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Imposible se ha quedado en Palma y en cualquier lado

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La larga agonía de Salinas reclama ya la eutanasia emerital. Eso no tiene arreglo y cuanto más se prolongue el tomar la decisión necesaria más descrédito para el obispo y más perjuicio para una diócesis que está ya por los suelos. Raro es el día en el que la prensa local no publica algún artículo demoledor recordando el inmediato pasado de este obispo propio de un culebrón hispanoamericano. Con una inmadurez afectiva de libro, si es que no hubo más, y los peor pensados sostendrán que lo hubo, el error de nombrarle obispo tiene que ser corregido lo antes posible. No hay prestigio que aguante, o, mejor dicho, desprestigio que no aumente ante ese constante pim, pam, pum al que la prensa local le somete todos los días. Y base para ello desgraciadamente hay. La última, por ahora, hoy en Diario de Mallorca: http://www.diariodemallorca.es/mallorca/2016/02/12/obispo-retoma-agenda-mallorquina-roma/1093075.html Según el periódico isleño prácticamente ya no reside en la isla. Y todos dan por segura su marcha. Con esa aureola es también imposible para cualquier otra diócesis. Ya se conoce en todas su flirt. Cualquier saludo con una señora, y si es con beso, por casto que sea, más dará lugar a bromas y comentarios. La salida que algunos apuntan de auxiliar de Valencia sería tal vez menos mala. Hagan lo que hagan que sea cuanto antes. Prorrogar su lamentable situación parece incluso poco misericordioso. Y además con su autoridad por los suelos. http://www.infovaticana.com/2016/02/12/el-obispo-de-mallorca-se-traslada-a-vivir-a-valencia/

Comentarios
0 comentarios en “Imposible se ha quedado en Palma y en cualquier lado
  1. Comparto el criterio expresado por Bartolomé Pons. Al exvicario general de Mallorca Lluc Riera ya se la pasó el arroz. Su nombre sonó cuando Joan Piris fue trasladado a Lérida.Desconozco a quien se refiere este sacerdote catalán afincado en Roma. Y el canciller de Valencia carece de conocimiento sobre la situación de la diócesis menorquina, que está gestionando con eficacia el administrador diocesano, Gerard Villalonga, cuya adscripción al Opus no responde a la verdad.

  2. El administrador diocesano de Menorca, Gerardo Villalonga, ha realizado un trabajo eficaz, con prudencia y discreción. Se merece la dignidad episcopal por su actividad pastoral, experiencia y capacidad de diálogo.

  3. Mientras se apodera de nosotros una lentitud exasperante, en sólo dos días, cuatro diócesis italianas han cambiado de titular, tres el mismo día.Aquí seguimos esperando por cuatro obispos, otros dos más con la renuncia presentada, cuatro auxiliares y dos prelados con el agua al cuello y la sentencia dictada.Una vez más, suplico a Su Excelencia el señor nuncio que haga lo posible y lo imposible para tapar estas vías de agua.

  4. Lo de las Baleares va camino de desmadrarse. Vicente Juan pide a gritos salir ya de Ibiza. Ir a Mallorca le encantaría, pero en los curas en Mallorca no lo quieren ni pintado. Juan Segura lleva ya 10 años en Ibiza, su promoción no puede tardar, aunque también se había especulado que podría ir a Ciudad Real.
    Por su parte, Mallorca, quién se había previsto llegar hasta la jubilación con Salinas, se ve ahora «forzada» a otro cambio episcopal. 25 años con el obispo Úbeda, y ahora, en cuestión de doce años van a tener al tercer obispo. Si no va Juan Segura a Mallorca, otro candidato podría ser el vicario general de Valencia, Vicente Fontestad, o el auxiliar de Barcelona, el menorquín Sebastián Taltavull.
    Ante todo este lío cabe recordar que Menorca sigui vacante desde septiembre tras la salida de Salvador Giménez hacia Lérida. Se comenta que la terna ya está en Roma. Pero urge mucho más Mallorca. Para Menorca suenan con fuerza un sacerdote catalán, afincado en Roma, o el canciller de Valencia. También suenan el ex vicario general de Mallorca, Lluc Riera, o el actual administrador diocesano de Menorca, un cura del opus dei.

  5. La falta de reacción de la Iglesia ante estos escándalos agrava aún más la situación. La credibilidad de la Iglesia no pasa por las palabras, sino por los hechos. La lentitud en gestionarlos, el dejar pasar el tiempo, el hacerse ‘el sorprendido’ hace un daño tremendo a la Iglesia. Si la autoridad no actúa con prontitud, el interesado debería dar el primer paso y decir: ‘Yo me voy, soy indigno de ocupar este ministerio’. Pero para eso hay que tener valor, cosa que no se supone en todos los obispos.

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