Al Hijo, ¿le corresponde o no le corresponde ser enviado invisiblemente?

|
Objeciones por las que parece que al Hijo no le corresponde ser enviado invisiblemente:
1. La misión invisible de la persona divina responde al don de la gracia. Pero todos los dones de la gracia le corresponden al Espíritu Santo, según aquello de 1 Cor 12,11:Todo lo hace uno y el mismo Espíritu. Por lo tanto, invisiblemente, no es enviado más que el Espíritu Santo.
2. La misión de la persona divina se hace por la gracia santificante. Pero los dones que pertenecen a la perfección del entendimiento, no son dones de la gracia santificante, ya que no pueden darse sin Amor, según aquello de 1 Cor 13,2: Si tuviera la profecía, y conociera todos los misterios, toda la ciencia, y si tuviera toda la fe capaz de trasladar montañas, sin amor, nada soy. Por lo tanto, como el Hijo procede como Palabra del entendimiento, parece que no le corresponde ser enviado invisiblemente.
3. Como se dijo (a.1.4), la misión de la persona divina es una determinada procesión. Pero una es la procesión del Hijo y otra la del Espíritu Santo. Por lo tanto, si los dos son enviados, las dos misiones son distintas. Consecuentemente, sobraría una de las dos, puesto que una es suficiente para santificar a la criatura.
Contra esto: está lo que Sab 9,10 dice de la sabiduría divina: Desde el cielo y desde el trono de tu grandeza, mándala a tus santos.
Respondo: Por la gracia santificante toda la Trinidad habita en el alma, según aquello de Jn 14,23: Acudiremos a El y en El habitaremos. Que la persona divina sea enviada a alguien por la gracia invisible, por una parte significa el nuevo modo de inhabitación de aquella persona, y por otro, su origen de otra persona. Por eso, como inhabitar por la gracia y proceder de otro les corresponde tanto al Hijo como al Espíritu Santo, tanto a uno como al otro les corresponde ser enviados invisiblemente. Y aun cuando al Padre le corresponda inhabitar por la gracia, sin embargo, no le corresponde proceder de otro y, consecuentemente, tampoco le corresponde ser enviado.
A las objeciones:
1. Aun cuando todos los dones, en cuanto tales, son atribuidos al Espíritu Santo, que tiene razón de primer don por ser amor, como dijimos anteriormente (q.38 a.2), sin embargo, hay otros dones que por sus propias razones se atribuyen al Hijo por apropiación, como los que pertenecen al entendimiento. Es por estos dones como hay que entender la misión del Hijo. Por eso, Agustín en IV De Trin. dice que entonces el Hijo es invisiblemente enviado a alguno cuando por éste es percibido y conocido.
2. Por la gracia el alma se asemeja a Dios. Por eso, para que alguna persona divina sea enviada a alguien por la gracia, es necesario que se verifique su asimilación a la persona que es enviada por algún don de la gracia. Y porque el Espíritu Santo es amor, el alma es asimilada al Espíritu Santo por el don del amor. Por eso, la misión del Espíritu Santo es considerada en razón del don del amor. Por su parte, el Hijo, es la Palabra, pero no una palabra cualquiera, sino la que espira amor. Por eso, Agustín en IX de Trin.dice: La palabra que intentamos comprender es conocimiento con amor. Así, pues, el Hijo no es enviado para formar el entendimiento, sino para que, por la formación de dicho entendimiento, el entendimiento se transforme en amor, como se dice en Jn 6,45: Todo el que oye a mi Padre y le acepta, viene a Mí. Y en el Salmo 38,4 se dice: Meditándose se encenderá el fuego. Por eso, Agustín dice señaladamente que el Hijo es enviado cuando es conocido y percibido por alguien, puesto que la percepción indica cierto conocimiento vivencia. Esto es propiamente lo que se llama sabiduría, esto es, un sabroso saber,según aquello de Eclo 6,22: La sabiduría de la doctrina justifica su nombre.
3. Como la misión implica el origen de la persona enviada y la inhabitación por la gracia, como dijimos anteriormente (a.1.3), si hablamos de la misión en cuanto al origen, la misión del Hijo se distingue de la misión del Espíritu Santo como la generación se distingue de la procesión. Pero en cuanto al efecto de la gracia, ambas comunican en la raíz de la gracia, pero se distinguen en los efectos, que son iluminar la inteligencia y encender el corazón. Resulta evidente de este modo, que una no puede existir sin la otra, porque ambas requieren la gracia santificante, y porque una persona es inseparable de la otra.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles