‘Existe una tentación para la Iglesia: cerrarse en sí misma de cara a los peligros’

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francisco

Homilía del Papa Francisco en la Santa Misa celebrada con motivo de la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles y Patronos de Roma.

La Palabra de Dios de esta liturgia contiene un binomio central: cierre -apertura. A esta imagen podemos unir el símbolo de las llaves, que Jesús promete a Simón Pedro para que pueda abrir la entrada al Reino de los cielos, y no cerrarlo para la gente, como hacían algunos escribas y fariseos hipócritas a los que Jesús reprende (cf. Mt 23, 13).

La lectura de los Hechos de los Apóstoles (12,1-11) nos presenta tres encierros: el de Pedro en la cárcel; el de la comunidad reunida en oración; y – en el contexto cercano de nuestro pasaje – el de la casa de María, madre de Juan, llamado Marcos, donde Pedro va a llamar después de haber sido liberado.

Con respecto a los encierros, la oración aparece como la principal vía de salida: salida de la comunidad, que corre el peligro de encerrarse en sí misma debido a la persecución y al miedo; salida para Pedro, que al comienzo de su misión que le había sido confiada por el Señor, es encarcelado por Herodes, y corre el riesgo de ser condenado a muerte. Mientras Pedro estaba en la cárcel, «la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). Y el Señor responde a la oración y le envía a su ángel para liberarlo, «arrancándolo de la mano de Herodes» (cf. v. 11). La oración, como humilde abandono en Dios y en su santa voluntad, es siempre una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios.

También Pablo, escribiendo a Timoteo, habla de su experiencia de liberación, la salida del peligro de ser, él también, condenado a muerte; en cambio, el Señor estuvo cerca de él y le dio fuerzas para que pudiera llevar a cabo su trabajo de evangelizar a los gentiles (cf. 2 Tm 4,17). Pero Pablo habla de una «apertura» mucho mayor, hacia un horizonte infinitamente más amplio: el de la vida eterna, que le espera después de haber terminado la «carrera» terrena. Es muy bello ver la vida del Apóstol toda «en salida» gracias al Evangelio: toda proyectada hacia adelante, primero para llevar a Cristo a cuantos no le conocen, y luego para saltar, por así decirlo, en sus brazos, y ser llevado por él que lo salvará llevándolo a su reino celestial» (cf. v. 18).

Volvamos a Pedro. El relato evangélico (Mt 16,13-19) de su profesión de fe y la consiguiente misión confiada por Jesús nos muestra que la vida de Simón, pescador de Galilea ‒como la vida de cada uno de nosotros‒ se abre, florece plenamente cuando acoge de Dios la gracia de la fe.

Entonces, Simón se pone en el camino – un camino largo y duro – que le llevará a salir de sí mismo, de sus seguridades humanas, sobre todo de su orgullo mezclado con valentía y con generoso altruismo. En este su camino de liberación, es decisiva la oración de Jesús: «Yo he pedido por ti (Simón), para que tu fe no se apague» (Lc 22,32). Es igualmente decisiva la mirada llena de compasión del Señor después de que Pedro le hubiera negado tres veces: una mirada que toca el corazón y disuelve las lágrimas de arrepentimiento (cf. Lc22,61-62). Entonces Simón Pedro fue liberado de la prisión de su ego orgulloso y miedoso, y superó la tentación de cerrarse a la llamada de Jesús a seguirle por el camino de la cruz.

Como ya he dicho, en el contexto inmediato del pasaje de los Hechos de los Apóstoles, hay un detalle que nos puede hacer bien resaltar (cf. 12.12-17). Cuando Pedro se encuentra milagrosamente libre, fuera de la prisión de Herodes, va a la casa de la madre de Juan, llamado Marcos. Llama a la puerta, y desde dentro responde una sirvienta llamada Rode, la cual, reconociendo la voz de Pedro, en lugar de abrir la puerta, incrédula y llena de alegría corre a contárselo a su señora. El relato, que puede parecer cómico, nos hace percibir el clima de miedo en el que vivía la comunidad cristiana, que permanecía encerrada en la casa, y cerrada también a las sorpresas de Dios. Este particular nos habla de la tentación que existe siempre para la Iglesia: de cerrarse en sí misma de cara a los peligros. Pero incluso aquí hay un resquicio a través del cual puede pasar a la acción de Dios: dice Lucas que en aquella casa, «había muchos reunidos en oración» (v. 12). La oración permite a la gracia abrir una vía de salida: del cerramiento a la apertura, del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría. Y podemos añadir: de la división a la unidad. Sí, lo decimos hoy junto a nuestros hermanos de la delegación enviada por el querido Patriarca Ecuménico Bartolomé, para participar en la fiesta de los Santos Patronos de Roma. Una fiesta de comunión para toda la Iglesia, como pone de manifiesto la presencia de los Arzobispos Metropolitanos venidos para la bendición de los Palios, que les serán impuestos por mis Representantes en sus respectivas sedes.

