‘Imponer la educación transexual en los colegios fomenta el cambio de sexo’

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Javier Barraycoa critica que “la ideología de género esté fomentando su ideario desde un Estado liberal, apóstata de la moral católica”, y que la Iglesia, por su parte, por miedo a incomodar demasiado al establishment no denuncie estos hechos con la contundencia que debiera”.

“Si la transexualidad se presenta como normal en los sistemas educativos y en los medios de comunicación, habrá más casos”. Así lo denuncia en GACETA.ES el sociólogo Javier Barraycoa, preguntado acerca de que la ideología de género más radical se esté introduciendo en las aulas y se adoctrine a los pequeños diciéndoles con que «hay niñas con pene y niños con vulva», normalizando así la transexualidad. Una tesis que también la ha condenado en este diario el Centro Jurídico Tomás Moro.

Este profesor de sociología en la Universidad Abad Oliba, de Barcelona, argumenta que la educación en la transexualidad no provoca la reafirmación en la propia naturaleza sexual, sino que“siembra dudas e inestabilidades en la formación de la identidad y por eso causa más transexualidad”.

Apunta que la promoción de la educación sexual y anticonceptiva se justificó diciendo que así habría menos abortos, pero que cuánta más educación sexual y anticonceptiva hay, las estadísticas del aborto van aumentando. «Lo mismo ocurrirá con la educación sobre la transexualidad».

Barraycoa considera que no estamos ante una educación en la transexualidad en las escuelas, sino ante una “incitación” a la transexualidad. Cabe recordar que pretenden adoctrinar a los pequeños con las fichas de Chrysallis Euskal Herria, una asociación de familias de menores transexuales que ha creado el primer material didáctico sobre transexualidad. Estas fichas ya se están difundiendo en centros escolares, públicos y privados, del País Vasco y Navarra, en Educación Infantil y en Primaria.

A continuación, un ejemplo de su material:

El pasado 17 de marzo la Asamblea de Madrid también aprobó una ley de transexualidad que impone la inclusión en los currículos y programas de todos los centros educativos de contenidos pedagógicos que enseñen la diversidad sexual, es decir,los postulados de la ideología de género. Las medidas previstas en dicho plan se aplicarán en todos los niveles y etapas formativas y serán de obligado cumplimiento para todos los centros educativos, según advierte la norma.

Respecto a si está habiendo la reacción debida por parte de asociaciones de padres y de la Iglesia o si la ciudadanía se va acostumbrando a estas imposiciones, Barraycoa afirma que “por desgracia, ya nos hemos acostumbrado a todo”.

Denuncia que los ejecutores de estas políticas se han encontrado, además, con el beneplácito de los padres que lo “único que quieren es que sus hijos sean felices”. Pone como ejemplo que hace unos años los padres católicos sufrían muchísimo si sus hijos se divorciaban o se amancebaban, pero ahora padres creyentes lo justifican porque quieren que sus hijos sean felices. “Los sociólogos lo llamamos la ‘dictadura de la felicidad’ que puede llegar a justificar cualquier cosa”, añade.

Respecto a la Iglesia dice que “el perverso ideario de la ideología de género se fomenta desde un Estado liberal, apóstata de la moral católica”, y que “la Iglesia, por miedo a incomodar demasiado al ‘establishment’ no denuncia estos hechos con la contundencia que debiera, resignándose ante las inicuas ‘libertades’ que imponen los nuevos tiempos”. “A lo largo de historia su única fuerza ha sido proclamar la verdad, y su máxima, caridad con el pecador e intolerancia con el pecado”, destaca.

Cabe recordar que a principios de este mes, el Vaticano ha criticado la ley LGTB de Cristina Cifuentes. Giuseppe Versaldi, prefecto de la Congregación para la Educación Católica, interrogado acerca de la denominada Ley contra la LGTBfobia impulsada por el Gobierno de la ‘popular’ y aprobada por unanimidad en la Asamblea de la Comunidad Madrid, ha advertido de que «imponer, como parece que hace esta ley, la teoría de género en todas las escuelas significa no tolerar el pluralismo y la libertad de elección de todas las familias que quieren educar a sus hijos según su propias convicciones”.

“Si esto es así, el Estado infringe su función que no es otra que la de ayudar a las familias a que eduquen según sus convicciones, porque las familias son los únicos titulares de los derechos de la educación de los hijos”, ha señalado el responsable de Educación del Vaticano.

Por su parte, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha tratado de desautorizar a los obispos y colectivos católicos críticos con las imposiciones ideológicas de su ley LGTB presentándoles como una voz minoritaria dentro de la Iglesia. Como ha informado Infovaticana, Cifuentes amenaza con retirar el concierto al Colegio Juan Pablo II por las críticas de su director al dogmatismo de las leyes LGTB madrileñas.

El sociólogo catalán recuerda que “la última trinchera que asaltará el diablo, antes de la Eucaristía, será la familia” e indica que el mal sólo puede sustentarse fagocitando el bien y que este es un bien que clama por ser difusivo, transmitido y recogido. Destaca que estamos como en las tentaciones del Paraíso, “lo que pasa es que la pequeña serpiente se ha convertido el gran dragón y ante esto las mejores armas son la humildad, la confianza, la fidelidad y la perseverancia”.

