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El diabólico círculo del mundo

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apocalipsis12Dios creó el mundo. Las primeras páginas del Génesis, el primer libro de la Biblia nos lo cuentan con elegancia para demostrar el poder de Dios que todo lo sacó de la nada. Y Dios nos puso en este mundo, no como habitantes de las galaxias o de otros astros. Dios se encarnó en una porción del mundo y vivió su aventura de la santidad. Dios envió a sus Apóstoles a todo el mundo a predicar el mensaje de la salvación para que todos conozcan a Dios, le busquen, le amen y alcancen su disfrute eterno. Si esto es así, ¿a qué nos vienen los teólogos y moralistas a afirmarnos que, el mundo con el demonio y la carne, es un enemigo feroz del hombre?

«Cuando aludimos al mundo como enemigo del hombre, no nos referimos al hermoso planeta que habitamos ni a todo el conjunto del universo, sino a ese ambiente malsano y pecaminoso que se respira entre las gentes que viven completamente olvidadas de Dios y no piensan sino en divertirse y entregarse a toda clase de placeres lícitos e ilícitos. El ambiente de frivolidad y de pecado que forman esas personas es lo que constituye el mundo en cuantoenemigo de nuestra alma» (Teología de la salvación, Royo Marín).

El mismo Jesús presentó su doctrina como radicalmente opuesta a la que estimaba y defendía la sociedad de su tiempo. Por ejemplo: condena la ley del talión «ojo por ojo, diente por diente» sustituyéndola por algo muy diverso: «Amarás a tus enemigos y rogarás por ellos». Esta sociedad materializada, sedienta de placeres -aunque se consigan contra la Ley de Dios- tiene su propia filosofía, sus fórmulas prácticas de vida; quien las acepte y trate de cumplirlas será enemigo declarado de Jesús y pondrá en peligro su salvación. Nuestra cultura occidental promueve un estilo de vida facilón y superficial pero devastador. La vida cómoda conlleva muchos problemas que no percibimos a simple vista. Principalmente la comodidad afecta a la voluntad, lo que causa estragos en todas las áreas de la vida. ¿Cuáles son las fórmulas del mundo, dignas de reprobación? Las oye usted diariamente ya que constituyen la norma pasional de vida de muchos ciudadanos, aún cristianos. Algunos ejemplos: 1)  Goza cuanto puedas de todo, ya que la vida es muy corta. 2)  Felices los ricos porque ellos pueden conseguir todos los deleites que hacen dichosos a los hombres. 3)  La juventud tiene sus derechos y sus exigencias, y no se deben coartar, ya que luego le llegará la ancianidad en la que no podrá gozar de nada. 4)  Lo principal es el negocio, la abundancia, el triunfo en la sociedad; lo que vendrá después poco importa. 5)  Ya tendrás tiempo de pensar en el cielo y en el infierno; ahora no te molestes con esas monsergas. 6)  ¿Quién sabe si existe el más allá, porque ¿acaso ha venido alguno del cielo o del infierno para revelarnos lo que hay tras ese misterio? Estas y otras similares fórmulas racionalistas son el motor de la mayoría de las almas. Y con las fórmulas, las burlas contra la Iglesia, la piedad y la vida religiosa; los escándalos de personas públicas que viven en contradicción con su fe; las pasiones bajas desatadas como canes e incitadas a través de los medios de comunicación social; los chistes contra las personas sagradas y contra quienes deseen vivir el Evangelio con integridad; los insultos a Dios y las realidades sagradas que aparecen en anuncios y publicaciones. Ese es el mundo, como enemigo del hombre: el ambiente humano, el clima de corrupción, la injusticia cabalgante entre nosotros, la mofa contra lo sagrado. Un ambiente que desorienta a la persona, que la corrompe con su mal ejemplo, y que obliga a muchos a abandonar su fe ante la risotada del mundo. El Libro Sagrado de la Sabiduría, en su capítulo V, describe dramáticamente la sorpresa de los mundanos malvados que verán salvos y felices a quienes tuvieron como mentecatos, mientras ellos admitirán su derrota definitiva: «Anduvimos por desiertos donde no hay caminos, pero no fuimos capaces de conocer el camino de Dios». La liberación de las idolatrías es un presupuesto vital en la vida cristiana.

«En efecto, el hombre que vive como si Dios no existiera, al no poder vivir sin religión, acude a dioses suplementarios a los que no deja de ofrecer el incienso de su secreta adoración. Cuando el hombre no adora a Dios, lo reemplaza por ídolos. Hay, pues, que empezar por liberar al hombre de cualquier idolatría (…) el dios dinero, el dios poder, el dios sexo, el dios técnica… Es la liberación más importante: liberar al hombre del círculo diabólico del egoísmo para abrirlo a la adoración a Dios» (Diccionario de espiritualidad montfortiana).

San Pablo nos invita a ofrecer el verdadero culto que es espiritual y transformar nuestra mente «no acomodándonos al siglo» (cf. Rom.12, 1-2). Toda conversión comienza por  un cambio de mentalidad. Los surcos sin itinerario no son camino. Otro artículo del autor sobre el mismo tema: Sabiduría terrena, carnal y diabólica

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