Que los santos Pedro y Pablo intercedan por nosotros, para que podamos hacer este camino con la alegría, experimentar la acción liberadora de Dios y testimoniarla a todos.

(Radio Vaticana)

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Comentarios
6 comentarios en “‘Existe una tentación para la Iglesia: cerrarse en sí misma de cara a los peligros’
  1. EJemplo ejemplarísimo el de San Pablo para todos los cristianos. Él no tuvo miedo a la verdad, no fue políticamente correcto, él amó y defendió con su propia vida a Quien conoció como el Salvador del hombre.
    ¡Santos Pedro y Pablo: en estas horas calamitosas de la Iglesia y del mundo, ayúdennos a preparar nuestras almas para el martirio!!.

  2. Triste Homilía de poco vuelo. Cuando San Pedro y San Pablo invitan al testimonio, a la predicación valiente, a un invitar a algo nuevo y particular, a algo único, a la Salvación de Cristo, invitan a hablar de las llaves de Pedro, de las advertencias de Pablo sobre los que predican un evangelio distinto, etc.. parece como que al Papa sólo le preocupa reafirmar los presupuestos de su humanismo (ecumenismo y diálogo interreligioso a ultranza) en su diatriba a favor de lo que llama apertura, que repite hasta el cansancio, con ocasión o sin ella (como es el caso de esta homilía que nada tenía que ver con la fecha) y de su ambiguedad al tratar de moral (con afirmaciones tan generales sobre que todos se salvarán o cosas del estilo que le quitan todo valor al precioso regalo que Dios nos ha hecho de la libertad). Es que tanto en el primero (ecumenismo en cuanto a convivencia con los que no creen en Cristo de manera correcta, o no creen en Él en absoluto) como en el segundo supuesto (convivir con un mundo que cada vez recorta más los mandamientos dados por Dios a Moisés), la opción no es abrir las puertas para darse a la idolatría, sino abrirlas para traer a los idólatras arrepentidos al redil donde se adora al verdadero Dios. Pequeño gran detalle, que no se encuentra en esta homilía. Es una abrir la cerrazón del pecado, e iniciar el camino de la libertad que tiene como requisito la conversión. Sin recalcar esto convenientemente, es como abrir las puertas del corral a las ovejas para llevarlas a campo abierto y dejarlas a merced del lobo. Porque así somos nosotros frente al demonio sin una predicación clara y contundente de nuestra Iglesia. Somos como ovejas sin pastor… Salir de nuestro Orgulloso y miedoso es el primer paso, al que le sigue entrar en la observancia de la voluntad de Dios, hacerse miembro de la Iglesia en el sentido espiritual y activo y trabajar por el Señor desde su Iglesia para que todos los pueblos sean sus discípulos, eso no es proselitísmo ni fariseísmo, eso es Amor al creador, y fe en sus caminos.

  3. Iglesia abierta. ¿para quién? para Charamsa y su novio (vamos, su lío sexual). Mientrasm, Iglesia cerrada para balda. Esta es la Iglesia de Francisco.

  4. gracias Dios los puros y castos nos marcan el CAMINO (Amigos de la Fe y el Obispo) sino fuera por sus refelexiones todos los pecadores seguirian el camino oscuro.
    espero que algun dia se animen a embarrarse a pisar el fango y compartir con el pecador (lean la lectura de hoy, es muy interesante) y si lo han pisado seria bueno hacer una retrospectiva y mirar a cuantos hermanos desacrriados han ayudado.
    misericordia quiero no sacrificios
    a ver si nos ponemos a trabajar y dejamos de quejarnos porque sino van muertos hermanos

  5. Je je: Había uno que tenía el corazón y la mente tan abiertos que le cayeron y los perdió.
    Como dice San Ignacio: «En desolación, no hacer mudanza»

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