas y les supliqué que me hablaran de la Virgen y me enseñaron las bolsas de alimentos que les habían dado, los recibos de la luz que se les habían pagado, el consejo que a duras penas se les podían dar… Y me crucé con una persona que no entendía a la Iglesia y le hablé de la Virgen y me tendió la mano. Y miré la cara de un niño y le hablé de la Madre de Dios y el niño me sonrió. Al joven, al adulto, al anciano, al enfermo, al catequista, al costalero… Al preguntarle por la Virgen de la Fuensanta uno abandonó el veneno de la crítica, otro hizo el propósito de amar más a los demás, aquél me preguntó en qué podía servir, en qué podía ayudar más… Y hasta el dolor se convirtió en agradecimiento.

Y con todo este gran tesoro de un pueblo como el de Alcaudete, que ama y venera a la Santísima Virgen de la Fuensanta, volví aquella misma tarde al Santuario y le dije a Cristo en el Sagrario y a su Madre Santísima: “¡Habladme de Dios!”, y Jesús, mirando a su Madre, me dijo: “¡Te hablaré de ti!».

No quisiera que estos momentos pasaran tan deprisa. Quisiera que estos días se detuvieran en mi recuerdo y en mi memoria para poderte hablar a ti de la Virgen de la Fuensanta. Quisiera desearte unas fiestas inolvidables de alegría y de piedad, de oración y de recogimiento, para que Ella también te hable de Dios y que Dios, amándote, te hable de su Madre.

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