“Lo triste del asunto es que son los propios maestros los que enseñan a los niños que no hay que obedecer a los mayores, y eso es un ataque directo contra el derecho de los padres a la educación de sus hijos y el intento de arrebatarles su legítima autoridad”, añade.

«Complicidad de los medios de comunicación»

Por otro lado, también critica que la “dictadura del relativismo se imponga desde el poder una ‘educación’ paganizante y anticristiana, con la complicidad de la mayoría de los medios de comunicación”, y que la incursión de la esta ideología en el sistema educativo español sólo haya provocado “tímidas reacciones de protesta, que encima pronto se desploman en el saco roto de la ineficacia”.

En este sentido, Barraycoa destaca que nuestra sociedad vive una profunda contradicción y que, por ejemplo, mientras los niños son considerados los seres más preciados a los que se les protege con todo tipo de derechos, -fuera del útero materno, claro-, y la ley obliga a pixelar las imágenes de menores para proteger su intimidad, por otro lado, “la publicidad los convierta en reclamos vergonzantes”.

A Barraycoa le preocupa la “esquizofrenia de una parte de la intelectualidad occidental”. Indica que es imposible mantener una discusión seria sobre la homosexualidad ya que sólo planteándolo eres una especie de “genocida en potencia”, pero “cuando hemos visto cómo los yihadistas ejecutan a homosexuales lanzándolos desde lo alto de edificios no hay forma de que lo saquen en un telediario o lo denuncien ciertos intelectuales”.

A su juicio, les importan poco los homosexuales porque si no pondrían el grito en el cielo. “La falsa defensa de la homosexualidad esconde un ataque a las entrañas de una civilización que desprecian”, subraya.

También critica que se quiera vivir una existencia sin más límites que la propia voluntad de uno. Apunta que los catálogos de parafilias en psicología superan más de 200 tipificaciones, y que si está permitida la transexualidad por qué debemos considerar una patología que a alguien le guste que se le orinen encima o que intente tener relaciones sexuales con árboles. “Ya no ha límite. Aparecen asociaciones que defienden la legalización del poliamor y otras que quieren la aprobación del incesto”, señala.

A Barraycoa no le extraña que una sociedad que se escandaliza con la pedofilia, quiera consagrar como un acto democrático y de libertad la incitación a la transexualidad. “No es lo mismo, argumentará alguno, pero en el fondo sí que lo es”, sentencia Barraycoa, al tiempo que señala que se aplaude, regula y anima a que los heterosexuales se transformen en homosexuales, pero que cuando un homosexual sufre y quiere libremente ayuda para reconciliarse con su heterosexualidad, entonces esto es casi un delito.

Advierte de que ninguna sociedad puede sobrevivir con un alto nivel de contradicciones y que la nuestra está llegando al límite.

¿Quién está detrás y cómo hacerle frente?

Preguntado sobre quién está detrás y cómo hacer frente a este poderoso lobby, advierte de que “no sólo estamos ante un lobby realmente poderoso como es el lobby gay”, y que aunque “cuenta con muchos recursos y ocupa lugares muy privilegiados a altos niveles políticos, ese no es el tema”.

Explica que la reivindicación homosexualista de los años 70 tenía un carácter de transgresión, la emoción de ser perseguidos y que cualquier homosexual serio de los 70 vería como un absurdo la reivindicación del matrimonio gay ya que todos los gay de esa época, al igual que los hippies, estaban contra el matrimonio y ni querían adoptar, ni visibilizarse, ni normalizarse.

Barraycoa pone el foco en que la transformación de la estrategia y del discurso gay, llegando a negar lo que afirmaban -antes se defendía que era genético, ahora que es una decisión personal-, se debe a “otro tipo de grupos que tienen una cosmovisión más amplia a los que en el fondo la homosexualidad poco les importa, y que lo que desean es una transformación social propia de una gran diseño de ingeniería social”. “Ya se está cumpliendo lo que pronosticaron: sexo sin reproducción, y reproducción sin sexo”, sentencia.

El sociólogo explica que “este modelo como ideal, profundamente antihumano, nos retrotrae a la gnosis. Por tanto, estamos ante fenómenos sólo explicables por la supervivencia de ideas pseudorreligiosas anticristianas que han perdurado en el tiempo y han influido en la masonería y en otros niveles de poder que superan con mucho al lobby gay”.

Preguntado sobre si hay miedo a enfrentarse a ellos, especialmente si las leyes les amparan insta a que la ciudadanía asuma esa sentencia de San Agustín de que “una ley injusta, no es ley”. Afirma que no les ampara ninguna ley de verdad, sino la fuerza coercitiva del Estado, que a su vez se somete a las directrices que imponen unas comisiones europeas que nadie ha votado democráticamente, y que los Estados y los centros de poder económico destinan cantidades de dinero a subvencionar grupos que “presionen” a las propias instituciones para que impongan estas directrices. “A esto algunos lo llaman democracia”, condena.

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